La Justificación
Puntos clave
•
La justificación en la
Biblia
depende exclusivamente de la
muerte de Cristo.
•
La justificación es el veredicto
final que Dios pronuncia.
•
La justificación se recibe por fe.
•
La justificación es inspirada por la gracia de
Dios.
En noviembre de 1515, Martín Lutero, un profesor de teología
sagrada en la Universidad de Wittenberg, comenzó a estudiar la epístola a los
Romanos para exponerla en profundidad a sus estudiantes. La experiencia le iba a cambiar la vida. Más adelante escribió:
Entendí la verdad que la justicia de Dios es esa justicia mediante
la cual, por pura
gracia y misericordia, Él nos justifica por fe. Enseguida supe que había nacido de nuevo y que
había pasado por puertas abiertas al paraíso. Toda la Escritura adquirió un
nuevo significado; allí donde antes “la justicia de Dios” me había llenado de
odio, ahora vino a ser indescriptiblemente agradable
para mí en un amor más grande. Este pasaje de Pablo se convirtió en una puerta al cielo para mí.
Se puede decir que la Reforma comenzó en el momento en que
Lutero clavó sus noventa y cinco tesis a la puerta de la iglesia del Castillo
de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Estaba indignado por la venta de
“indulgencias” de la iglesia católica, que prometían la remisión de pecados a
cambio del pago de dinero. Las noventa y
cinco tesis fueron el intento de Lutero de exponer
la corrupción doctrinal y moral de la iglesia católica
romana. Por ejemplo, la
tesis ochenta y seis
preguntas: “¿Por qué el papa, cuya fortuna hoy es mayor que la del pudiente Craso, no construye la basílica de San
Pedro con su propio dinero, en lugar
de hacerlo con el de los pobres creyentes?” El debate que provocó se extendió
por toda Europa. La iglesia católica perdió
muchos seguidores y surgieron muchas iglesias nuevas. Aunque la iglesia
católica ya no vende “indulgencias” y ha corregido algunos de sus casos más extremos de corrupción, aún
enseña que la aceptación de Dios no depende exclusivamente de la fe. Enseña que
la justificación depende
del sacramento del bautismo, se mantiene por penitencia y
se puede perder por un pecado “mortal”.
La palabra “justificar” (dikaioo) significa librar de culpa y
declarar ser justo. Aquellos a quienes Dios ha justificado son, como resultado,
“justos” a los ojos de Dios.
La justificación es una verdad clave del Nuevo Testamento, ya
que se ocupa de las preguntas más fundamentales: ¿cómo podemos ser justos ante
Dios? El Señor Jesucristo y los apóstoles enseñaron que ningún hombre jamás ha vivido
una vida perfectamente justa, excepto el Señor Jesucristo mismo. Él es el
“Justo” (Hch. 3:14), mientras que nosotros somos los “injustos” (1 P. 3:18).
Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, nunca seremos justos a los ojos de
Dios. Sin embargo, Dios está dispuesto a justificarnos. Él lo hace si nos arrepentimos de nuestros
pecados y ponemos nuestra confianza en Él. De ahí que lo crucial sea nuestra actitud
hacia Dios. Esto requiere un cambio de nuestra parte, porque
nuestra tendencia natural
es oponernos a Dios.
Cuando Dios justifica al hombre, actúa como juez y libra de
culpa al pecador. Esto sucede en el momento de la conversión, pero será
revelado plenamente cuando lleguemos al cielo.
La justificación no significa quitar la capacidad de pecar, sino
es más bien un veredicto. Dios libra de culpa al pecador porque su castigo ha
sido llevado por Cristo, y el pecador recibe el beneficio de ello cuando confía
en Cristo para salvación. Dios ya no
le exigirá al pecador que tenga que responder por sus pecados, sino que lo
considera como alguien que no tiene que dar cuenta de ningún pecado. El pecador es redefinido como uno que está “en
Cristo”, y no “en Adán”.
Un hombre o una mujer es justificado(a) en el momento de su
salvación. Cuando la persona pone su fe en Dios, Él lo justifica. El medio de
la justificación para nosotros es la fe.
