miércoles, 3 de enero de 2018

EL TESTIMONIO DE DIOS EN LA CREACIÓN

Allí estaba, un hermoso y pequeño pajarito ver­de, moviendo sus alas en forma tan rápida que parecían invisibles, justo al frente de nuestra ventana en la cabaña. Era un picaflor de cuello rojizo, uno que no habíamos visto durante más de 10 años. El sentimiento de admiración que yo experimenté en ese momento fue similar al que siento cuando descubro una nueva verdad en la Palabra de Dios, como un trozo de oro escondido en un capítulo más o menos conoci­do. ¿Y acaso no debe ser así, cuando permiti­mos que las obras de Dios nos deleiten y hablen a nuestra alma, así como lo hace su Palabra? "Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren " (Salmos 111:2). Algunos han tenido la oportunidad de identifi­car 75 clases de diferentes flores silvestres en un paseo durante una tarde[1]. Otros se han de­leitado escuchando el canto solitario del búho. Tal vez usted recuerda cuando en una noche de verano, acostado en una sábana, observaba y contaba las "estrellas fugaces". Una de las mejores experiencias, para mí, es sentir como la canoa se mece al vaivén de las aguas, cuando voy atravesando una parte torrentosa. Pero, no importa la clase de experien­cia que hayamos tenido con la naturaleza, me pregunto ¿hemos reconocido en ella la voz de Dios en la creación?
La naturaleza nos enseña acerca de Dios. No está allí sólo para nuestro deleite. ¿Ha pensado usted en eso? La creación es una de las formas por la cual Dios se nos revela a sí mismo. Los teólogos hablan de la revelación general y de la revelación especial o particular. El Salmo 19:1-6 nos expone la revelación general de Dios en la creación, y el Salmo 19: 7-11 es la revela­ción especial de Dios en su Palabra. Ambas re­velaciones son infalibles, aunque la revelación de Dios en su Palabra es más completa y más directa.
         La revelación de Dios en la creación no puede traer arrepentimiento, pero sí nos puede ense­ñar muchas cosas de Dios - aún sobre sus tratos con nosotros, Además la creación es el gran testigo que le muestra al hombre la gloria y el poder de Dios.

La creación nos habla de la gloria de Dios (Salmo 19:1)
"Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos."
¡Que afirmación más extraordinaria acerca de Dios, el Creador! Todo el universo habla de su gloria y su poder. Nadie tiene excusas para no reconocer su autoridad como creador. "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y dei­dad, se hacen claramente visibles desde la crea­ción del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen ex­cusa." (Romanos 1:20).

La creación nos habla de la unidad de la Deidad
En este siglo los astrónomos pueden dirigir sus radiotelescopios hacia los lugares más distantes del universo y descubrir que dichos objetos obe­decen las mismas leyes, y están hechos de la misma sustancia de que está formado nuestro planeta y el sol. La unidad del universo testifica de la unidad del creador.
         John Dewey, el filósofo humanista y educador, no deseoso de reconocer al Dios Creador, ense­ñó que el hombre impone una unidad a la natu­raleza, en su búsqueda científica: "Fuera de la actividad humana, la naturaleza no es una uni­dad en sí misma; la naturaleza está formada en sí misma, por una cantidad de objetos diversos en el tiempo y en el espacio"[2].  Los científicos mismos son los que saben mejor. Ellos no imponen nada, solamente hacen "des­cubrimientos", descubrimientos que nos revelan la armonía y unidad que ya estaba allí en el uni­verso.

