domingo, 21 de febrero de 2021

La Trampa de las Transgresiones Toleradas (2)

LA PREOCUPACIÓN


“No somos lo que pensamos, sino que lo que pensamos, eso somos”. La manera en que pensamos y lo que permitimos que nuestras mentes mediten juega un papel notable en la definición de nuestro carácter. Uno no puede tener una vida positiva con una mente negativa.

            La preocupación es un pecado que nos es común a todos. A lo mejor es una de las formas más consumidoras de pensamientos negativos. Alguien bien ha dicho: “Las inquietudes nos llevan a Dios; la preocupación nos aleja de Él”. La preocupación no hace nada para quitar las dificultades del día de mañana. Lo que sí hace es quitar cualquier fuerza para el día de hoy.

            La preocupación empieza en la mente, y realmente es una manifestación de que estoy confiando en mí mismo en vez de en el Señor. Está comprobado que uno puede preocuparse hasta el punto de enfermarse. Entonces, ¿por qué nos preocupamos?

            Los pensamientos tienen mucho poder. Todo nuestro pensar se lleva a cabo en nuestra mente consciente, y ejercemos mucha influencia en esta parte de nuestra mente. Nuestra mente subconsciente está activa cuando estamos dormidos, soñando o aún bajo los efectos de la anestesia. Sin embargo, nuestra mente consciente constantemente alimenta y moldea nuestra mente subconsciente. Entonces, lo que dejamos que nuestra mente medite moldea lo que realmente llegamos a ser.

            Tenemos que entender en primer lugar qué es la preocupación. En las Escrituras se nos enseña que en realidad es una falta de fe en Dios. De hecho, esto viene siendo un pecado de parte nuestra. Nuestro amoroso Padre celestial sabe esto mejor que nosotros. “Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”, Salmo 103.14, y a El le agrada cuando confiamos en El. En el Salmo 37 David escribe cinco frases cortas que nos ayudarán a vencer este pecado. “Confía en Jehová”, v. 3; “Deléitate asimismo en Jehová”, v. 4; “Encomienda a Jehová tu camino”, v. 5; “Guarda silencio ante Jehová”, v. 7; y “Espera en Jehová”, v. 34. En un solo salmo tenemos cinco frases o mandatos con promesas que nos dan el antídoto contra la preocupación. Pero, ¡qué difícil es aprender estas joyas, y ponerlas en práctica a diario!

            Se ha comprobado que de todo lo que uno se preocupa, el 92% nunca sucede. Del 8% que sí sucede, sólo podemos tener algún tipo de efecto en no más de la mitad, o sea, el 4%. Por lo tanto, la preocupación es irrelevante. Se dice que un filósofo famoso dijo en su lecho de muerte: “Mi vida ha estado repleta de terribles tragedias, numerosas enfermedades, y calamidades indescriptibles, que en suma nunca me han acontecido”.

            La preocupación también es irreverente. Cada vez que perdemos algo de sueño o nos sale otra úlcera por reflexionar en una infinidad de pensamientos negativos, estamos asumiendo la carga que debería ser entregada al Señor. Las cinco frases arriba tienen que ver con El. La preocupación, sin embargo, tiene que ver conmigo mismo. En esta era de creciente egoísmo (2 Ti 3.2), la preocupación en sí es un acto de egoísmo de parte mía. Cada vez que me obsesiono sobre lo que debería dejar en las manos del Señor, es un acto de pecado e irreverencia.

            La preocupación muestra una vergonzosa falta de fe. Alguien ha dicho que como cristianos debemos dejar el ámbito de la preocupación y entrar en el terreno de la fe. La preocupación es pensar mal, lo que me lleva a tener sentimientos equivocados. Antes de que nos demos cuenta, nuestros corazones y mentes están devastadas, y la preocupación incesante nos puede ahorcar. Es por eso que Pablo les dice a los creyentes que es una necesidad absoluta llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Co 10.5). Un escritor cristiano, Warren Wiersbe, notó: “La preocupación es evidencia de incredulidad. La incredulidad es evidencia de desobediencia. Y la desobediencia es evidencia de desobediencia. Y la desobediencia es evidencia de que algo está mal adentro”

            Todos enfrentamos estas luchas. Todos nos preocupamos. Muy pocos han aprendido a pasar por la vida, día tras día, confiando en el Señor para cada aspecto de sus vidas abrumadas con el pecado. Con demasiada frecuencia, nos deslizamos a la mentalidad de “Yo soy el capitán de mi barco”. Y luego, confrontados con la realidad de nuestra fe y capacidad defectuosa y fallida, nos desesperamos. Y durante todo ese tiempo hemos tenido a nuestro Señor Todopoderoso queriendo ser el Capitán de nuestras almas, si se lo permitimos.

            Isaías trata con eso (26.3-4) en una de las secciones cortas más bellas en las Escrituras. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos”. O como dice otra versión: “Porque en Dios el Señor, tenemos una Roca eterna” (NBLH). Hay tres grandes verdades aquí. La palabra hebrea para “completa paz” de hecho significa “paz, paz”. El Señor promete una doble porción de paz para el que fija su mente en el Señor. En segundo lugar, es el Señor mismo quien mantiene nuestras mentes tranquilas si confiamos en El. Finalmente, la “Roca eterna” en realidad nos hace ver que es la “Roca de los siglos”. “Roca abierta ya por mí, tengo abrigo siempre en Ti”.

            Pablo tuvo que enfrentar indescriptibles pruebas y horrores en su vida. Al final de 2 Corintios 11 se nos dice un poco de lo que él enfrentó. Tal vez nadie ha expresado o aprendido a no preocuparse mejor que Pablo. Él le recordó a Timoteo que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”, 2 Timoteo 1.7. Y les dijo a los filipenses: “Por nada estéis afanosos”, 4.6. En esencia lo que dijo fue: “No se preocupen por nada”. Entonces, ¿cómo podemos aprender a pensar como Pablo pensaba? Encontramos la respuesta en el contexto de Filipenses 4. En primer lugar, tenemos que aprender a orar apropiadamente (w 6-7). Luego tenemos que aprender la forma correcta de pensar (v. 8). Finalmente, el versículo 9 nos da la fórmula para vivir correctamente. Siguen dos promesas increíbles: la paz de Dios (v. 7), y la presencia del Dios de paz (v. 9). Wiersbe resumió estas verdades así: “Con la paz de Dios para guardarnos, y el Dios de paz para guiarnos, ¿por qué nos preocupamos?”

            Otra ayuda valiosa es lo que Pedro escribió en 1 Pedro 5.7: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Una explicación de “echar” es dejar caer una carga pesada que está sobre los hombros, oírla golpear el suelo, y seguir caminando sin mirar jamás hacia atrás. Sencillamente significa darle al Señor todas mis ansiedades y preocupaciones, y dejarlas allí.

            A una apreciada creyente mayor, cuya vida había estado repleta de múltiples pruebas y tristezas, se le preguntó si podía dormir bien en la noche. Ella sonrió y contestó: “Duermo como un bebé. Le digo al Señor todas mis preocupaciones y luego me duermo. Supongo que Él va a estar despierto toda la noche de todos modos, ¡así que no tiene caso que los dos estemos despiertos!”

            Que todos aprendamos, empezando con el autor, este tipo de fe y confianza sencilla. 

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