Los hijos de Isaac
En nuestro último artículo hicimos mención de los dos
hijos de Abraham: Ismael e Isaac. En éste veremos algo acerca de los hijos de
Isaac: Jacob y Esaú.
Dice en la
Epístola a los Hebreos, capítulo 11, que Abraham “habitó en
la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob,
herederos juntamente de la misma promesa”.
Siendo Esaú el primogénito entre estos hijos, debiera
haber sido el heredero de Isaac su padre, y de las promesas que Dios le había
hecho. ¿Por qué entonces no llegó a serlo? Porque las despreció. Era
materialista y para él no valían las promesas de un Dios invisible acerca de
una posesión futura. Llegó un día con hambre a la tienda de su hermano Jacob y
le pidió un plato de lentejas. El hermano se lo dio solamente cuando Esaú había
convenido en cederle la primogenitura, o sea, los derechos del primer hijo.
No se puede perdonar la astucia de Jacob en cerrar este
negocio, pero sí notamos que puso valor a las promesas de Dios, mientras que
Esaú las despreció. Por este hecho Esaú se llama en las Escrituras una persona
profana; Hebreos 12.10. Leemos en Romanos 9.12 que Dios dice: “A Jacob amé, más
a Esaú aborrecí”. ¿Por qué aborrece Dios a Esaú? Porque por su presciencia
sabía que ese hombre aborrecería las promesas divinas, que hacían valer la
primogenitura.
Este derecho y bendición que Esaú vendió tan
miserablemente corresponde hoy a la salvación del alma, la cual se consigue por
fe en el Señor Jesucristo. Por la redención que el Salvador ha hecho por llevar
nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz del Calvario, Él ofrece la
salvación a todos los que creen. Dice que los tales no vendrán a condenación,
más han pasado de la muerte a la vida.
Hay los que, como Jacob, hacen aprecio de estas santas
promesas y echan mano a la vida eterna, arrepintiéndose de sus pecados y
recibiendo a Jesús como Salvador. Pero también los hay que como el profano Esaú
hacen desprecio de tales cosas y viven solamente por lo material, lo visible a
los sentidos, lo pasajero.
Los hechos de nuestra vida no tienen solamente su efecto presente sino el
futuro también. Llegó el día en que Esaú se arrepintió de haber despreciado su
primogenitura. Antes de morir su padre Isaac, él dio su bendición paterna a
Jacob, dejándole la primogenitura. Parece que Esaú pensaba hasta ese entonces
que Dios no había hecho caso del juramento ante su hermano Jacob cuando despreció
aquel derecho y bendición. Pero al darse cuenta de que Jacob había sido
nombrado heredero de su padre y de las bendiciones divinas, Esaú procuró con
lágrimas hacer que su padre se arrepintiera, más dice la Santa Escritura
que fue reprobado.
Están en el Seol, y van irremisiblemente al infierno,
muchos que en vida tuvieron la oportunidad de oír la Palabra de Dios. Sabían de
la promesa de salvación eterna, si sólo se acogieran a Cristo. Pero hoy con
llanto y crujir de dientes ellos lamentan la locura de haber despreciado, por
decirlo así, su primogenitura. “Está establecido a los hombres que mueran una
sola vez, y después el juicio”, Hebreos 9.27.
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