En 1 Pedro 5:1-4 leemos acerca de otra corona.
El que fue enviado especialmente a cuidar las ovejas del rebaño de Cristo,
escribe así:
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo
anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy
también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios
que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como
teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de
la grey, y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la
corona incorruptible de gloria”.
Cada palabra de esta
exhortación conmovedora es importante, y debe ser considerado con cuidado.
Notamos primeramente
que aunque Pedro era uno de los principales apóstoles de nuestro Señor
Jesucristo, al cual fue dada una revelación especial y una misión particular,
él no reclamaba ningún lugar de autoridad sobre los demás siervos de Cristo. Él
era “anciano también con ellos” (v. 1).
Esto es, que él se describe como un “co-presbítero”, uno con los demás que
también eran presbíteros. ¡Si Pedro era el primer Papa, está claro que él no lo
sabía! No escribe como el “Santo Padre” a los que le están sujetos por
obligación, sino que exhorta a sus co-ancianos, siendo él mismo uno de su
compañía.
Es verdad que él había sido privilegiado
más que muchos o quizá todos ellos. Había conocido al Señor, había guardado
compañía con Él durante Su ministerio terrenal, y le había conocido también
después de Su resurrección. Le había visto morir, era testigo (no participante)
de Sus sufrimientos. Pronto compartiría con Él Su gloria.
Pedro recuerda las
palabras del Salvador resucitado, dichas aquella mañana lejana en la orilla
del mar: “Apacienta mis corderos...pastorea
mis ovejas” (Jn. 21:15-16). Ahora él pasa esta exhortación a sus hermanos
que están involucrados en la obra de ministrar al pueblo del Señor. Les dice: “Apacentad la grey”, no “tomad dinero
de la grey”. No hay nada más reprensible que pensar que una iglesia o asamblea
cristiana deba un sueldo a un predicador o maestro que les imparta la Palabra
de Dios. El que piensa en el ministerio como una de “las carreras profesionales”
y un mero medio de ganarse la vida, tiene pensamientos bajos. El verdadero
ministro de Cristo es un hombre que tiene el corazón de un pastor, que ama a la
grey y la cuida por causa de Aquel que la compró con Su sangre. Los hermanos
tienen una responsabilidad respecto a sus pastores, pero no de darles un
sueldo.
También debe notarse
que los ancianos no están puestos “sobre el rebaño”, aunque presiden en el
Señor a los hermanos. Se les dice:
“apacentad la grey de Dios que está entre vosotros”, El versículo 1
describe a los ancianos como “entre vosotros”, esto es, entre los demás
hermanos de la asamblea, no por encima de ellos como una nobleza o jerarquía.
Deben estar “entre” los hermanos de
la asamblea donde el Señor les ha puesto. No en otros lugares, sino allí está
su lugar de servicio al Príncipe de los pastores. Para esto les ha puesto allí.
Las palabras: “...el rebaño en el cual el
Espíritu Santo os ha puesto”, indican lo mismo, que Dios les ha puesto en
una asamblea particular para que allí sirvan diligentemente al Señor. Es verdad
que deben guiar a las ovejas, como leemos en Hebreos 13:17,
“Obedeced a vuestros
pastores (literalmente “a los que os guían), y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con
alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”
En la asamblea de
Dios, si las cosas van como deben, no habrá ni pretensión de clero, por un
lado, ni anarquía por el otro. La asamblea cristiana es una hermandad en la
cual cada uno debe estar pensando en los mejores intereses de los demás, y
donde puede ser ejercido libremente todos los dones dados por el que es la gran
Cabeza de la Iglesia, para la bendición de todos.
A algunos les es
dado en manera especial el servicio de sobreveedores. A éstos se les exhorta
que cuiden de los demás, no por obligación, sino voluntariamente. Esto quiere
decir que no lo hagan como una cosa desagradable que han sido obligados a
hacer, sino con gozo en el corazón, sirviendo por causa de Cristo. Y aquellos
que dedican todo su tiempo servir al Señor, ministrando la Palabra, aunque son
sostenidos por las ofrendas voluntarias y alegres de los santos (como al
Señor), no deben ser controlados por la codicia ni por deseos de ganancia
económica.
Los ancianos no deben enseñorearse sobre “la grey de Dios” que está a su cuidado.
No deben considerar a sus hermanos como posesión suya. No son suyos, ni tampoco
la iglesia es suya, sino que todo es del Señor.
Los hombres suelen usar expresiones como
“mi iglesia” (probablemente sin pensar), “mi congregación”, etc., pero esto
prácticamente niega y olvida que es Su iglesia, y la congregación del Señor.
Pero, aunque el Señor les haya llamado a ser ancianos y maestros de la
Palabra, la iglesia nunca viene a ser propiedad de ellos.
Ha sido señalado que
la frase “los que están a vuestro cuidado”
es una sola palabra en griego: “kleros”,
de donde sacamos la palabra “clero”. Entonces, paradójicamente, ¡los “laicos”
son el clero! Todo el pueblo de Dios es Su “clero”, como está escrito, que la
porción de Jehová es Su pueblo.
Entonces, qué cosa
más solemne es el enseñorearse de este pueblo. Y, por otro lado, cuán
agradecidos y receptivos debemos estar a aquellos que el Señor ha puesto para
apacentamos y cuidamos, los cuales son llamados no sólo a ministrar la Palabra,
sino también a ser ejemplos (modelos de comportamiento) a la grey.
Demasiadas veces los
siervos del Señor encuentran que su responsabilidad y servicio no es
agradecido. Sus labores frecuentemente no se valoran, y en estos casos deben
decir con Pablo “Y yo con el mayor placer
gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo, aunque amándoos más, sea (yo) amado menos” (2 Co. 12:15). Pero ¡viene
el día de la recompensa! Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, una
corona de gloria le espera a cada siervo fiel que ha cuidado de Sus ovejas y
corderos en Su ausencia. La gloria de esta edad pasará, pero la corona de
gloria es incorruptible y eterna.
En esta vida, a
menudo el siervo fiel es llamado a sufrir reproche y vergüenza, a soportarlo
cuando hablan mal de su bien, cuando sospechan y critican sus motivos. Los
hombres le coronarían con espinas, como cruelmente le hicieron al Buen Pastor,
pero como Él ahora '‘está coronado de
gloria y de honra” (He. 2:9), así será en aquel día para los que le siguen.
“Ve,
trabaja, gasta y sé gastado,
Tu
gozo es hacer la voluntad del Maestro,
Así
anduvo el Salvador,
¿No
deben los salvados también así andar?”
Entonces, cuando sea
llamado a Su tribunal para rendir cuentas acerca de las almas entregadas a su
cuidado, el verdadero siervo-pastor se regocijará al escuchar estas palabras:
“Está bien, buen siervo...entra en el gozo de tu señor”. Entonces la corona
incorruptible de gloria adornará la cabeza que muchas veces tenía dolores por
la ingratitud y la falta de comprensión en esta vida, y el resplandor eterno de
aquel laurel de gratitud divina cubrirá la cabeza que antes se cansaba en el
servicio.
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