LA SALVACIÓN POR LA
FE
¿A
quién le es ofrecida esta gracia? Al pecador perdido. Si lo es al pecador
perdido, lo es a todos, puesto que todos somos pecadores. “Los que están sanos
no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento”, dijo Jesús (Lucas 5:3132).
Si usted no está convencido de su culpabilidad ante Dios, si no está
horrorizado ante la perspectiva del juicio por venir, está rechazando ese
mensaje como si no le fuese dirigido.
Quizá
piensa usted que no tiene ninguna necesidad. No podemos más que advertirle de
forma apremiante que su camino de propia justicia le conduce a la perdición.
Póngase, pues, a la luz de Dios y véase tal como es. Cambie de dirección,
arrepiéntase mientras aún hay tiempo.
Pero
si usted acepta el veredicto de Dios en el sentido de que está usted muerto en
sus delitos y pecados (Efesios 2:1), apartado de la fuente de vida, entonces
escuche también su proclamación de gracia.
«¿Y qué debo hacer -preguntará usted- para
obtener su perdón?» ¿Qué hacer? Nada. No podemos hacer nada; sólo tenemos que
creer. La gracia es un don libre que no requiere nada a cambio (Romanos 4:3-5).
«Hacer» es el vocablo del hombre orgulloso, quien no quiere convenir en que su
incapacidad es total y querría añadir algo de él mismo a la obra perfecta de
Dios. «Creer» es, por el contrario, el vocablo de Dios, quien repite
incansablemente: «¡Cree! ¡Cree solamente!».
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“Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).
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“Si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para
justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:910).
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“El
que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36).
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“Por
medio de él (Jesús) se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de
que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado
todo aquel que cree” (Hechos 13:38-39).
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“Concluimos,
pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos
3:28).
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“Sabiendo
que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados
por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de
la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
-
“Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no (proviene) de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
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“Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo” (Romanos 5:1).
Jesús
mismo afirma:
-
“De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida” (Juan
5:24).
-
“De
cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47).
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“Y
esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y
cree en él, tenga vida eterna” (Juan 6:40).
Tal
es la simplicidad del Evangelio, el que es “poder de Dios para salvación a todo
aquel que cree” (Romanos 1:16).
¿Tiene
usted todavía algunas dudas? Escuche la conclusión que el apóstol Juan da a su
evangelio: “Pero éstas” -todas las cosas que Jesús ha hecho y dicho- “se han
escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31); y aquella que da a su
epístola: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del
Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Evidentemente,
creer en Jesús, creer “en su Nombre”, no es solamente tener por verdadero que
vivió en la tierra, que murió en la cruz, y admitir el pensamiento general de
que ello fue para salvación del mundo; es poner en él toda su confianza; es
apropiarse para sí mismo lo que él es y lo que hizo; es aplicar a su propia
condición de pecador perdido el valor de Su sacrificio, la virtud de su sangre vertida.
¿Qué
precio tienen, para el alma sedienta de perdón, las declaraciones tan claras de
la Palabra respecto a la eficacia de la sangre de Cristo?
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“La
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
-
En
Jesucristo, el Amado, “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados
según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
-
“Fuisteis
rescatados... con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:18, 19).
-
“La
sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin
mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas” (Hebreos 9:14).
La
sangre vertida es la vida quitada, es la muerte. La virtud de la sangre de
Cristo, la eficacia de su muerte es ésta: por su sangre somos purificados de
todo pecado, justificados, redimidos. Es la parte segura de todos aquellos que
creen; “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe
en su sangre” (Romanos 3:24, 25).
Ojalá
pueda usted unir de todo corazón su voz al himno de todos los redimidos: “Al
que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre. A él sea gloria e
imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:5, 6).
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