6.1 al 11
El cristiano y los tribunales
Los conflictos entre
hermanos pueden surgir, y surgen. ¿Cómo resolverlos? Llevemos en mente que esta
sección trata exclusivamente de situaciones que se presentan entre creyentes.
Es evidente que los corintios se acudían a los tribunales, el uno contra el
otro, vv 6, 7, y Pablo expresa sorpresa ante su falta de sabiduría, v. 2. A la
luz de mayores responsabilidades por delante, dice, ellos deben contar con la
capacidad y el derecho de juzgar sus propios asuntos internos.
Él describe esos
tribunales como “los injustos” y “los incrédulos”, y afirma que recurrir a los
tales para resolver nuestros problemas es injusto, v. 1, vergonzoso, v. 5, y un
defecto evidente, v. 7.
Él sugiere el
procedimiento correcto. Tiene que haber en la asamblea al menos un hombre sabio
y capaz de arbitrar, v. 5.
Pero hay un
procedimiento mejor, y es el de sufrir el agravio, o permitir que le defrauden
a uno. En vez de vindicarse, ¿no sería ésta una manera mejor para desplegar la
ley de Cristo? “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero
yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra. Orad por los que os ultrajan”, Mateo
38, 39, 44. Bienaventurados los misericordiosos, a saber, los que no insten en
sus derechos. Los testimonios han sido perjudicados por las demandas
judiciales.
Ahora
deja al descubierto la verdad del asunto. Ustedes, alega, se dañan a sí mismos
y defraudan aun a sus hermanos. Los vv 9, 10 nos asustan, pero Pablo les hace
recordar que esos términos tan feos se aplicaban una vez a algunos de ellos,
pero ahora han sido cambiados por la gracia transformadora de Dios, v. 11.
Habían sido lavados de la contaminación del pecado (y el tiempo del verbo aquí
es el activo), y de esta manera se habían puesto aparte de otros para Dios. Por
esto estaban separados para siempre (i) de lo que eran, y (ii) a lo que han
llegado a ser; y han sido justificados plenamente ante Dios en el nombre del
Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
por S.Emery
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