domingo, 15 de mayo de 2022

Todo el día

 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir, y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso. Salmo 71.17 al 19


            El Salmo 71 fue escrito por un anciano y contiene un mensaje estimulante para los cristianos mayores en edad en todo lugar y circunstancia. No estoy de acuerdo con lo que una señora comentó en mi presencia años atrás al exclamar, “¡Oh, la tragedia de la vejez!” Parece que ella temía envejecerse.

            Reconocemos, sin embargo, que en la sociedad moderna es difícil encontrar empleo cuando uno tiene muchos años encima, y para algunos las circunstancias se tornan onerosas. Pero nuestro Padre celestial ha prometido que, “como tus días serán tus fuerzas”, Deuteronomio 33.25.

Una actitud positiva

            En este salmo encontramos a un creyente anciano en pleno empleo. El no percibe tragedia sino triunfo en sus años avanzados. Su oración en el versículo 8 es, “Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día”, y en el versículo 15 él afirma que, “Mi boca publicará tu justicia y tus hechos de salvación todo el día”. Su propia fuerza física está menguando, pero él declara confiadamente, “Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor”. Él sabía dónde está la fuerza. Ahora, este salmista mira atrás a dos circunstancias muy favorables en su vida: (1) Fue salvo cuando joven, “Seguridad mía desde mi juventud”, 71.5. (2) Fue instruido desde joven, “Me enseñaste desde mi juventud”, 71.17

            Él se había aprovechado de sus años formativos, inscrito en la escuela de Dios, y ahora en su postrimería estaba cosechando los frutos preciosos de las verdades que fueron sembradas en su corazón juvenil muchos años atrás. El creyente joven que dedica tiempo suficiente a la lectura cuidadosa de las Escrituras y la meditación con oración, cosechará dividendos ricos en años posteriores. Aquellos que malgastan los primeros años de convertido lamentarán no haberlos aprovechado, una vez que lleguen a la edad cuando la mente no absorbe lo que oye y lee.

            El Espíritu Santo trae a nuestra memoria aquello que hemos atesorado por atención concienzuda a la Palabra de Dios. “El Consolador, el Espíritu Santo, …os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26.

            Los versículos finales del Salmo nos presentan un cuadro hermoso del anciano canoso cantando con arpa a Jehová. Está feliz en su alma, ocupándose de su salvación: “Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, y mi alma, la cual redimiste”. El estaba anticipando su ocupación eterna, cuando acompañaría las huestes de todas las edades en el himno que proclama: “Digno eres … porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido … y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes”.

Habla la boca

El último versículo le encuentra todavía en el mundo hostil, ya que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, 2 Timoteo 3.12, pero sus enemigos no pueden taparle la boca. Es una gran bendición cuando la lengua no deja de funcionar en la vejez, aun cuando uno pierda su vista o la fuerza corporal, ¡si es que con la lengua puede expresar el gozo que siente en el Señor!

            Pero, las Escrituras registran algunos casos tristes del mal que puede hacer la lengua entre los ancianos en edad. María, hermana de Aarón y Moisés, empleó muy bien su lengua para cantar la alabanza de Jehová en su mejor época, pero hacia el final de la carrera ella la prestó para la obra del diablo, la maledicencia. En su juventud ella había manifestado amor para su hermano menor cuando él se encontró abandonado en una arquilla, pero cuando canosa ella fue excluida del campamento por siete días por hablar mal de él.

            De la misma manera Aarón, quien gozaba de un privilegio singular ante Dios y los hombres, tuvo que confesar su necedad y pecado en hablar en contra de Moisés. Finalmente, nos acordamos del pecado trágico de Moisés mismo. En vez de hablarle a la roca, como Dios le mandó hacer, él la golpeó y luego perdió los estribos con el pueblo, “y él habló precipitadamente con sus labios”, Salmo 106.33.

            Que nuestra oración constante sea la del Salmo 141.3: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios”.
Santiago Saword

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