sábado, 27 de diciembre de 2025

El monte de los Olivos: Cristo el gran profeta

 


Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Mateo 24.3 Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Apocalipsis 19.10


Las cosas del Padre

La profecía ocupa un lugar importantísimo en las Sagradas Escrituras, porque en ella están revelados los propósitos de Dios. En el aposento alto, antes de salir al Getsemaní, nuestro Señor dijo a sus discípulos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.14,15.

La profecía se divide entre los acontecimientos ya cumplidos y los que están por cumplirse. El hecho de que tantas profecías se hayan cumplido, desde la del huerto de Edén hasta el tiempo presente, es para nosotros la prueba de que Dios cumplirá también, en su debido orden y tiempo, las demás profecías. Como fueron cumplidos al pie de la letra centenares de profecías en cuanto al primer advenimiento de Cristo, no hay duda de que tengan también su cabal cumplimiento las muchas profecías en cuanto a su segunda venida.

Se pueden notar en 1 Corintios 10.32 tres temas de la profecía: (i) los judíos, (ii) los gentiles y (iii) la Iglesia de Dios. Hay malas interpretaciones de la Biblia que ignoran esta distinción. Por ejemplo, un hombre va a consultar a su médico en cuanto a un mal que siente. Como no hay tabique entre la sala de espera y el consultorio, él oye lo que el médico está aconsejando al paciente que está delante. Se le ocurre que para economizar dinero él puede buscar los remedios que el médico está recetando para el otro, sin esperar una consulta para sí.

¡Qué ridículo! Lo que sirve para uno, no sirve para otro en cuestiones de medicina. En cuanto a la profecía, algunos leen Mateo 24, por ejemplo, y aplican varios detalles como si fueran para la Iglesia. El caso es que el sermón en el Olivar fue para Israel.

El monte en el esquema profético

Este monte está muy vinculado con los temas proféticos. Cristo partió de allí (O sea, del Getsemaní; ese huerto quedaba en una ladera del cerro) para el Calvario. “Se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron”, Lucas 22.39.

El volvió en resurrección, y de allí partió en su ascensión. Inmediatamente después de su subida, los discípulos “volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo”, Hechos 1.12.

Zacarías 14.4 trata de su venida en gloria como Rey de reyes: “Se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá en medio ... haciendo un valle muy grande”.

¿Veis todo esto?

El capítulo 24 de Mateo empieza con una profecía importante. A los discípulos le habían llamado la atención del Señor a los grandes edificios del templo, y El respondió: “¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”.

Parecía una cosa imposible, ya que el templo de Herodes llevó muchos años en construcción (según algunos, 46 años, incluyendo los edificios aparte del templo mismo), e incorporaba muchas enormes piedras de mármol blanco. Sin embargo, unos treinta y siete años después, en el año 70, un gran ejército romano tomó la ciudad de Jerusalén después de una lucha cruenta. Por algún motivo no explicado claramente, los soldados tumbaron las piedras con palancas de hierro. Efectivamente, todo fue arrasado, y la profecía de nuestro Señor se cumplió al pie de la letra.

Dos simientes

Cristo es el centro y la circunferencia de la profecía. Él es tema de la primera profecía, que es la del Génesis 3.

En vista de la calamidad en el Edén, cuando entró el pecado por la sutileza de la serpiente, Dios tuvo que pronunciar sentencia. Adán quiso esquivar su responsabilidad, alegando que la mujer le había dado del fruto del árbol. Dios se dirigió a ella, diciendo: “¿Qué es lo que has hecho?” Ella por su parte quiso culpar a la serpiente.

Así, Él se dirigió a la serpiente. En este caso fue una culebra que se prestó como instrumento de Satanás, como han hecho tantos seres humanos hasta el presente, y entre ellos Judas Iscariote. Le dijo Dios: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida”, 3.14. Era un castigo corporal y material.

