domingo, 28 de diciembre de 2025

La Mujer que agrada a Dios (3)


 

La mujer Ideal

 


Al seguir buscando cómo es la mujer que agrada a Dios observaremos las características de otras mujeres que encontramos en el Nuevo Testamento No hay descripciones completas, más bien vislumbramos instantáneas. Es poco probable que una sola mujer pudiera encarnar el ideal divino. Por esta razón haremos un cuadro compuesto tomando de varias mujeres el conjunto de virtudes que agradan a Dios,

SUMISION Y OBEDIENCIA

Haremos bien si empezamos con María, la madre de nuestro Señor. ¿Qué hubo en esta mujer que hizo que Dios le mostrara su favor en una manera tan singular? Sólo se nos dice que era una virgen, desposada con José. Seguramente había pureza en su vida y devoción a Dios en su corazón, aunque no se habla de ello. Nuestra ventana a su carácter está en su respuesta al ángel: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (La 1:88). En ella había sumisión y estaba dispuesta a hacer la voluntad de Dios. María estaba totalmente en las manos de Dios porque confiaba en él. ¿Podría haber algo que agrada más a Dios?

María aparece varias veces en las Escrituras. Observemos una ocasión más. Se trata de las bodas de Caná de Galilea (Jn, 2:1-11). María dio el mejor consejo que se puede dar cuando dijo a los siervos: "Haced todo lo que [él] os dijere". No se equivoca la persona que se somete al Señor y obedece su palabra.

Debemos recordar que, aunque María fue tan bendecida y favorecida por Dios, necesitaba la salvación como cualquier ser humano. Ella reconoció esto al decir: "Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador" (Lc. 1:47).

JUSTICIA E IRREPRENSIBLIDAD

Elizabet, la madre de Juan Bautista y pariente de María, era mujer de edad más avanzada. La mayor parte de su vida ya había pasado cuando nos encontramos con ella. ¿Cómo se resume esa vida? Leemos que ella y su marido Zacarías "ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor" (Lc. 1:6). Esto es lo que Dios desea en nosotros, varones y mujeres por igual: “Nos escogió… para que fuésemos santos y sin mancha delante de él" (Ef. 14),

DEVOCION A DIOS

Ana fue una anciana de Jerusalén que "no se apartaba del templo sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones" (LC 2:37). Estaba en el templo cuando trajeron al niño Jesús para presentarlo al Señor. Al ver al niño ella dio gracias a Dios porque veía en él la redención de Israel. Llena de gozo habló de él a otros. Toda la vida de Ana fue consagrada a Dios: su tiempo, su energía y todo lo que tenía. A nosotras se nos exhorta a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios" (Ro. 12:1). Debemos buscar "primeramente el reino de Dios" (Mt. 6:33) y "poner la mira en las cosas de arriba" (Col. 3:2). ¿En qué están puestos nuestros corazones? ¿Para quién es nuestra devoción? ¿Para nosotras mismas; para el mundo o para Dios?

AMOR Y GRATITUD

María Magdalena fue una mujer de quien el Señor echó siete demonios. La primera mención de ella en la Biblia es cuando forma parte del grupo de mujeres " que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades que le servían de sus bienes" (Lc. 8:2, 3). El amor y la gratitud que sentía por su liberación eran tan grandes que quería estar con el Señor para servirle sin importar lo que le costara a ella misma. La vemos otra vez velando afligida junto a la cruz (Mt. 27:55, 56), y luego llorando cerca de la tumba (Jn. 20:1-18). Allí su corazón amante tuvo la satisfacción de ver al Señor resucitado. Marcos nos dice que apareció primero a María Magdalena (Mr. 16:9). ¡Qué galardón tan grande recibió su amor y gratitud!

En otra ocasión el Señor también mostró que apreciaba la gratitud, Cuando sanó a diez leprosos y sólo uno vino a decir gracias y a adorarle, preguntó: "Y los nueve, ¿dónde están?" (Lc. 17:17). Ciertamente debe haber un corazón agradecido en todas las que llamamos a Jesús, Señor

FE

Escribiendo a Timoteo, Pablo dijo: "Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice" (2 Ti. 1:5). Estas dos mujeres destacan por su fe sincera en Dios, fe que operaba en sus vidas y que comunicaban a Otros. Aparentemente se esmeraron en enseñar las Escrituras al joven.

