Los creyentes deben sostenerse erguidos y
firmes en sus convicciones
La ciudad de Pompeya fue destruida
en el año 79 por la erupción del Vesubio. Se dice que cuando los sobrevivientes
de otros lugares llegaron a las ruinas de Pompeya, entre los espectáculos
macabros hallaron un soldado firme, en pie, en su puesto, con su lanza
sostenida por la diestra, recostado a la pared como una momia, y a los pies de
aquel cadáver, el esqueleto de su perro, fiel amigo hasta el fin. ¡Qué cuadro
de heroísmo y lealtad suceden en la vida hasta los irracionales!
Cuánto más los creyentes deben
sostenerse erguidos y firmes en sus convicciones. En estos tiempos hay una
carrera, un apuro en desviarse y poner a un lado sus convicciones, unos en
derecho de lo que conviene; otros son emocionales y ceden a cualquier
innovación del momento. Aquellos se dejan llevar por influencias y consejos sin
sabiduría; estos no están satisfechos con la sencillez del evangelio y su
doctrina; son murmuradores, querellosos, contenciosos, soberbios. (Judas 16-19)
En fin hay otros: Vendrán tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que,
teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias
concupiscencias. (2 Timoteo 4:3)
En cuanto a la apostasía del
momento, el apóstol Pablo aconsejó a los tesalonicenses a retener cuatro
valores que les guardarían de ser contaminados por el espíritu vacilante:
“Que no os mováis fácilmente de
vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por
carta.” (2 Tesalonicenses 2:2)
Los sensuales son fácil presa de las
emociones. Sus sentimientos no son del corazón, sino de la cabeza, y cambian
con las ideas. De modo que, “estad firmes en el Señor amados.” (Filipenses 4:1)
Hace pocos días hablamos con un
creyente. Este hermano nos dio a entender en su conversación que todo lo que
hacía, veía o andaba era por revelación. Antes de llegar nosotros a su casa, ya
él sabía que nosotros íbamos. El Señor le habla y le manda donde debe ir.
Cuando una persona se va a morir, el Señor manda a él tres o cuatro días antes
a visitar al enfermo. Esto le ha hecho tanto daño al hermano que los vecinos de
su barrio le llaman “la pava.”
Esto es lo que Pablo dice: “ni os
conturbéis por espíritu.” Esas manifestaciones abundan en el romanismo cada vez
que hay un santo nuevo. El de turno es José Gregorio H. con sus milagros. Por
otro lado, el espiritismo está tomando un incremento desmesurado por el gran
alarde de su propaganda. Las falsas doctrinas han venido como aluvión y miles
han sido engañados por esos “milagreros” pentecostales que sólo los
puertorriqueños tienen el monopolio de hacer milagros. ¡Cómo no van a hacer
milagros! si conocen bien la llave de plata que abre los bolsillos y los
bolívares salen de los ingenuos. De tal manera que uno de esos milagreros
predicando en
En vista de los acontecimientos de los últimos
tiempos el apóstol Pablo nos da siete características de la firmeza.
Firmeza en la obra: “Así
que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del
Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1
Corintios 15:58)
El Señor nos compró con su sangre
derramada en la cruz y continúa haciendo una obra en nosotros, edificando el
cuerpo que es su Iglesia. También nosotros estamos haciendo una obra con El.
Siendo así, debemos ser fieles y constantes, porque ninguno sale a la guerra a
sus propias expensas. (1 Corintios 9:7)
Firmeza contra las tentaciones: “Vestíos
de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas
del diablo.” (Efesios 6:11)
Como son muchas las trampas y
asechanzas del diablo, también la armadura de Dios se compone de varias armas
en las cuales debemos ser diestros para la defensa. “Bienaventurado el que
sufre la tentación.” (Santiago1:12)
Firmeza en el combate: “Por
tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo,
y habiendo acabado todo, estar firmes.” (Efesios 6:13)
El día malo llega a
todos. Es el momento de la prueba. Le vino al Señor, le vino a Pablo, le vino a
Abraham. Algunos tuvieron una derrota para aprender mejor el manejo de las
armas: Moisés, Aarón, David, Pedro. Hay que ponerse toda la armadura de Dios.
Firmeza en la vida
interior: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de justicia.” (Efesios 6:14)
A veces la superficie señala
tranquilidad, pero abajo hay corrientes. Tales corrientes son peligrosas para
el alma, las que no se ven: malicia, avaricia, codicia, fingimiento.
“Limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionado la
santificación en temor de Dios.” (2 Corintios 7:1)
Firmeza en la fe: “Sed
sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe.” (1 Pedro
5:8)
Fue por la fe que aquellos antiguos
vencieron en los muchos y rudos combates, “de tal manera que estuviésemos en
duda de la vida. “Empero teniendo el mismo espíritu de fe, creí, por lo cual
también hablé.” (2 Corintios 1:8, 4:13)
Firmeza en la doctrina: “Así
que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea
por palabra, o por carta nuestra.” (2 Tesalonicenses 2:15)
La lucha no es solamente con el
diablo, sino también con los falsos doctores, lobos rapaces que no perdonarán
el ganado. La iglesia de Éfeso se mostró celosa con las falsas doctrinas:
“Aborreces los hechos de los nicolaítas, los cuales yo también aborrezco.”
(Apocalipsis 2:6) Pero ya la iglesia de Pérgamo tenía adentro una compañía en
sucesión de Balaam y Nicolás.
Firmeza en la
comunión hermanable: “Solamente que os comportéis como es digno
del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente,
oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes
por la fe del evangelio.” (Filipenses 1:27)
Un poder invencible hay en la
iglesia cuyos hermanos, unidos en mente y parecer, defienden con entereza la
integridad del evangelio y su doctrina. Es cuando empiezan las contiendas
internas por discrepancia de pensamientos o interpretaciones bíblicas que una
iglesia se debilita y se fracciona en bandos. “He aquí, yo vengo presto; retén
lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.” (Apocalipsis 3:11)
José Naranjo
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