La gracia y el amor de Dios son la inspiración de la salvación. Él justifica porque desea
salvar al hombre. Sin importar
cuánta gracia mostrara
Dios, no podía hacer algo incorrecto. No era posible que simplemente nos absolviera. El pecado es un delito y
una transgresión de la ley de Dios que debe ser castigado. La cruz es la solución
de Dios al problema de
nuestra culpa. Al castigar a su Hijo por nuestro pecado, ya no tiene la
necesidad de castigarnos a nosotros.
Evidentemente, el beneficio de la cruz sólo es experimentado por los que lo
aceptan. La salvación es un regalo que Dios ofrece. Si la salvación es
rechazada, Dios castigará al que haya rechazado su oferta. El hecho de que
el Señor Jesucristo soportara el castigo por el pecado en todas sus formas no significa que Dios no pueda castigar a un hombre por sus
propios pecados. Al creerle a Dios, se le da al creyente vida eterna, sus
pecados son perdonados, recibe al Espíritu Santo, pero la más importante de todas
sus bendiciones es la verdad de que Dios ahora lo considera justificado y libre
de toda culpa.
La capacidad de vivir de manera justa es muy diferente. El hecho
de que Dios nos ha justificado es una
verdad posicional y no influye directamente en nuestra justicia personal. Sin
embargo, en el momento de la salvación, Dios también le da al creyente una
nueva naturaleza a través del nuevo nacimiento, el Espíritu Santo para que more
dentro de él y la guía escrita en la Biblia para ayudarlo a desarrollar su
justicia personal.
Quizás sea la verdad más importante del Nuevo Testamento.
Nuestra salvación depende de ella. La cruz es su fundamento. Aunque es
peligroso ordenar las doctrinas por
orden de importancia, se puede observar que, en el discurso más grande de Pablo sobre la salvación,
la epístola a los Romanos,
el punto central es la justificación. Como Dios puede librar de culpa al
pecador, también puede impartirle nueva vida y perdonarlo.
Como hemos notado, la justificación y la justicia están interrelacionadas. Un hombre justo es un hombre recto. La Biblia llama
“justos” a ciertas personas (como Simeón en Lc. 2:25 y Abel en Mt. 23:35) no
porque nunca pecaran, ni porque fueran justificados por fe (aunque sí lo
fueron), sino
porque sus vidas eran rectas y justas. Pero ningún hombre, a excepción del
Señor Jesucristo, es absolutamente
justo o recto.
ESCRITURAS CLAVE
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os
digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque
cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido (Lucas 18:13,14).
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica
(Romanos 8:33).
Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas
cosas, vivirá por ellas (Romanos 10:5).
Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será
justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del
pecado (Romanos 3:20).
El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la
fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley,
por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gálatas 2:16).
Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las
obras de la ley (Romanos 3:28).
Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis
ser justificados, en él es justificado todo
aquel que cree (Hechos 13:39).
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios, siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,
para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia,
los pecados pasados, con la mira de manifestar
en este tiempo su justicia, a fin de que
él sea el justo, y el que
justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3:23-26).
Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a
todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación de vida. Porque, así como por la desobediencia de un
hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia
de uno, los muchos serán constituidos justos (Romanos 5:18,19).
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira (Romanos 5:9).
Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:24,25).
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios,
el que también intercede por nosotros (Romanos
8:33,34).
CITAS CLAVE
La justificación no significa que se hayan pasado por alto,
suspendido o alterado las demandas justas de Dios, sino que en Cristo han sido
satisfechas todas sus demandas. La vida de perfecta obediencia a la ley que llevó Cristo y su muerte expiatoria
que pagó el castigo son las
bases de nuestra justificación (Ro.
5:9). Charles Caldwell Ryrie
En la teología, la justificación es el acto jurídico por medio del cual Dios declara que uno es justo
al imputarle justicia. Es algo jurídico, no basado en la experiencia, y todos
los creyentes en Cristo son igualmente justificados. John F. Walvoord.
No hay comentarios:
Publicar un comentario