En Romanos 9:21
leemos: “¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la
misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”
Ciertamente sabemos
cómo es la consistencia de la masa con la cual trabaja el alfarero: Es un barro
blando, flexible, que se deja moldear en todas las direcciones, con el cual
pueden ser formados los más diversos recipientes. ¿No nos hace pensar este barro
en nuestra propia vida, siendo que el hombre fue formado de tierra? Pues,
Génesis 2:7 dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra,
y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. La masa
del alfarero es el barro blando y moldeable. A él se refiere Pablo. Aún no está
definido ni su contenido ni su forma. Pues todavía no está endurecido. Recién
cuando este proceso ha terminado y la cocción revela la verdadera calidad de la
vasija, se determina el uso final de la misma. Sucede así, también, en nuestra
vida. Todos nosotros somos barro en las manos del alfarero. Él quiere
moldearnos para que seamos vasos para honra. Para esto, sin embargo, Él
necesita nuestro consentimiento, pues la Biblia dice: “Dame, hijo mío, tu corazón,
y miren tus ojos por mis caminos” (Prov. 23:26). Si respondemos al pedido de
Dios y Le damos nuestro corazón y nuestra vida, Él puede moldearnos según Su
voluntad y hacer de nosotros vasos para honra. De esta manera, nos afirmaremos
y nuestras vidas serán para la gloria de Dios. La
Biblia dice: “Por lo
cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección;
porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pe. 1:10). Pero si rechazamos
las palabras de Dios y nos cerramos a Su ofrecimiento de salvación, sucederá lo
que leemos en Efesios 4:17-19: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya
no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la
ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después
que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con
avidez toda clase de impureza”. Es nuestra decisión qué tipo de vasija queremos
ser. Si aceptamos la salvación que Dios nos ofrece, llegaremos a ser vasos de
honra. Pero si la rechazamos, seremos vasos de deshonra. ¡Nosotros tenemos que
decidirnos, hoy, en la vida actual! En el transcurso de nuestra vida ocurre un
proceso de endurecimiento - lenta pero continuamente, hasta el final de la
vida. Nos vamos transformando cada vez más en un vaso de honra o, al contrario,
en un vaso de deshonra. Los vasos de ira, los que no quieren hacerle caso a
Dios, van perdiendo cada vez más su sensibilidad espiritual. “Han perdido la
vergüenza, se han entregado totalmente a los vicios, y hacen toda clase de
indecencias", traduce la Biblia en Lenguaje Sencillo el versículo de
Efesios 4:19. Sin embargo, los vasos de honra afirman su llamado y elección.
Dios los llamó, y ellos se dejaron llamar. Han dicho “sí” a la invitación de
Dios. Y ahora Dios está formando sus vidas para que sean vasos de honra, de
santidad y de pureza, vasos en los cuales Dios mismo habite por Su Espíritu
Santo. Permíteme preguntarte: ¿Qué tipo de vaso eres tú? ¿Dejas que el barro de
tu vida se endurezca por el endurecimiento de tu corazón, transformándote así
en un vaso de deshonra? ¿O Le das tu corazón, toda tu vida, al Señor, para que
Él pueda hacer de ti un vaso para Su honra? Quiero terminar con las palabras de
Hebreos 3:7-8: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones”.
S.R.
Llamada de
Medianoche, agosto 2014
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