domingo, 13 de junio de 2021

ESCENAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO (57)

 

Nehemías y su muro


La manera en que Dios castigó al pueblo de Israel, dejándolos ser llevados cautivos a Babilonia, nos recuerda el hecho que Él no pasa por alto el pecado. La cosa que más había enseñado el Señor fue la hechura y adoración de las imágenes.

            En el año veinte de Artajerjes, rey de Persia, unos cincuenta mil de ese pueblo ya habían regresado de Babilonia a la Palestina. Bajo la dirección del sacerdote Esdras y el gobernador Zorobabel, el templo ya estaba edificado. Estos valientes habían logrado mucho a pesar de la oposición de los enemigos. Pero los muros de la ciudad quedaban en ruinas y nadie había repuesto las puertas quemadas. Llegaron noticias a Nehemías, en babilonia todavía, del estado decaído del templo y la ciudad de Jerusalén.

            Este hombre estaba sirviendo de copero al rey Artajerjes, quien le tenía cariño y confianza. Ciertamente reconocería que un hombre que de corazón creía en el Dios vivo, el que todo lo ve y castiga lo malo, no sería capaz de entrar en ningún complot para meterle veneno en el vino que de su mano bebía. Notando el rey un día que había cierta tristeza en el rostro de su copero, llegó a saber que era por el quebranto de corazón que sentía a causa de la condición de su amada ciudad de Jerusalén.

            He aquí la diferencia entre el rezo y la verdadera oración. El rey le preguntó a Nehemías qué era que quería pedir, este judío relata: “Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey …” La oración no es una colección de frases aprendidas de memoria para ser repetidas una o varias veces. Es más bien el deseo sincero del alma, expresado lo mejor que se pueda y en lengua cualquiera. El rezo nada vale con Dios.

            El resultado de aquella oración —tan corta que duró sólo entre la pregunta del rey y la contesta de Nehemías— fue que le dio permiso y apoyo para ir a Jerusalén a socorrer a su pueblo. En verdad, parece haber sido nombrado gobernador.

            Una vez que vio con sus propios ojos, se afligió más al darse cuenta cómo los enemigos habían desanimado al pueblo. Comprendió el disgusto extremo que los opositores sentían por su llegada y propósito. Pronto él reorganizó a su pueblo y dio principio a la reconstrucción del muro en derredor de la ciudad.

            Los enemigos se vieron frustrados. No habían logrado impedir el trabajo, pero les quedaba otra arma, la de la burla. Dijeron: “Aun lo que ellos edifican, si subiere una zorra derribaría su muro de piedra”. El argumento es un arma potente, pero los enemigos de Dios no pueden tener argumento con que defenderse, o con que oponerse a la obra de Dios. ¡Cuántas veces en los años desde que se dio principio a la obra del evangelio en esta República nos han tirado en contra toda suerte de sátira y burla! ¿Por qué? Porque predicamos a Cristo crucificado, para unos ciertamente tropezadero y para otros, locura, más Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios; 1 Corintios 1.23,24.

            Los judíos tuvieron que armarse a causa de las asechanzas de los enemigos, y Nehemías les exhortó: “Pelead por vuestros hijos”. Las armas del cristiano nunca han sido ni serán de acero, sino de argumentos basados en la Palabra de Dios, la Biblia. Cuán importante es ser armados con la verdad, para saber bien lo que enseñan las Sagradas Escrituras. ¡Con cuánta porfía no debiéramos defender cada preciosa enseñanza apostólica, para no cambiarla por las tradiciones de la iglesia de Roma, ni por ninguna otra doctrina errónea!

            Ya les quedaba a los enemigos otra avenida, la calumnia. Acusaron a los judíos de conspiración contra el rey de Persia, a lo que contestó Nehemías: “No hay tal cosa; tú lo inventas”. La calumnia sirve muy bien a los enemigos de Dios, aunque saben que es pura invención suya. Han dicho que nosotros los evangélicos pagábamos a la gente a asistir a nuestras reuniones. Cuando esa mentira se hizo patente y vieja, se inventó que los evangelistas recibían una gran suma de dinero por cada persona bautizada. En algunas partes corrían el cuento que los muertos entre los evangélicos se entierran boca abajo. ¿Qué son estas expresiones, y de dónde vienen? Son calumnias, y vienen de los enemigos que no hallan argumento al-guno contra tan buena obra.

            Por fin se pudo terminar el muro y las puertas de Jerusalén, haciendo así una clara división entre Israel y los enemigos afuera. Esos muros y puertas son figura de la clara separación que existe y debe mantenerse entre los hijos de Dios y los del mundo.

La lectura de la Palabra de Dios tuvo gran parte en inspirar a los judíos a edificar el templo y los muros de la ciudad. Amigo lector: ¿Has venido leyendo la Biblia para conocer las verdaderas doctrinas en contraste con las meras tradiciones de hombres? ¿Podrás decir con razón que tus pecados son perdonados? Si no, ¿por qué te llamas cristiano?

            “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”, 1 Timoteo 1.15.

G. G. Johnston



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