En el versículo 15 hay un cambio evidente, cuando Dios habla de la simiente de la mujer. Hay una sola mujer en toda la historia humana de cuya simiente se habla, y el texto está en Isaías 7.14: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. ¡Cuán clara es esta profecía en cuanto a la encarnación! No figura aquí ningún padre humano, por cuanto Cristo no fue engendrado por varón. El era simiente de la mujer, como fue profetizado 4000 años antes de nacer María.

Luego Dios hace referencia a la simiente de la serpiente, Satanás. La tercera palabra de Dios a la serpiente tendría su cumplimiento en el Calvario. Fue: “Esta te herirá en la cabeza”. Vemos cuán importante fue la parte que tuvo el diablo en los sufrimientos del Señor. El entró en Judas y con el cebo de la codicia le hizo traidor. Después, el odio, la malicia y las maquinaciones de los sacerdotes y gobernadores fueron despertados por el cebo de la envidia.

El Salvador exclamó en el Salmo 22 que los toros de Basán abrieron sobre él su boca como león rapaz y rugiente. El toro es un animal que embiste ciegamente y sin provocación, y así fueron los sacerdotes. El “león” en el salmo es Satanás, la inspiración de los insultos, burlas, blasfemias y calumnias. “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”, decían. El diablo había hablado de esta misma manera en Mateo 4.3 para insinuar que Cristo no era divino.

Fue Satanás quien le metió miedo a Poncio Pilato. Actuando contra sus convicciones, este hombre se hizo cómplice de los enemigos de Jesús. Mandó azotarle y permitió a sus soldados cometer atrocidades contra la persona santa de nuestro Señor. El miedo es otro cebo que emplea el león rugiente para amedrentar el espíritu de los fuertes.

La última parte de la profecía en Génesis es: “Tú le herirás en el calcañar”. Nuestro Señor, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos; Hebreos 2.9. El padeció de maneras indecibles la mordedura de la serpiente, pero a la postre aplastó a ésta debajo de su pie. Leemos en Hebreos 2.14 que El participó de carne y sangre “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. El mensaje del evangelio de Cristo es que los que creen se convierten de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; Hechos 26.18. Satanás es un enemigo vencido.

Algunas figuras proféticas

El primer tipo profético lo encontramos en Génesis 2.21 al 24. Es la figura de la esposa. “De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Encontramos en Efesios 5.25 al 27 que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella ... a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa...”

Como Adán recibió a su esposa mediante su costado herido, así por sus heridas en la cruz nuestro Señor Jesús tiene una esposa que es “hueso de sus huesos y carne de su carne”. Comprada a precio de su sangre y objeto de su amor, la Iglesia es purificada por la Palabra y El intercede por ella delante del Padre. Cuando El venga, ella será transformada en la misma imagen y semejanza de su Señor, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante.

Miqueas, escribiendo 710 años antes de Cristo, profetiza el lugar de su nacimiento: “Tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel”. Se distingue este pueblo de la otra Belén en Zabulón. David nació en Belén, haciendo de éste un pueblo real. Cristo nació con doble título al trono de David: por María, quien era del linaje real, y de José políticamente; véanse Mateo 1.6 y Lucas 3.23.

En Isaías 62.11 está la primera referencia a Cristo como Jesús. El nombre traducido allí como Salvador es en el original Yesua, y quiere decir “Jehová Salvador”. Mateo 1.21 da la razón: “El salvará a su pueblo de sus pecados”. Vemos, pues, que Jesús encierra un doble significado: su deidad como Jehová, y su carácter como Salvador. ¡Cuántas multitudes en todas partes del mundo nombran a Jesús despectivamente y hasta con blasfemia, ignorando su personalidad trascendental!