La creación nos habla a nosotros (Salmo 19:2-3)
El apóstol Pablo escribió: "La naturaleza misma ¿no os enseña...? Es este principio que se en­cuentra en estos dos versículos.
"Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabra, Ni es oída su voz. Por toda la tierra salló su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras”.
         Durante el día, la revelación de Dios se demues­tra tan claramente en el sonido del viento, el canto de las aves, y en los árboles, las flores, etc.[3] En la noche, su voz es más suave, mientras escuchamos el golpeteo del agua en la orilla, vemos las estrellas como pequeñas luces arriba en el firmamento, y sentimos el viento frío en­trar por la ventana. De cuán diversas maneras se nos comunica Dios, si tan sólo tuviéramos oídos para escucharla. ¡No se trata de una co­municación verbal! No hay palabras, y aun así su voz se escucha (esa es la mejor traducción). En realidad, Dios nos habla a través de la crea­ción.
         Pero el segundo sitio en el cual Dios nos ha de­jado su revelación, su Palabra, es incomparable­mente más completo y precioso. Y el tercer si­tio, y el último de la infalible revelación, el de su Hijo (Hebreos 1:2) es el que nos acerca más al corazón de Dios. Pero si Dios decidió revelar­se a sí mismo primero a través de la creación, ¿no debemos entonces escuchar?

¿Qué nos enseña la creación?
Si usted estudia cuidadosamente este tema, verá que hay muchas cosas que podemos aprender en la creación. Aquí hay algunas:
1. La omnisciencia de Dios, su omnipresencia y su omnipotencia (Isaías 40-48).
2. La unidad de la Deidad (Romanos 1:20)
3.  La transcendencia de Dios (Hechos 17: 24-25)
4. La bondad de Dios para con nosotros (Mateo 6:26-31; Hechos 14:17).
5. La gloria de Dios (1 Corintios 15: 40-41).
6. La belleza y la armonía (Mateo 6:26).
7. La unidad y diversidad (Romanos 1:27; Gé­nesis 1).
8. El orden (1 Corintios 11).
Estos son algunos de los principios que nos en­seña la naturaleza. Y están allí para que los apli­quemos a nuestras vidas. Considere el numeral 7, la unidad y diversidad. Este principio lo encontramos en Dios, pues Él es un Dios y tres personas. También en la crea­ción del universo vemos un conjunto de leyes físicas, y a pesar de ello, una diversidad en la expresión de estas leyes.
En la creación de la humanidad vemos la uni­dad del hombre, el hombre y la mujer en uni­formidad, creados juntos, pero se hace eviden­te la clara diversidad de los mismos, cada uno con diferentes funciones y papeles en la vida. Por último, los cristianos vemos esta verdad ex­presada en la unidad del cuerpo de Cristo, con diversidad de miembros y cada uno con diferen­tes dones: "Así nosotros, siendo muchos, so­mos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que teniendo di­ferentes dones, según la gracia que nos es dada" (Rom. 12:5-6).

La creación es un testimonio firme y universal (Salmo 19:4-6).
Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol; Y         éste, como esposo que sale de su tálamo, Se alegra cual gigante para recorrer el camino. De un extremo de los cielos es su salida, Y su curso hasta el término de ellos; Y nada hay que se esconda de su calor.
         A través de todos los siglos y en todas partes del mundo, el hombre es responsable ante Dios, pues todos han visto el testimonio de Dios en la creación. "Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras". Por esto el apóstol basa su argumento de Romanos 10:18 en este versículo. No habrá ni una sola persona que pueda decir " nadie me habló de Dios". La creación es el testimonio universal[4]. En particular, el sol es un ejemplo del testimo­nio fuerte de la creación. ¿Quién puede ignorar el sol cuando se levanta y cuando se oculta, día tras día, proveyendo fielmente a la humanidad y hablando de la bondad de Dios? Solamente el que intencionalmente cierra sus ojos para no ver el testimonio de Dios.
         Según la historia, sabemos que Copérnico rom­pió la tradición de la época en la iglesia y en la sociedad, diciendo que el centro del sistema so­lar era el sol y no la tierra. Esto no quiere decir que él no era un creyente. En efecto, el justificó su nuevo sistema heliocéntrico tomando en cuenta la lógica de que el sol, el testimonio más brillante de la gloria de Dios, era el centro de la órbita terrestre.
         En los años venideros, sin embargo, este mismo sol será el agente de la ira de Dios contra la hu­manidad rebelde: "y el sol se puso negro como tela de cilicio... y fue herida la tercera parte del sol, … y los hombres se quemaron con el gran calor." (Apocalipsis 6:12, 8:12, 16:9). También en épocas futuras, los cristianos no necesitaremos el sol, porque "la gloria de Dios la Ilumina, y el Cordero es su lumbrera" (Apocalipsis 21:23). El Señor Jesucristo, el Cordero de Dios, será el centro de la nueva creación.

