miércoles, 3 de enero de 2018

ESCENAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte XVI )

Los hijos de Isaac

En nuestro último artículo hicimos mención de los dos hijos de Abraham: Ismael e Isaac. En éste veremos algo acerca de los hijos de Isaac: Jacob y Esaú.
Dice en la Epístola a los Hebreos, capítulo 11, que Abraham “habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa”.
Siendo Esaú el primogénito entre estos hijos, debiera haber sido el heredero de Isaac su padre, y de las promesas que Dios le había hecho. ¿Por qué entonces no llegó a serlo? Porque las despreció. Era materialista y para él no valían las promesas de un Dios invisible acerca de una posesión futura. Llegó un día con hambre a la tienda de su hermano Jacob y le pidió un plato de lentejas. El hermano se lo dio solamente cuando Esaú había convenido en cederle la primogenitura, o sea, los derechos del primer hijo.
No se puede perdonar la astucia de Jacob en cerrar este negocio, pero sí notamos que puso valor a las promesas de Dios, mientras que Esaú las despreció. Por este hecho Esaú se llama en las Escrituras una persona profana; Hebreos 12.10. Leemos en Romanos 9.12 que Dios dice: “A Jacob amé, más a Esaú aborrecí”. ¿Por qué aborrece Dios a Esaú? Porque por su presciencia sabía que ese hombre aborrecería las promesas divinas, que hacían valer la primogenitura.
Este derecho y bendición que Esaú vendió tan miserablemente corresponde hoy a la salvación del alma, la cual se consigue por fe en el Señor Jesucristo. Por la redención que el Salvador ha hecho por llevar nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz del Calvario, Él ofrece la salvación a todos los que creen. Dice que los tales no vendrán a condenación, más han pasado de la muerte a la vida.
Hay los que, como Jacob, hacen aprecio de estas santas promesas y echan mano a la vida eterna, arrepintiéndose de sus pecados y recibiendo a Jesús como Salvador. Pero también los hay que como el profano Esaú hacen desprecio de tales cosas y viven solamente por lo material, lo visible a los sentidos, lo pasajero.
Los hechos de nuestra vida no tienen solamente su efecto presente sino el futuro también. Llegó el día en que Esaú se arrepintió de haber despreciado su primogenitura. Antes de morir su padre Isaac, él dio su bendición paterna a Jacob, dejándole la primogenitura. Parece que Esaú pensaba hasta ese entonces que Dios no había hecho caso del juramento ante su hermano Jacob cuando despreció aquel derecho y bendición. Pero al darse cuenta de que Jacob había sido nombrado heredero de su padre y de las bendiciones divinas, Esaú procuró con lágrimas hacer que su padre se arrepintiera, más dice la Santa Escritura que fue reprobado.
Están en el Seol, y van irremisiblemente al infierno, muchos que en vida tuvieron la oportunidad de oír la Palabra de Dios. Sabían de la promesa de salvación eterna, si sólo se acogieran a Cristo. Pero hoy con llanto y crujir de dientes ellos lamentan la locura de haber despreciado, por decirlo así, su primogenitura. “Está establecido a los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio”, Hebreos 9.27.

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