Los primeros versículos de Isaías 61 se refieren proféticamente a Cristo en su ministerio de amor: “... a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos ...” El Señor mismo indicó en Lucas 4.17 al 21 que la profecía tuvo su cumplimiento con su venida a este mundo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

El capítulo 53 de Isaías es un resumen bien acertado del nacimiento de Cristo, sus padecimientos y su gloria futura. Aunque pronunciadas siete siglos antes de su realización en la vida y muerte de Cristo, las palabras son inmortales, y han comunicado vida eterna a las almas que las han recibido.

Los salmos de David fueron escritos mil años antes de la encarnación de nuestro Salvador, pero varios de ellos los llamamos salmos mesiánicos porque son proféticos de él. Se distinguen como mesiánicos por ser citados con relación a Cristo en el Nuevo Testamento.

El Salmo 22, por ejemplo, se conoce como “el salmo de la cruz”, empezando con el clamor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El, hacia el final de las seis horas de padecimientos indecibles, y en las tinieblas desde el mediodía hasta las 3:00 de la tarde, repitió estas mismas palabras en gran angustia. El sufrió el desamparo por causa de nuestros pecados para que encontrásemos un amparo eterno debajo de las alas del Omnipotente.

El apóstol Juan, testigo presencial de los sufrimientos del Calvario, ha indicado en su relato inspirado cuatro profecías que fueron cumplidas en la crucifixión:

¨       Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Salmo 22.18, Juan 19.23, 24

¨       Sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese, Tengo sed. Salmo 69.21, Juan 19.28,29

¨       No le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza. Salmo 34.20, Juan 19.33,34

¨       Mirarán a mí, a quien traspasaron. Zacarías 12.10, Juan 19.37

En la mañana de la resurrección, cuando nuestro Señor se juntó con dos de los discípulos suyos en el camino a Emaús — una población a unos once kilómetros de Jerusalén — ellos no le conocieron. Después de haberles reprendido por su incredulidad, El les convenció por la palabra profética que todo había sucedido como fue antedicho en las Escrituras. “Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. Notamos así la armonía perfecta de todas las profecías en cuanto a la persona de Cristo y su obra trascendental de la cruz.

El objetivo

La finalidad de la palabra profética es:

1. Comprobar la inspiración divina de las Sagradas Escrituras. “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él”, Deuteronomio 18.22

2.  Ensalzar la persona de nuestro Señor Jesucristo, vindicar su obra y hacer hincapié en el futuro glorioso que le espera. “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? ... les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”, Lucas 24.26,27

3. Dar al pueblo del Señor una inteligencia en cuanto a los propósitos de Dios. “Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.15

4. Controlar la vida y el comportamiento del creyente y de la Iglesia. “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!” 2 Pedro 3.11

El peligro es de conseguir un conocimiento teórico de la palabra profética pero no manifestarlo en la vida privada día a día, ni colectivamente con nuestros hermanos en la fe.

Una advertencia

Advierte nuestro Señor: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”, Mateo 7.15.

Desde tiempos antiguos han habido falsos profetas. Uno de ellos fue Balaam, quien por amor a la ganancia material estaba dispuesto a maldecir al pueblo terrenal de Dios. Su consejo al rey Balac fue el de poner una trampa en forma de la fornicación y la idolatría para la destrucción de los hijos de Israel. Murieron veintitrés mil en un solo día.

Estamos en los días postreros según el apóstol Pablo, y son tiempos peligrosos. Profetas falsos y fundadores de herejías perniciosas se multiplican, cosa que llegará a su colmo cuando suba de la tierra el que se llama la bestia, Apocalipsis 13.11. El mismo se llama más adelante, 16.13, el falso profeta, y es el anticristo.

El creyente verdadero puede protegerse de estos peligros al rechazar rotundamente toda insinuación que rebaje en algo la persona y los atributos de nuestro Señor. Nada le conviene contaminar el alma con la lectura del material de los llamados testigos de Jehová, los adventistas, o los mormones, ni de la secta “Sólo Jesús” y la metafísica. En todos éstos hay escondido uno que otro veneno mortífero.

Santiago Saword

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