Apéndice: Forma y libertad, así como en la at­mósfera.
         Cuando estudiaba algo sobre meteorología, me encontré con un ejemplo tremendo sobre el principio de la unidad y diversidad de la crea­ción. Todos estamos acostumbrados a ver las diversas formas de las nubes, y a admirar la be­lleza singular de los atardeceres. Pero lo que no es tan conocido, tal vez, es que el sistema del tiempo atmosférico está determinado en su totalidad por sólo cuatro ecuaciones, cuatro absolutas que no se pueden cambiar[5]. El trabajo de los meteorólogos es buscar las soluciones a estas cuatro ecuaciones, (lo cual se hace difícil, pues no sigue un patrón unilineal).
El estado particular de la atmósfera, en cual­quier momento, es siempre el resultado de estas cuatro ecuaciones. Y, aun así, hay infinidad de soluciones, cada una peculiar, y cada una deter­minada por las condiciones iniciales y fronteri­zas.
         ¿Qué aprendemos de este hecho? La belleza v la variedad del tiempo atmosférico no ocurre a pesar de leyes absolutas, sino como resultado de ellos. Si quitáramos alguna de estas leyes de conservación, habría un caos en la atmósfera. Los absolutos no impiden el estilo de Dios. De manera similar, en nuestra vida cristiana, el obedecer los absolutos de Dios no reprime nues­tra individualidad, belleza o libertad. Esa es la más grande mentira de Satanás hoy en día. Si dejamos a un lado todos los absolutos, nues­tras vidas sucumbirán, la sociedad se arruinará y se impondrá la anarquía. ¿Y dónde estarán en­tonces la belleza y la libertad? Pero si nos guia­mos por los absolutos de Dios, tales como su santidad y amor, habrá belleza real en nuestras vidas como cristianos. Y no seremos cristianos de molde, todos ¡guales. No; cada uno manten­dremos una relación viva con Dios, obedeciendo su palabra, y manifestando estos absolutos de una forma única y preciosa (de acuerdo con la personalidad individual y las circunstancias, es decir nuestras "condiciones iniciales y fronteri­zas".)
Tomado de la segunda sesión de "Los salmos de David sobre la creación".
Sendas de Vida, 1986




[1]         Mi madre tuvo esta experiencia, durante un paseo que hizo una tarde, en las montañas de los Andes en Colombia.
[2] John Dewey, "Mi Credo Pedagógico periódico esco­lar, Enero 1897, LTV, página 78, Chicago: A. Flanagan Co.
[3] En un libro reciente, Margaret Clarkson comparte cómo "el Dios que ella conocía y amaba" le habló "insistentemente" a trave's de su estudio y observa­ción de las aves. El título del libro "Ellas también cantan Sus alabanzas", (Grand Rapids: Zondevan. 1975.)
[4] Esto no significa que no debemos predicar el evan­gelio, pues hemos sido enviados a ir a todas las na­ciones discipulado, bautizando y enseñando todas las cosas que Él nos mandó (Mateo 28:19-20) Pero cuando lo hacemos, podemos recurrir al testimonio que ya existe en la creación, así como lo hizo Pablo.
[5] Ecuación de continuidad (conservación de la masa) Ecuación de moción; (conservación del momentum); Ecuación de termodinámica (conservación de la energía); Ecuación de vorticidad (conservación del momen­tum angular)          

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