5.
El Servicio de Dios en un Día de Ruina
Capítulo
4 (continuación)
(V.
5). Entonces, si la condición de la Cristiandad se ha vuelto tan pasmosa que
los que profesan el cristianismo no sufren la sana doctrina, siguen sus
concupiscencias y se vuelven a las fábulas, se requiere que el siervo sea
"sobrio en todo", que tenga su juicio formado por la verdad y que no
permita que su mente sea influenciada por los males y las fábulas de la masa
profesante.
Ya hemos sido exhortados a
participar "de las aflicciones por el evangelio" (2 Timoteo 1:8), a
sufrir "penalidades" como buenos soldados de Jesucristo (2 Timoteo
2:3); y hemos sido advertidos de que "todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución." (2 Timoteo 3:12).
Ahora somos advertidos adicionalmente que debemos estar preparados para "soportar
las aflicciones" debido a los males de la Cristiandad.
Así, el fiel debe estar preparado
para sufrir por causa del evangelio, por causa de Jesucristo en el terreno de
la piedad de tipo cristiano, y en vista de los males de la época.
Además, no obstante, lo malo del
momento, y mientras el día de la gracia continúe, el hombre de Dios, cualquiera
sea su don, debe desempeñar su obra como un evangelista. El abandono de la
verdad por parte de la masa, con la mayor parte de sus así llamadas iglesias
entregadas a la mundanalidad y a las fábulas, no hace más que obligar al hombre
de Dios a continuar su obra evangelística, y cumplir su ministerio. La obra del
Señor no debe ser llevada a cabo a medias. Debemos procurar terminar a la
perfección aquello que Él nos ha dado para hacer.
(V. 6). El siervo de Cristo se
refiere ahora a su partida como otro incentivo para el servicio. El final de su
vida de consagración, y la persecución consiguiente de parte del mundo, estaban
tan cerca que él podía decir, "yo ya estoy para ser derramado como una
ofrenda de libación." (2 Timoteo 4:6 - LBLA). Él habla de su partida como
el tiempo de su "disolución" o de su "suelta”[1]. Para él, dejar esta
escena era una "disolución" o "suelta" de un cuerpo que le
mantenía lejos de Cristo, pero él presenta esto como una razón para que Timoteo
cumpla su ministerio. Cuán a menudo, desde ese día, el hecho de que el Señor
haya quitado un siervo consagrado ha sido utilizado por Él para despertar a
aquellos que son dejados para el servicio activo.
(V. 7). Sin embargo, si la iglesia
iba a ser privada de la guía activa del apóstol, su ejemplo permanece para
nuestro estímulo. Aquí, entonces, Pablo en vísperas de su partida mira hacia
atrás a su trayectoria como siervo, y mira hacia adelante al día de gloria cuando
su servicio tendrá su galardón resplandeciente. Mirando hacia atrás, él puede
decir, "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe." En el tiempo de Pablo la fe ya era atacada por todos lados, y es
atacada aún más en nuestro día. Fuera del círculo cristiano la fe recibía
oposición de parte de los judíos ritualistas y de los filósofos Gentiles.
Dentro de la profesión cristiana estaban aquellos que habían "errado
acerca de la fe." (1 Timoteo 6:21 - VM), y algunos que eran "réprobos
en cuanto a la fe." (2 Timoteo 3:8). En presencia de esos ataques desde
dentro y desde fuera, Pablo podía decir, "He peleado la buena
batalla." Él había batallado por la fe y había "guardado la fe."
"La fe" es más que el
evangelio de nuestra salvación; ella se centra en Cristo e incluye las glorias
de Su Persona y la grandeza de Su obra. Implica toda la verdad completa del
cristianismo. El apóstol batalló denodada-mente por la fe, rehusando permitir
cualquier ataque hostil sobre ella desde cualquier sector. No se permitió que
ninguna falsa caridad interfiriese con su defensa inflexible de la gloria de la
Persona y la obra de Cristo.
