4. Los Recursos del Piadoso en los Postreros Días
Capítulo 3 (continuación)
Se observará que el primer mal y
aquel que es destacado en primer lugar en este cuadro terrible es el
incontrolable egoísmo de los hombres que conduce a todos los demás
males. Los hombres, al ser amadores de sí mismos, codiciarán para
ellos mismos y se jactarán de sí mismos. Jactándose de sí mismos, serán
intolerantes a toda restricción sobre su yo, sea humana o divina. El amor a sí
mismos y la gratificación del yo harán que los hombres sean desagradecidos,
impíos y los conducirá a anular el afecto natural, y los convertirá en
implacables y calumniadores. El amor al yo conducirá a los hombres a dar libre
curso a sus pasiones, conduciendo al salvajismo en presencia de todo lo que
frustra su voluntad. Este mismo amor al yo conducirá a los hombres a despreciar
lo que es bueno, a traicionar confianzas, y, con vanidad precipitada, a ser
amadores del placer en vez de ser amadores de Dios.
Tal es el cuadro terrible que la
Escritura presenta de los últimos días de la profesión cristiana. Israel, que
fue puesto aparte de todas las naciones para dar testimonio del Dios verdadero,
fracasó tan completamente en la responsabilidad que al final se tuvo que decir
de ellos, "el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de
vosotros." (Romanos 2:24). Pero con una luz mucho mayor y con mayores
privilegios, cuánto más terrible ha sido el fracaso de la iglesia profesante.
Establecida para ser un testigo para Cristo en el tiempo de Su ausencia, la
gran masa de aquellos que profesan el Nombre de Cristo se han hundido por
debajo del nivel de los paganos y se han convertido en la expresión de la
voluntad y de las pasiones de los hombres, y de este modo han llevado al
bendito Nombre de Cristo a ser vituperado. ¿Podemos asombrarnos de que el fin
será que aquello que profesa el Nombre de Cristo en la tierra será vomitado de
Su boca? Sin embargo, no olvidemos que en medio de esta vasta profesión Dios
tiene a los Suyos, y el Señor conoce a los que son Suyos. Ninguno de los que
son Suyos se perderá, y al final aquellos que forman la verdadera iglesia de
Dios serán presentados a Cristo sin mancha ni arruga ni cosa semejante.
(Efesios 5:27).
Mientras tanto, el pueblo verdadero
de Dios - los que invocan al Señor con un corazón puro - es claramente
instruido a 'evitar' la profesión corrupta de la Cristiandad. (2 Timoteo 3:5 -
"a éstos evita"). No se nos llama a contender con los que forman esta
gran profesión, y aún menos a pedir que el juicio caiga sobre ellos. Nosotros
debemos evitar a los tales y abandonarlos al juicio de Dios.
Solamente en la medida que estemos
separados de la profesión corrupta de la Cristiandad apreciaremos
verdaderamente su terrible condición o daremos algún testimonio adecuado a la
verdad.
Percatándonos de la condición de la
Cristiandad, nos humillaremos ante Dios, confesando nuestro fracaso y
debilidad, recordando que nosotros también tenemos la carne en nosotros que, de
no ser por Su misericordia, puede traicionarnos fácilmente en cualquiera de
estos males.
(Vv. 6-9). El escritor ha descrito la
terrible condición que caracterizará a la Cristiandad como un todo en los
últimos días. Él nos advierte ahora contra un mal particular que se
desarrollará a partir de esta corrupción. Una clase especial de personas
surgirá, quienes serán instrumentos activos en la resistencia a la verdad
mediante la enseñanza del error. Completamente aparte de su falsa enseñanza,
los tales son condenados por los métodos subrepticios que ellos adoptan. Leemos
que ellos "se meten en las casas." Es característica del error que
rehúya la luz y que primeramente deba ser promulgado secretamente. Luego,
cuando el terreno ha sido preparado secretamente mediante métodos subrepticios,
los proponedores del error, no temen declarar abiertamente su falsa
doctrina. Habiéndose declarado abiertamente el error, generalmente
sale a la luz que éste ha sido mantenido y enseñado secretamente por años.
Además, estos falsos maestros son
condenados por el hecho de que ellos ejercen atracción sobre aquellas que son
caracterizadas como "mujercillas", las que estarían en posición de
influenciar los hogares y las familias de cristianos profesantes. El apóstol
probablemente utiliza el término despectivo "mujercillas" para
resaltar una clase disoluta de personas (sea hombre o mujer) que son gobernadas
por sus emociones y pasiones, más que por la conciencia y la razón. Con mentes
obsesionadas con el error, aunque enorgulleciéndose de que "siempre están
aprendiendo", estas personas "nunca pueden llegar al conocimiento de
la verdad." El error deja a sus víctimas en las tinieblas de la
incertidumbre.
Tales maestros, como antiguamente
Janes y Jambres, resisten la verdad mediante la imitación de las formas
externas de la religión, aunque están completamente desprovistos de todo lo que
es vital en el cristianismo. Los tales son "hombres corruptos de
entendimiento, réprobos en cuanto a la fe." El origen de todo falso
sistema en la Cristiandad puede ser rastreado hasta hombres cuyas mentes han
sido corrompidas por el mal y son hallados sin ningún valor en cuanto a la fe.
No obstante, Dios, en Sus modos
gubernamentales, a menudo permite que estos falsos maestros sean totalmente
expuestos ante los ojos "de todos." Una y otra vez la
"insensatez" de estos sistemas religiosos, así como las vidas
malvadas de muchos de sus líderes, han sido expuestas tan plenamente ante el
mundo que se han convertido en objetos de desprecio a los ojos de todos excepto
de sus engañadas víctimas.
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