El propósito de Dios (1:1-14)
1.
Saludos apostólicos (1:1-2)
El
escritor habla de sí como “Pablo, [un] apóstol de Jesucristo por la voluntad de
Dios”, 1.1. Había otros apóstoles, con sus respectivas esferas de servicio. Él
era el apóstol a los gentiles. No fue así por elección propia ni
autonombramiento, sino “por la voluntad de Dios”. Al escribir a Timoteo dice
que era apóstol “por mandato, epitagé,
de Dios Salvador”, 1 Timoteo 1.1. De esta manera estaba seguro de estar en la
corriente de la voluntad divina y autorizado por designación soberana.
Por
regla general él habla del Señor como “Cristo Jesús”, un título que denota su
gloria actual en resurrección, y describe a sus receptores como “los santos y los fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso”. Su creencia inicial
se manifiesta en su fidelidad continua. El título “santos” significa el gran
estado de santidad que les era suyo con base en la obra limpiadora de Cristo,
mientras que “fieles” indica su carácter presente.
Su saludo en el versículo 2 está expresado en términos
que apelarían tanto a judío como a griego. “Gracia” sería entendida por los
gentiles y “paz”, salóm, por los
judíos. La gracia es la fuente de la paz que fluye de ella, y cada una tiene su
origen en Dios nuestro Padre y [sic]
el Señor Jesucristo. La sola preposición “de” apo, gobierna los dos nombres ¾Dios y Señor¾ enfatizando así la
absoluta igualdad de las dos Personas.
El propósito de Dios, 1.3
al 14
Estos
versículos constituyen una de las oraciones gramaticales más largas en las
Escrituras. Se trata, quizás, de la declaración más comprensiva del propósito
de Dios, cada palabra cargada de un tomo de verdad. Su propósito abarca todo
tiempo, abarca ambos pueblos e involucra las tres Personas de la Trinidad.
Abarca
todo tiempo: Tal vez deberíamos
decir más bien que va desde la eternidad hasta la eternidad. Mira atrás al
pasado remoto y afirma que el creyente fue escogido en Cristo antes de la
fundación del mundo. La época de este mundo que nos ha tocado es uno de esos
hechos que los investigadores científicos no han determinado. Es cuestionable
que lo descubran con exactitud; tal vez sea una de esas “cosas secretas” que
pertenecen al Señor. Pero cuando quiera que el mundo haya sido fundado, fue
antes de eso que Dios “nos escogió en él” con miras a que fuésemos “santos y
sin mancha delante de él”, 1.4, un propósito que será realizado a la postre,
5.27, cuando seamos presentados a Él. No podemos abundar aquí sobre la
elección, pero diremos que Dios no nos eligió como clase, sino como individuos
conocidos a Él de antemano. Tampoco nos eligió porque sabía que íbamos a creer,
sino que nosotros creímos porque nos escogió.
Este
propósito tendrá su realización definitiva al llegar “la dispensación del
cumplimiento de los tiempos”, 1.10, cuando todo sea sujeto a Cristo (“reunir
todas las cosas en Cristo”). Aparentemente se refiere a una ocasión posterior
al milenio, ya que éste es tan sólo uno de los “tiempos” (o “sazones” ¾ períodos caracterizados por algo en particular), al
final del cual el hombre, bajo mandato de Satanás, se rebelará contra el mejor
Rey que jamás haya tenido. Pero en este eterno futuro, cuando todo esté
dirigido por Cristo, la dispensación de la plenitud abarcará tanto cielo como
tierra. Habrá terminado para siempre la discordia que existe ahora. Todos los
“tiempos” de la tierra habrán transcurrido; una vez que Dios haya realizado su
propósito eterno por medio de las “sazones”, Él llevará todo a su
predeterminada culminación y Cristo será Cabeza suprema. En ello nosotros los
creyentes tendremos nuestra parte, como se percibe por los versículos 11 y 12.
De
manera que los propósitos divinos tuvieron sus raíces en lo que nosotros
llamamos una eternidad pasada, y tendrán su fruto definitivo en una eternidad
todavía futura, las dos separadas por el acontecimiento central de la cruz
(“por su sangre”, 1.7). Las actividades
pasadas de Dios señalaban todo esto, y sus actividades futuras fluirán de, y
dependerán de, ello.
Abarca
las dos partes, judío y gentil. Se
debe notar los pronombres en esta sección (y, por cierto, en todo pasaje). El
“nosotros” (sobreentendido en el español) en el 1.12 se refiere a los creyentes
judíos, quienes, en lo que a su nación se refiere, habían esperado a un Mesías
por venir. (“Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel”,
Lucas 24.21). El “vosotros” del 1.13 se refiere a los gentiles, quienes,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio tocante a su salvación, habían
confiado en el mismo Mesías y con esto fueron “sellados con el Espíritu Santo
de la promesa”. Su acto de fe y su sellado fueron simultáneos, sin lapso de
tiempo entre los dos hechos, 1.13. El incidente registrado en Hechos 19 (los
doce señores en Éfeso) es de un carácter peculiar que no tratamos aquí.
