domingo, 28 de diciembre de 2025

La Salvación, Una Introducción (6)

 La Justificación

Puntos clave

   La justificación en la Biblia depende exclusivamente de la muerte de Cristo.

   La justificación es el veredicto final que Dios pronuncia.

   La justificación se recibe por fe.

   La justificación es inspirada por la gracia de Dios.

En noviembre de 1515, Martín Lutero, un profesor de teología sagrada en la Universidad de Wittenberg, comenzó a estudiar la epístola a los Romanos para exponerla en profundidad a sus estudiantes. La experiencia le iba a cambiar la vida. Más adelante escribió:

Entendí la verdad que la justicia de Dios es esa justicia mediante la cual, por pura gracia y misericordia, Él nos justifica por fe. Enseguida supe que había nacido de nuevo y que había pasado por puertas abiertas al paraíso. Toda la Escritura adquirió un nuevo significado; allí donde antes “la justicia de Dios” me había llenado de odio, ahora vino a ser indescriptiblemente agradable para en un amor más grande. Este pasaje de Pablo se convirtió en una puerta al cielo para mí.

Se puede decir que la Reforma comenzó en el momento en que Lutero clavó sus noventa y cinco tesis a la puerta de la iglesia del Castillo de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Estaba indignado por la venta de “indulgencias” de la iglesia católica, que prometían la remisión de pecados a cambio del pago de dinero. Las noventa y cinco tesis fueron el intento de Lutero de exponer la corrupción doctrinal y moral de la iglesia católica romana.  Por ejemplo, la tesis ochenta y seis preguntas: “¿Por qué el papa, cuya fortuna hoy es mayor que la del pudiente Craso, no construye la basílica de San Pedro con su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?” El debate que provocó se extendió por toda Europa. La iglesia católica perdió muchos seguidores y surgieron muchas iglesias nuevas. Aunque la iglesia católica ya no vende “indulgencias” y ha corregido algunos de sus casos más extremos de corrupción, aún enseña que la aceptación de Dios no depende exclusivamente de la fe. Enseña que la justificación depende del sacramento del bautismo, se mantiene por penitencia y se puede perder por un pecado “mortal”.

La palabra “justificar” (dikaioo) significa librar de culpa y declarar ser justo. Aquellos a quienes Dios ha justificado son, como resultado, “justos” a los ojos de Dios.

La justificación es una verdad clave del Nuevo Testamento, ya que se ocupa de las preguntas más fundamentales: ¿cómo podemos ser justos ante Dios? El Señor Jesucristo y los apóstoles enseñaron que ningún hombre jamás ha vivido una vida perfectamente justa, excepto el Señor Jesucristo mismo. Él es el “Justo” (Hch. 3:14), mientras que nosotros somos los “injustos” (1 P. 3:18). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, nunca seremos justos a los ojos de Dios. Sin embargo, Dios está dispuesto a justificarnos. Él lo hace si nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra confianza en Él. De ahí que lo crucial sea nuestra actitud hacia Dios. Esto requiere un cambio de nuestra parte, porque nuestra tendencia natural es oponernos a Dios.

Cuando Dios justifica al hombre, actúa como juez y libra de culpa al pecador. Esto sucede en el momento de la conversión, pero será revelado plenamente cuando lleguemos al cielo.

La justificación no significa quitar la capacidad de pecar, sino es más bien un veredicto. Dios libra de culpa al pecador porque su castigo ha sido llevado por Cristo, y el pecador recibe el beneficio de ello cuando confía en Cristo para salvación. Dios ya no le exigirá al pecador que tenga que responder por sus pecados, sino que lo considera como alguien que no tiene que dar cuenta de ningún pecado. El pecador es redefinido como uno que está “en Cristo”, y no “en Adán”.

Un hombre o una mujer es justificado(a) en el momento de su salvación. Cuando la persona pone su fe en Dios, Él lo justifica. El medio de la justificación para nosotros es la fe.

La gracia y el amor de Dios son la inspiración de la salvación. Él justifica porque desea salvar al hombre. Sin importar cuánta gracia mostrara Dios, no podía hacer algo incorrecto. No era posible que simplemente nos absolviera. El pecado es un delito y una transgresión de la ley de Dios que debe ser castigado. La cruz es la solución de Dios al problema de nuestra culpa. Al castigar a su Hijo por nuestro pecado, ya no tiene la necesidad de castigarnos a nosotros. Evidentemente, el beneficio de la cruz sólo es experimentado por los que lo aceptan. La salvación es un regalo que Dios ofrece. Si la salvación es rechazada, Dios castigará al que haya rechazado su oferta. El hecho de que el Señor Jesucristo soportara el castigo por el pecado en todas sus formas no significa que Dios no pueda castigar a un hombre por sus propios pecados. Al creerle a Dios, se le da al creyente vida eterna, sus pecados son perdonados, recibe al Espíritu Santo, pero la más importante de todas sus bendiciones es la verdad de que Dios ahora lo considera justificado y libre de toda culpa.

La capacidad de vivir de manera justa es muy diferente. El hecho de que Dios nos ha justificado es una verdad posicional y no influye directamente en nuestra justicia personal. Sin embargo, en el momento de la salvación, Dios también le da al creyente una nueva naturaleza a través del nuevo nacimiento, el Espíritu Santo para que more dentro de él y la guía escrita en la Biblia para ayudarlo a desarrollar su justicia personal.

Quizás sea la verdad más importante del Nuevo Testamento. Nuestra salvación depende de ella. La cruz es su fundamento. Aunque es peligroso ordenar las doctrinas por orden de importancia, se puede observar que, en el discurso más grande de Pablo sobre la salvación, la epístola a los Romanos, el punto central es la justificación. Como Dios puede librar de culpa al pecador, también puede impartirle nueva vida y perdonarlo.

Como hemos notado, la justificación y la justicia están interrelacionadas. Un hombre justo es un hombre recto. La Biblia llama “justos” a ciertas personas (como Simeón en Lc. 2:25 y Abel en Mt. 23:35) no porque nunca pecaran, ni porque fueran justificados por fe (aunque sí lo fueron), sino porque sus vidas eran rectas y justas. Pero ningún hombre, a excepción del Señor Jesucristo, es absolutamente justo o recto.

ESCRITURAS CLAVE

Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido (Lucas 18:13,14).

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica (Romanos 8:33).

Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas (Romanos 10:5).

Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3:20).

El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gálatas 2:16).

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28).

Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree (Hechos 13:39).

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3:23-26).

Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque, así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos (Romanos 5:18,19).

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira (Romanos 5:9).

Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:24,25).

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Romanos 8:33,34).

CITAS CLAVE

La justificación no significa que se hayan pasado por alto, suspendido o alterado las demandas justas de Dios, sino que en Cristo han sido satisfechas todas sus demandas. La vida de perfecta obediencia a la ley que llevó Cristo y su muerte expiatoria que pagó el castigo son las bases de nuestra justificación (Ro. 5:9).  Charles Caldwell Ryrie

En la teología, la justificación es el acto jurídico por medio del cual Dios declara que uno es justo al imputarle justicia. Es algo jurídico, no basado en la experiencia, y todos los creyentes en Cristo son igualmente justificados.  John F. Walvoord.


Alan Summers

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