1.
Debe ser apto espiritualmente:
El predicador no sólo debe ser regenerado, sino debe ser
dotado por el Señor para poder predicar o enseñar (Ef. 4:7-16).
El hecho de que una persona haya
sido dotada por el Señor para evangelizar o enseñar no le da jerarquía sobre
sus hermanos ni le confiere rango o ingreso a una sociedad profesional.
Cuando se predica o enseña, simplemente se usa un don recibido
de Dios. No tiene por qué adoptar una actitud presuntuosa sintiéndose superior
a los que no han sido igualmente dotados.
Cada creyente tiene su Don propio y cuando uno ejerce su
don con humildad, oración y fidelidad, toda la iglesia es edificada (1 Co.
12:1-14: 21).
Pero
no basta que un cristiano haya recibido el don de predicar. este don debe ser
despertado y desarrollado (2 Ti. 1:6).
2.
Debe ser apto físicamente:
El cuerpo del creyente es un vehículo divinamente ordenado,
mediante el cual se expresa el Espíritu Santo. Por tanto, es necesario cuidar
de él bien. No debe ser descuidado ni mimado en exceso.
El predicador debe cuidar lo
que pone dentro de su cuerpo, es
decir sus alimentos; lo que pone sobre su cuerpo en forma de vestido; donde
lleva su cuerpo en lo que respecta a lugares que frecuenta; y lo que hace su
cuerpo en lo que se refiere a ejercicio.
El cuerpo
del cristiano, al igual que todo lo que posee, pertenece a su Señor (1 Co.
6:15,22).
El deseo de Dios para con sus hijos
es que rindan sus cuerpos a Él
para una vida justa y luego que los presenten a Él para una vida útil (Ro. 6:13;
12:1,2).
3.
Debe ser apto mentalmente:
Un predicador más que nadie,
debe poseer una mente sana. Debe poder meditar claramente el curso a seguir a través
de una proposición y debe poder apreciar correctamente la verdad en lo que lee
y oye.
La agilidad mental es sin duda
un requisito esencial para aquel cuyo privilegio y responsabilidad es el de
proclamar temas tan elevados y sublimes como lo son Dios, Cristo, El Espíritu Santo,
la salvación y la felicidad o desdicha eterna de la humanidad.
Mucho ha
sido desacreditado el evangelio por causa de predicadores que toman un aspecto
de la verdad y luego la impulsan a tal extremo que excluye todo lo demás que
las Escrituras dicen sobre el tema bajo consideración. Si consideraran todo lo
que dice la Biblia, sus conceptos tendrían perspectiva correcta y equilibrio.
Tales personas son correctamente tildadas de fanáticos.
Leer Tito 1:9,13; 2:1,2,6.
4. Debe ser apto en lo que se refiere a educación.
Ser hallado deficiente en cuanto a
educación al convertirse no es deshonra, pero permanecer
voluntariamente en tal condición es inexcusable. Cada cristiano debe tener este
texto colgado en la pared de su hogar:
"Maldito el que hiciere indolentemente la
obra de Jehová" (Jer. 48:10).
La teoría de que Dios
no le concede valor a la educación no hay justificación en las Escrituras.
Nuestro Señor seleccionó personalmente a sus discípulos y les enseñó durante
tres años antes de enviarlos a predicar (Mr. 3:14).
El castigo de la ignorancia voluntaria es ignorancia más
profunda o abismal (1 Co. 14:38). Al cristiano se le exhorta:
"Procura con diligencia presentarte a
Dios aprobado como obrero que no tiene de que avergonzarse" (2 Ti. 2:15).
Debemos distinguir entre
conocimiento y sabiduría.
El conocimiento consiste en la
acumulación intelectual de datos. La sabiduría es la habilidad de relacionar y
utilizar correctamente estos datos.
El predicador debe procurar por todos
los medios a su alcance, educarse a sí mismo para la tarea que le ha sido
encomendada. Debe leer extensamente con el fin de aumentar su vocabulario. Debe
escribir mucho puesto que desarrollará su
habilidad para pensar lógicamente y expresarse en forma clara. Debe buscar
y aceptar agradecido, la crítica hecha por otros sobre su temario, expresiones,
pronunciación, gramática y ademanes porque
“Fieles son las heridas del que ama" (Pr. 27:6).
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