(V. 8). Habiendo peleado la buena
batalla, acabado la carrera, y guardado la fe, él podía mirar con gran
seguridad hacia el futuro y decir, "De ahora en adelante me está reservada
la corona de justicia." (V. 8 - VM). Él había transitado por la senda de
justicia (2 Timoteo 2:22), había seguido la instrucción de justicia (2 Timoteo
3:16), y ahora consideraba llevar la corona de justicia.
Además,
la corona de justicia será dada al apóstol por el Señor, el Juez justo. Él
había mantenido los derechos del Señor en el día de Su rechazo, y recibirá la
corona de justicia en el día de Su gloria. El hombre le había dado al apóstol
una prisión; muchos de los santos le habían abandonado, y algunos se le habían
opuesto; pero, en cuanto a él, tenía "en muy poco" el que fuera
juzgado por los santos o por tribunal humano. Para él el Señor era el Juez (1
Corintios 4: 3-5). Él no dice que el juicio de los santos en cuanto a la
fidelidad, o de otra manera, de su trayectoria, no era nada; sino que,
comparado con el juicio del Señor, era muy poca cosa. Demasiado a menudo los
juicios que nos formamos los unos de los otros están pervertidos por personalidades
mezquinas y consideraciones egoístas. El Señor es el Juez justo.
Por
tercera vez en el curso de la Epístola, el apóstol se refiere a "aquel
día" (2 Timoteo 1: 12, 18; 2 Timoteo 4:8). En todos los padecimientos,
persecuciones, abandonos e insultos que tuvo que enfrentar, ese día brillaba
resplandeciente ante él, - el día de la manifestación del Señor. Cuánto hay que
no podemos comprender y no podemos desenmarañar, cuántos desaires e insultos en
presencia de los cuales debemos callar en este día. Pero de todas estas cosas
podemos hallar alivio encomendándolas al Señor - el Juez justo - para aquel
día, cuando Él "sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y
pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones; y entonces cada cual
tendrá su alabanza de Dios, y no del hombre." (1 Corintios 4:5 - VM).
Además,
para nuestro estímulo, no se nos dice que la corona de justicia está reservada
simplemente para un apóstol, o para un siervo dotado, sino para "todos los
que aman su venida." Nosotros podemos pensar que la corona de justicia
está reservada para una gran actividad en la obra del Señor, o solamente para
aquellos que están en la vanguardia como los que guían al pueblo de Dios; pero
la Palabra no dice que la corona es para los que obran, o para aquellos que son
prominentes, sino para los que aman Su venida. Verdaderamente, el gran tema de
esta porción de la Epístola es estimular al siervo a que trabaje; pero que sea
cuidadoso de que su obra sea gobernada por el amor. Amar Su venida implica que
amamos a Aquel que va a venir y, amándole, amamos pensar en el día cuando Aquel
que ahora es rechazado y despreciado por los hombres, venga "para ser
glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron." (2
Tesalonicenses 1:10). Además, amar Su venida supone que estamos caminando
juzgándonos a nosotros mismos, pues leemos que, "todo aquel que tiene esta
esperanza puesta en él" - la esperanza de ser como Cristo cuando Él venga
- "se purifica, así como él es puro." (1 Juan 3:3 - VM).
En
los versículos finales de la Epístola tenemos un hermoso cuadro de las gracias
de Cristo, los afectos cristianos y los intereses del Señor que unen a los
santos individuales; esto es precioso en cualquier tiempo, pero cuánto más lo
es en un día de debilidad y fracaso cuando los que temen al Señor habla cada
uno a su compañero. (Malaquías 3:16).
Hamilton Smith
[1] (N. del T.: en griego: analúseos. (Ver
Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, de Francisco Lacueva, Editorial
Clie. Es un viejo término analuö, desatar, desligar, disolver - Ver
"Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento de A. T. Robertson,
Editorial Clie)
No hay comentarios:
Publicar un comentario