domingo, 13 de junio de 2021

Para que no seamos condenados con el mundo

 

Jonás en fracaso y prueba


            “Porque al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo.” Muchos son los profesantes de la fe en Cristo, pero aquellos que son sometidos a la prueba muestran su adopción de hijos. A éstos el castigo viene para santificación y para quitarles algunas cosas que del carácter del hombre viejo todavía se manifiestan en la vida del hombre nuevo.

El ejemplo que tengo delante es el profeta Jonás, a quien el Señor pasó por cuatro ángulos agudos a ver si en alguno de ellos era aprehendido. El Señor creó cuatro cosas momentáneas, exclusivas, para enseñar a Jonás. Dos de ellas le hicieron prorrumpir en alabanza y gozo y dos de ellas en hacerlo mal hablar.

            Cuán diferente de otro que dijo: “También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos?” En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2:10) La prueba que Dios envió a Job era para quitarle algunas cosas de encima, como confianza en sus buenas obras que solía hacer, y; estas podían hacerle estribar en justicia propia. (Job 16:17, 27:1-6). Mas el fin que el Señor perseguía al enviar esa prueba a su siervo era que Dios fuese glorificado, pues Job aprendió: “He aquí, que yo soy vil ... me aborrezco y me arrepiento.” (Job 39:36, 42:5,6)

            También fue la voluntad de Dios que su Hijo padeciera los tormentos de la cruz. Hallado en tal condición de abatimiento y sufrimiento a causa de nuestra redención, sobre todo tenía por delante la gloria de su Padre. “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.” (Juan 17:1-5)

            Volviendo a Jonás, éste fue muy diferente a Job. Jonás fue el hombre de carácter irascible. Por cuatro veces pronunció sentencia de muerte contra sí mismo y contestó a Dios hasta de una manera insolente. De modo que el Señor, para sacar un vaso de plata refinada, echó a Jonás al crisol y lo pasó por el fuego de la prueba para quitarle las escorias.

            Cuando el que escribe trabajaba en el taller y teníamos que fundir material blanco, el maestro me enseñó dos cosas: con un remillón apartar la escoria a un lado, entonces probar si el rostro se refleja en el material candente, y luego con un papel tocar el material hirviente. Si el papel encendía en llama, el material estaba listo para vaciarlo en la horma ya preparada.

            Así también el Señor busca que, por medio de la prueba o disciplina enviada al creyente, llegue a reflejar la imagen de su Señor. (Romanos 8:28,29) Pablo en la cárcel dijo: “Ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (Filipenses 1:20) Que la gente conozca que hemos estado con Jesús. (Hechos 4:13) En cuanto a nuestro fervor, debe arder como un fuego que contagie a los otros. “El que cree en mí, como dice la escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.” (Juan 7:39)

            La esposa en el Cantar de los Cantares, después de levantarse de la cama para salir en busca del esposo, pasó por la prueba de la persecución: “Hiriéronme, llagáronme, quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros.” Esto encendió en ella el fuego candente del amor que buscó, y describió a su amado de la manera más hermosa. Su ardor fue de tal modo que contagió a los otros, y dijeron: “¿Adónde se ha ido tu amado y le buscaremos contigo?” (Cantares 5:1-16, 6:1)

            Entonces hubo cuatro instrumentos que Dios creó, los cuales fueron usados para la prueba de Jonás.

·         Jehová había preparado un gran pez que tragase a Jonás. (2:1)

·         Preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que le hiciese sombra. (4:6)

·         Dios preparó un gusano al venir la mañana del siguiente día, el cual hirió la calabacera y secóse. (4:7)

·         Acaeció que, al salir el sol, Dios preparó un recio viento solano y el sol hirió a Jonás en la cabeza. (4:8)

            Dios preparó un pez para llevarle abajo a las profundidades del mar, para enseñarle que nadie puede ocultarse de la presencia de Dios.

            “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos 4:13) Hubo cuatro lugares donde Jonás no pudo esconderse: ni en la bodega del barco, ni en el fondo del mar, ni en el vientre de la ballena, ni pudo esconder los pensamientos de su huida. “¿Adónde me iré de tu presencia?” (Salmo 139:7)

           


Dios preparó una calabacera para darle sombra arriba.

             ¡Qué pronto Jonás se confió en las sombras pasajeras de esta vida! Bienaventurado aquel que aprende por experiencias a confiar en el Eterno e invariable: “El que habita al abrigo del Altísimo, habitará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo 91:1) Muchas gentes son ligeras para dejarse guiar por las emociones. Muestran gran entusiasmo por lo que les llena la vista y un poco tiempo después descubren que era como la calabacera de Jonás; no tenía raíz profunda. (Marcos 4:5,6)

            Dios preparó un gusano que la comió por dentro.

            La conciencia que no es justificada será una conciencia vacilante. Piensa: “En salvándome yo, no importa que los demás se pierdan.” (1 Corintios 8:11) Jonás se apesadumbró porque Dios mostró misericordia a los ninivitas arrepentidos. La conciencia debe ser un gusano que nos corroa en esta vida para que lleguemos a tener conciencia iluminada. (Hechos 24:16) De otra manera la conciencia del individuo en el infierno será gusano que nunca muere. (Marcos 9:43-49)

            Dios preparó un recio viento solano que le azotó de fuera, y Jonás deseaba morirse.

            Ciertamente ha habido tribulaciones tan hostiles, tempestades tan horrendas en el pueblo del Señor que para muchos “el morir es ganancia.” El Señor permite periódicamente esos vientos para templar el carácter y la fe de sus santos (Juan 15:2), para probar la fidelidad y para que se manifieste la apostasía de otros.

            El huracán no apagó el pabilo que humeaba (Mateo 12:18-21). De Juan el Bautista se dice que no fue “caña meneada por el viento.” Las pruebas vendrán a todos los hijos de Dios. Que el Señor nos dé gracia suficiente para que digamos con el apóstol Pablo: “Antes en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:37)

José Naranjo

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