La mujer Ideal
Al seguir
buscando cómo es la mujer que agrada a Dios observaremos las características de
otras mujeres que encontramos en el Nuevo Testamento No hay descripciones
completas, más bien vislumbramos instantáneas. Es poco probable que una sola
mujer pudiera encarnar el ideal divino. Por esta razón haremos un cuadro
compuesto tomando de varias mujeres el conjunto de virtudes que agradan a Dios,
SUMISION Y OBEDIENCIA
Haremos bien si
empezamos con María, la madre de nuestro Señor. ¿Qué hubo en esta mujer que
hizo que Dios le mostrara su favor en una manera tan singular? Sólo se nos dice
que era una virgen, desposada con José. Seguramente había pureza en su vida y
devoción a Dios en su corazón, aunque no se habla de ello. Nuestra ventana a su
carácter está en su respuesta al ángel: "He aquí la sierva del Señor;
hágase conmigo conforme a tu palabra" (La 1:88). En ella había sumisión y
estaba dispuesta a hacer la voluntad de Dios. María estaba totalmente en las
manos de Dios porque confiaba en él. ¿Podría haber algo que agrada más a Dios?
María aparece
varias veces en las Escrituras. Observemos una ocasión más. Se trata de las
bodas de Caná de Galilea (Jn, 2:1-11). María dio el mejor consejo que se puede
dar cuando dijo a los siervos: "Haced todo lo que [él] os dijere". No
se equivoca la persona que se somete al Señor y obedece su palabra.
Debemos
recordar que, aunque María fue tan bendecida y favorecida por Dios, necesitaba
la salvación como cualquier ser humano. Ella reconoció esto al decir: "Mi
espíritu se regocija en Dios mi Salvador" (Lc. 1:47).
JUSTICIA E IRREPRENSIBLIDAD
Elizabet, la
madre de Juan Bautista y pariente de María, era mujer de edad más avanzada. La
mayor parte de su vida ya había pasado cuando nos encontramos con ella. ¿Cómo
se resume esa vida? Leemos que ella y su marido Zacarías "ambos eran
justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y
ordenanzas del Señor" (Lc. 1:6). Esto es lo que Dios desea en nosotros,
varones y mujeres por igual: “Nos escogió… para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él" (Ef. 14),
DEVOCION A DIOS
Ana fue una
anciana de Jerusalén que "no se apartaba del templo sirviendo de noche y
de día con ayunos y oraciones" (LC 2:37). Estaba en el templo cuando
trajeron al niño Jesús para presentarlo al Señor. Al ver al niño ella dio
gracias a Dios porque veía en él la redención de Israel. Llena de gozo habló de
él a otros. Toda la vida de Ana fue consagrada a Dios: su tiempo, su energía y
todo lo que tenía. A nosotras se nos exhorta a presentar nuestros cuerpos en
sacrificio vivo a Dios" (Ro. 12:1). Debemos buscar "primeramente el
reino de Dios" (Mt. 6:33) y "poner la mira en las cosas de
arriba" (Col. 3:2). ¿En qué están puestos nuestros corazones? ¿Para quién
es nuestra devoción? ¿Para nosotras mismas; para el mundo o para Dios?
AMOR Y GRATITUD
María Magdalena
fue una mujer de quien el Señor echó siete demonios. La primera mención de ella
en la Biblia es cuando forma parte del grupo de mujeres " que habían sido
sanadas de espíritus malos y de enfermedades que le servían de sus bienes"
(Lc. 8:2, 3). El amor y la gratitud que sentía por su liberación eran tan
grandes que quería estar con el Señor para servirle sin importar lo que le
costara a ella misma. La vemos otra vez velando afligida junto a la cruz (Mt.
27:55, 56), y luego llorando cerca de la tumba (Jn. 20:1-18). Allí su corazón
amante tuvo la satisfacción de ver al Señor resucitado. Marcos nos dice que
apareció primero a María Magdalena (Mr. 16:9). ¡Qué galardón tan grande recibió
su amor y gratitud!
En otra ocasión
el Señor también mostró que apreciaba la gratitud, Cuando sanó a diez leprosos
y sólo uno vino a decir gracias y a adorarle, preguntó: "Y los nueve,
¿dónde están?" (Lc. 17:17). Ciertamente debe haber un corazón agradecido
en todas las que llamamos a Jesús, Señor
FE
Escribiendo a
Timoteo, Pablo dijo: "Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en
ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice" (2
Ti. 1:5). Estas dos mujeres destacan por su fe sincera en Dios, fe que operaba
en sus vidas y que comunicaban a Otros. Aparentemente se esmeraron en enseñar
las Escrituras al joven.
