Santiago Saword
Bien
que fuisteis echados entre los tiestos, seréis como alas de paloma cubiertas de
plata, y sus plumas con amarillez de oro. Salmo
68.13
Este
hermoso cántico de David alaba el gran poder y la maravillosa gracia de Dios en
la redención. En el versículo 18 el Salmo alude proféticamente a la ascensión
de nuestro Señor Jesucristo, y el texto se emplea en Efesios 4.8: “Subiste a lo
alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres”. El autor
también mira atrás a las cadenas de servidumbre para Israel en Egipto y
adelante al glorioso reino milenario del Señor.
Sin
ocuparnos de las varias interpretaciones contradictorias que se han publicado
en torno del versículo 13, veámoslo como un cuadro hermoso de lo que la gracia
redentora ha hecho en bien nuestro. Vemos en el versículo lo que éramos, somos
y seremos.
El pasado
Las
palabras, “fuisteis echados entre los tiestos”, [o sea, entre los pedazos de
ollas rotas y vasijas de barro inútiles] ofrecen una descripción realista de
los hijos de Israel en su degradación y miseria en Egipto. Ellos mismos
hablarían posteriormente de haberse sentado “a las ollas de carne”, Éxodo 16.3.
Aquellas ollas y aquellos tiestos eran sucios y negros, cosas carnales que
Faraón empleaba para mantener a ese pueblo quieto en su estado oprimido.
Todo
esto nos hace recordar lo que éramos también. “Años mi alma en vanidad vivió,
ignorando a quien por mí sufrió …” Nos encontrábamos “echados entre los
tiestos” y otros desechos rotos y sucios del mundo, nuestras justicias como
trapo de inmundicia ante los ojos de Dios. Espiritualmente, éramos débiles e
incapaces de remediar la situación; estábamos expuestos a la ira de Dios.
El presente
Ante un trasfondo tan oscuro, un rayo de luz celestial
penetra la penumbra. “¡Seréis como alas de paloma cubiertas de plata!” La plata
es la sobresaliente figura bíblica de la redención, y en la paloma encontramos
el ministerio tan favorable del Espíritu Santo.
Israel fue salvo de la pena del pecado por la sangre, fue
librado de Egipto por poder, y fue tomado “sobre alas de águilas”, Éxodo 19.4.
Ese pueblo fue objeto de la gracia de Dios en todo momento. Las alas simbolizan
el poder que levanta el pecador que cree, sacándole de donde estaba y
llevándole a sentarse en lugares celestiales con Cristo Jesús, o sea, de la
muerte espiritual a la resurrección espiritual. Sólo el amor del Padre, la
sangre preciosa de Jesús y la obra regeneradora del Espíritu Santo pueden
efectuar un milagro de tan grandes proporciones.
La paloma no come carne. Ella simboliza la inocencia,
pureza y paz. Encontrándose lejos de su lugar, siempre quiere regresar, y así
es que el esposo en el Cantar dice que la esposa tiene ojos como de paloma. La
visión del creyente debe ser controlada por el Espíritu Santo, ocupada más de
todo con su hogar celestial.
Probablemente el cuervo no quiso volver al arca de Noé
por haber visto tantos cadáveres flotando sobre las aguas; esa carne muerta
apelaría a su apetito inmundo. La paloma rehusó todo aquello y voló al arca de
nuevo, manifestando que tenía una naturaleza diferente. El creyente es
participante de la naturaleza divina y ha huido de la corrupción que hay en el
mundo a causa de la concupiscencia, 2 Pedro 1.4. La corrupción abunda en la
sociedad, política y religión, pero el cristiano se guarda sin tacha, andando
por una senda de separación y en compañía de Uno rechazado por el mundo.
El futuro
Leemos que “mejor es el fin del negocio que su
principio”, Eclesiastés 7.8, y así es en nuestro versículo: “… y sus plumas con
amarillez de oro”.
Las plumas nos hablan de la consolación del Espíritu,
quien es nuestro Consolador a lo largo de toda la peregrinación. A su vez, el
oro nos representa la gloria por delante. Hemos sido “sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de
la posesión adquirida”, Efesios 1.13,14. “Gracia y gloria dará Jehová”, Salmo
84.11: gracia suficiente para la necesidad presente, y gloria en la venida del
Señor.
“Vamos muy pronto al célico hogar, do
gozaremos de gloria sin par”. La mayor parte del pueblo del Señor ven poco del
oro perecedero aquí en este mundo, pero viene día cuando conoceremos de cerca
la ciudad cuya calle es de oro puro, transparente como vidrio, Apocalipsis
21.21.
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