Este
“nosotros” y “vosotros” ¾1.12,13¾ están comprendidos en el pronombre “nos” del 1.3 y en la
“nuestra” del 1.14. La naturaleza envolvente del propósito de Dios se
desarrolla en el capítulo 2, como veremos.
Las
tres Personas de la Trinidad divina están
involucradas. La unidad de la
Deidad y de la
Trinidad es una verdad que el intelecto del hombre no puede
explicar, pero su fe puede aceptar. Cada Persona tiene su propio territorio de
actividad, y por ende es el Padre que elige, versículo 4, el Hijo que redime,
versículo 7, y el Espíritu que sella, versículo 13. No es que sean acciones
independientes; cada cual obra en armonía con las otras Personas. Cada cual
realiza lo que es esencial para lograr el propósito eterno, al decir del 3.13.
Esta cooperación armoniosa en la
Deidad está insinuada en las tres parábolas de Lucas 15, en 1
Pedro 1.1,2, en 2 Tesalonicenses 2.13,14 y otras partes.
¡Cuán
maravilloso es que Dios, en la plenitud de su ser, se haya ocupado activamente
a lo largo de siglos, y se ocupa hoy por hoy, en lograr el eterno bienestar de
criaturas tan indignas como habíamos llegado a ser! ¡Y a tanto costo!
Se
define un plan ordenado:
Tengamos presentes los vocablos empleados: amor, 1.5; voluntad, 1.9;
beneplácito, 1.9; propuesto, 1.9; designio, 1.11; el que hace, 1.11.
La
fuente de todo este plan maravilloso se encuentra en el amor de Dios, lo cual
le hizo tener una voluntad ¾ un
deseo tal que Él se deleitaba en su amado Hijo único¾ y contar con el cielo repleto de “muchos hijos” como
Aquel.
El
pensamiento de tal cosa le daba “beneplácito”; la idea era agradable a su
corazón. Por esto, y resuelto esto, propuso en sí mismo que así fuese; Él
tomaría medidas para realizar lo que aquel amor había concebido. Pero había un
obstáculo: el hombre estaba subyugado a sí mismo y a Satanás. Él tendría que
ser librado de sus ataduras, pero hacerlo requeriría satisfacer las severas
demandas de la justicia.
Por
lo tanto, hubo el divino “designio” ¾consejo¾ sobre cómo vencer los
obstáculos y cumplir con las demandas. La solución del problema estaba en la
cruz ¾la redención por sangre¾ y una vez realizada ésta se puso en marcha por medio de Aquel que ahora
está obrando todo “según el plan”.
La
mayoría de nosotros hemos construido castillos en el aire y nos hemos deleitado
al contemplarlos. El joven se compromete con una señorita en amor y desea formar un
hogar con ella; esa voluntad le da
mucho beneplácito al reflexionar
sobre el propósito, aun cuando habrá
que enfrentar muchas dificultades, ya que hará falta “cortar el saco según la
medida”. Pero, atendidas ya las cuestiones financieras y otras, se realizan las
operaciones de construcción y él
tiene la satisfacción de ver que se hacen
todas las cosas día a día. Llega el momento feliz cuando los dos se
instalan en la casa, su amor llevado a fruición, su deseo alcanzado, su
propósito realizado, las dificultades superadas, y su corazón satisfecho.
Beneficios
permanentes fluyen este propósito
de Dios. Hay perdón, 1.7; adopción, 1.5; redención, 1.7. El perdón resuelve el
pasado, la redención asegura el futuro, y la adopción como hijos garantiza el
presente y el futuro también. Un examen adecuado de estos beneficios llenaría
muchas páginas aquí, pero es algo que el lector haría bien en emprender. Se
verá en ellos que Dios ha provisto para toda contingencia posible. Los términos
empleados aquí no admiten restricción y deben ser interpretados de la manera
más amplia posible.
El
propósito declarado: Todo tiene como su
fin “la alabanza de su gloria”, 1.12. La gloria es la excelencia desplegada, y
este despliegue evoca alabanza. Esta gloria será desplegada en nosotros, de
manera que seamos “para la alabanza de su gloria”. Pero somos introducidos por
gracia soberana, de modo que es “alabanza de la gloria de su gracia, con la
cual nos hizo aceptos en el Amado”, 1.6,12,14. Dios ha declarado lo que Él
mismo es, y esto a su vez ha resultado en que Él manifestara gracia en
nosotros, y ello a su vez resulta en una doxología a lo largo de la eternidad
sin fin.
E.W.
Rodgers, Purley, Inglaterra;
Precious Seed tomo 23