Timoteo,
pensando en su salvación (2 Ti. g: 15). ¡Ojalá que tal fidelidad caracterizara
a todas las madres y abuelas y a todas las mujeres que tienen contacto con
niños!
ADORACION
Cada vez que vemos a María de Betania ella está a
los pies del Señor. En Lucas 10:38-42 está sentada a sus pies escuchando su
palabra, En Juan 11:32 cae a sus pies llorando su angustia por la muerte de su
hermano. En Juan 12:3 ella unge con perfume muy costoso y los enjugaba con sus
cabellos. La fragancia del perfume llenó la casa y la fragancia de su adoración
alegró el corazón del Señor. María sabía adorar en espíritu y verdad y Dios
"a tales adoradores busca que le adoren" (Jn. 4:28). Alguien ha
definido la adoración como el rebosar de un corazón lleno de Cristo.
"Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro
Hacedor" (Sal. 95:6).
BUENAS
OBRAS
Marta, la de Betania, parece ser
muy diferente a su hermana María, y muchas veces se la considera como muy poco
espiritual. Es la ama de casa con poco tiempo para el Señor. Pero leemos que
"amaba Jesús a Marta" (Jn. 11:5) y ella tenía fe verdadera y leal en
él (Jn. 11:21-27). El Señor aprecia y necesita a ambas, las Martas y las
Marías. El problema de Marta era que "se preocupaba con muchos
quehaceres" (Lc. 10:40) y es muy fácil para nosotras también perder el
equilibrio de las cosas. Dios aprecia nuestro servicio, pero no a expensas de
nosotras mismas. Lo que somos vale mucho más que lo que hacemos. Necesitamos
equilibrio entre el sentarnos a sus pies y el servirle.
En Hechos 9:86-41 leemos de Dorcas
que "abundaba en buenas obras y limosnas que hacía". No tenemos
detalles de sus buenas obras, pero sabemos qué hacía túnicas y vestidos y que
su bondad hacia las viudas fue tal que lloraban y lamentaban su muerte. Ella
recibe el nombre de discípula y demostró la realidad de su nueva vida por su
cuidado de otros. Es ejemplo vivo de la fe que describe Santiago: fe acompañada
por obras (Stg. 2:14-26).
Aunque no somos salvas por obras,
lo somos para buenas obras, "las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas" (Ef. 2:9, IO). "De hacer bien y de la ayuda
mutua no os olvidéis" (Heb. 13:16).
HOSPITALIDAD
En la ciudad de Filipos vivía
"una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de Tiatira, que adoraba a
Dios" (Hch. 16:14). Era gentil, pero solfa reunirse con mujeres judías
piadosas para orar a Dios, Ya que
Pedro exhorta: "Hospedaos los
unos a los otros sin murmuraciones" (1 P. 4:9) y otro pasaje dice:
"No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo,
hospedaron ángeles" (Heb. 13:2). ¿Cuántas veces hemos perdido la
oportunidad de recibir a ángeles por nuestra falta de hospitalidad?
SERVICIO EN EL EVANGELIO
Pablo menciona a varias mujeres en
Romanos 16 como ayudantes y colaboradoras en su ministerio. Febe ere
"diaconisa de la iglesia en Cencrea" y ella había ayudado a muchos.
Priscila, colaboradora de Pablo en Cristo Jesús, sirvió con su marido en
Corinto, Éfeso y Roma. Eran aptos para enseñar, la iglesia se reunía en su casa
y habían expuesto su vida por Pablo. María había trabajado mucho en Roma.
Trifena y Trifosa "trabajaron en el Señor". Pérsida había
"trabajado mucho en el Señor". Escribiendo a los filipenses, Pablo
menciona que Evodia y Síntique " combatieron juntamente conmigo en el
evangelio' (Fil. 4:2, 3).
No se especifica qué tipo de
trabajo hicieron estas mujeres, pero las palabras diaconisa, colaboradora y
ayuda sugieren un ministerio de apoyo. No hay base para suponer que estas
mujeres tenían un ministerio de predicar y enseñar como lo hacía Pablo, como
algunos quisieran pensar, pero que ellas trabajaron, y trabajaron mucho, dice
algo del fervor y la devoción con que sirvieron al Señor. Lo hicieron para la
gloria de Dios y "de tales sacrificios se agrada Dios" (Heb. 13:16).
Fay Smart y Jean Young

No hay comentarios:
Publicar un comentario