V — Más que Salomón en este lugar
II
— Mayor que Salomón como rey
El reinado de Salomón era de gloria y paz. En este
sentido él es una figura de aquella Persona gloriosa cuyo nombre es desde la
antigüedad el Príncipe de Paz, y la época de Salomón, con su opulencia y
magnificencia terrenal, es una sombra anticipada del esplendor y prosperidad
del reino milenario del Mesías que está todavía por venir.
El oro en abundancia, plata
tan común como piedras en la calle, la subyugación de los enemigos en derredor,
el homenaje de los reyes de la tierra y la seguridad para todos sus súbditos:
éstas son algunas de las maneras en que el reino de Salomón proyectó
proféticamente aquel Reino mayor cuya venida y dominio los discípulos del Señor
fueron instruidos a pedir en oración.
Pero en otras maneras ese reino fracasó como ilustración
del reino de Cristo. La misma magnificencia de su palacio, el carácter de su
corte, la exageración en hospitalidad y el derroche en la administración
pública constituyeron una carga muy pesada para los ciudadanos. Hablando
Rehoboam del gravamen severo sobre el pueblo, necesario para sostener ese vasto
despliegue, ese hijo y sucesor de Salomón dijo: “Mi padre os castigó con azotes
...” En aquel magnífico salmo sobre la gloria mesiánica que se dice ser obra de
Salomón, el número 72, se presenta al Rey ideal como el recurso para el pueblo
común: “Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere
quien le socorra”. Las masas no serán para aquel Rey lo que han sido durante
demasiado tiempo en los ojos de potentados ambiciosos en su afán por dominio
mundial; lejos de ser carne de cañón, su sangre será preciosa ante los ojos de
ese Rey, 72.14.
¡Pero cuán corto de días fue el
reinado de Salomón! Aun antes que la vida de ése cumpliera sus años asignados,
su reino había empezado a menguar. La unidad se acabó en manos de su hijo
necio, y las porciones divididas se debilitaron progresivamente hasta que no
hubiera reino, trono ni gobierno. Pocos años tenía Salomón en el sepulcro
cuando el mando pasó a manos extranjeras.
De aquel que es mayor que Salomón,
está escrito en Isaías 9.7: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrá
límite;” y de nuevo en Daniel 2.44: “El Dios del cielo levantará un reino que
no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo”.
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