Timoteo, pensando en su salvación (2 Ti. g: 15). ¡Ojalá que tal fidelidad caracterizara a todas las madres y abuelas y a todas las mujeres que tienen contacto con niños!

ADORACION

Cada vez que vemos a María de Betania ella está a los pies del Señor. En Lucas 10:38-42 está sentada a sus pies escuchando su palabra, En Juan 11:32 cae a sus pies llorando su angustia por la muerte de su hermano. En Juan 12:3 ella unge con perfume muy costoso y los enjugaba con sus cabellos. La fragancia del perfume llenó la casa y la fragancia de su adoración alegró el corazón del Señor. María sabía adorar en espíritu y verdad y Dios "a tales adoradores busca que le adoren" (Jn. 4:28). Alguien ha definido la adoración como el rebosar de un corazón lleno de Cristo. "Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor" (Sal. 95:6).

BUENAS OBRAS

Marta, la de Betania, parece ser muy diferente a su hermana María, y muchas veces se la considera como muy poco espiritual. Es la ama de casa con poco tiempo para el Señor. Pero leemos que "amaba Jesús a Marta" (Jn. 11:5) y ella tenía fe verdadera y leal en él (Jn. 11:21-27). El Señor aprecia y necesita a ambas, las Martas y las Marías. El problema de Marta era que "se preocupaba con muchos quehaceres" (Lc. 10:40) y es muy fácil para nosotras también perder el equilibrio de las cosas. Dios aprecia nuestro servicio, pero no a expensas de nosotras mismas. Lo que somos vale mucho más que lo que hacemos. Necesitamos equilibrio entre el sentarnos a sus pies y el servirle.

En Hechos 9:86-41 leemos de Dorcas que "abundaba en buenas obras y limosnas que hacía". No tenemos detalles de sus buenas obras, pero sabemos qué hacía túnicas y vestidos y que su bondad hacia las viudas fue tal que lloraban y lamentaban su muerte. Ella recibe el nombre de discípula y demostró la realidad de su nueva vida por su cuidado de otros. Es ejemplo vivo de la fe que describe Santiago: fe acompañada por obras (Stg. 2:14-26).

Aunque no somos salvas por obras, lo somos para buenas obras, "las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef. 2:9, IO). "De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis" (Heb. 13:16).

HOSPITALIDAD

En la ciudad de Filipos vivía "una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de Tiatira, que adoraba a Dios" (Hch. 16:14). Era gentil, pero solfa reunirse con mujeres judías piadosas para orar a Dios, Ya que no había sinagoga en Filipos, Pablo y su compañía se juntaron con este grupo de mujeres y empezaron a enseñarles. El Señor abrió el corazón de Lidia y el corazón abierto produjo una casa abierta y ella rogó a los misioneros que aceptaran su hospitalidad. Y fue así como la casa de Lidia fue el lugar donde se empezó a reunir la primera iglesia en Europa. ¡Un corazón abierto, una casa abierta y un continente abierto!

Pedro exhorta: "Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones" (1 P. 4:9) y otro pasaje dice: "No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles" (Heb. 13:2). ¿Cuántas veces hemos perdido la oportunidad de recibir a ángeles por nuestra falta de hospitalidad?

SERVICIO EN EL EVANGELIO

Pablo menciona a varias mujeres en Romanos 16 como ayudantes y colaboradoras en su ministerio. Febe ere "diaconisa de la iglesia en Cencrea" y ella había ayudado a muchos. Priscila, colaboradora de Pablo en Cristo Jesús, sirvió con su marido en Corinto, Éfeso y Roma. Eran aptos para enseñar, la iglesia se reunía en su casa y habían expuesto su vida por Pablo. María había trabajado mucho en Roma. Trifena y Trifosa "trabajaron en el Señor". Pérsida había "trabajado mucho en el Señor". Escribiendo a los filipenses, Pablo menciona que Evodia y Síntique " combatieron juntamente conmigo en el evangelio' (Fil. 4:2, 3).

No se especifica qué tipo de trabajo hicieron estas mujeres, pero las palabras diaconisa, colaboradora y ayuda sugieren un ministerio de apoyo. No hay base para suponer que estas mujeres tenían un ministerio de predicar y enseñar como lo hacía Pablo, como algunos quisieran pensar, pero que ellas trabajaron, y trabajaron mucho, dice algo del fervor y la devoción con que sirvieron al Señor. Lo hicieron para la gloria de Dios y "de tales sacrificios se agrada Dios" (Heb. 13:16).

Fay Smart y Jean Young

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