domingo, 21 de febrero de 2021

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (13)

 


4. Los Recursos del Piadoso en los Postreros Días


Capítulo 3 (continuación)


            Se observará que el primer mal y aquel que es destacado en primer lugar en este cuadro terrible es el incontrolable egoísmo de los hombres que conduce a todos los demás males.  Los hombres, al ser amadores de sí mismos, codiciarán para ellos mismos y se jactarán de sí mismos. Jactándose de sí mismos, serán intolerantes a toda restricción sobre su yo, sea humana o divina. El amor a sí mismos y la gratificación del yo harán que los hombres sean desagradecidos, impíos y los conducirá a anular el afecto natural, y los convertirá en implacables y calumniadores. El amor al yo conducirá a los hombres a dar libre curso a sus pasiones, conduciendo al salvajismo en presencia de todo lo que frustra su voluntad. Este mismo amor al yo conducirá a los hombres a despreciar lo que es bueno, a traicionar confianzas, y, con vanidad precipitada, a ser amadores del placer en vez de ser amadores de Dios.

            Tal es el cuadro terrible que la Escritura presenta de los últimos días de la profesión cristiana. Israel, que fue puesto aparte de todas las naciones para dar testimonio del Dios verdadero, fracasó tan completamente en la responsabilidad que al final se tuvo que decir de ellos, "el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros." (Romanos 2:24). Pero con una luz mucho mayor y con mayores privilegios, cuánto más terrible ha sido el fracaso de la iglesia profesante. Establecida para ser un testigo para Cristo en el tiempo de Su ausencia, la gran masa de aquellos que profesan el Nombre de Cristo se han hundido por debajo del nivel de los paganos y se han convertido en la expresión de la voluntad y de las pasiones de los hombres, y de este modo han llevado al bendito Nombre de Cristo a ser vituperado. ¿Podemos asombrarnos de que el fin será que aquello que profesa el Nombre de Cristo en la tierra será vomitado de Su boca? Sin embargo, no olvidemos que en medio de esta vasta profesión Dios tiene a los Suyos, y el Señor conoce a los que son Suyos. Ninguno de los que son Suyos se perderá, y al final aquellos que forman la verdadera iglesia de Dios serán presentados a Cristo sin mancha ni arruga ni cosa semejante. (Efesios 5:27).

            Mientras tanto, el pueblo verdadero de Dios - los que invocan al Señor con un corazón puro - es claramente instruido a 'evitar' la profesión corrupta de la Cristiandad. (2 Timoteo 3:5 - "a éstos evita"). No se nos llama a contender con los que forman esta gran profesión, y aún menos a pedir que el juicio caiga sobre ellos. Nosotros debemos evitar a los tales y abandonarlos al juicio de Dios.

            Solamente en la medida que estemos separados de la profesión corrupta de la Cristiandad apreciaremos verdaderamente su terrible condición o daremos algún testimonio adecuado a la verdad.

            Percatándonos de la condición de la Cristiandad, nos humillaremos ante Dios, confesando nuestro fracaso y debilidad, recordando que nosotros también tenemos la carne en nosotros que, de no ser por Su misericordia, puede traicionarnos fácilmente en cualquiera de estos males.

            (Vv. 6-9). El escritor ha descrito la terrible condición que caracterizará a la Cristiandad como un todo en los últimos días. Él nos advierte ahora contra un mal particular que se desarrollará a partir de esta corrupción. Una clase especial de personas surgirá, quienes serán instrumentos activos en la resistencia a la verdad mediante la enseñanza del error. Completamente aparte de su falsa enseñanza, los tales son condenados por los métodos subrepticios que ellos adoptan. Leemos que ellos "se meten en las casas." Es característica del error que rehúya la luz y que primeramente deba ser promulgado secretamente. Luego, cuando el terreno ha sido preparado secretamente mediante métodos subrepticios, los proponedores del error, no temen declarar abiertamente su falsa doctrina.  Habiéndose declarado abiertamente el error, generalmente sale a la luz que éste ha sido mantenido y enseñado secretamente por años.

            Además, estos falsos maestros son condenados por el hecho de que ellos ejercen atracción sobre aquellas que son caracterizadas como "mujercillas", las que estarían en posición de influenciar los hogares y las familias de cristianos profesantes. El apóstol probablemente utiliza el término despectivo "mujercillas" para resaltar una clase disoluta de personas (sea hombre o mujer) que son gobernadas por sus emociones y pasiones, más que por la conciencia y la razón. Con mentes obsesionadas con el error, aunque enorgulleciéndose de que "siempre están aprendiendo", estas personas "nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad." El error deja a sus víctimas en las tinieblas de la incertidumbre.

            Tales maestros, como antiguamente Janes y Jambres, resisten la verdad mediante la imitación de las formas externas de la religión, aunque están completamente desprovistos de todo lo que es vital en el cristianismo. Los tales son "hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe." El origen de todo falso sistema en la Cristiandad puede ser rastreado hasta hombres cuyas mentes han sido corrompidas por el mal y son hallados sin ningún valor en cuanto a la fe.

            No obstante, Dios, en Sus modos gubernamentales, a menudo permite que estos falsos maestros sean totalmente expuestos ante los ojos "de todos." Una y otra vez la "insensatez" de estos sistemas religiosos, así como las vidas malvadas de muchos de sus líderes, han sido expuestas tan plenamente ante el mundo que se han convertido en objetos de desprecio a los ojos de todos excepto de sus engañadas víctimas.

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