domingo, 15 de mayo de 2022

LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES (3)

 


1.12 al 30 El propósito de la vida


            Los intereses del Señor se promocionan por la predicación del evangelio, 1.12 al 18; por la proyección de Cristo en la vida del creyente, 1.19 al 26; y por la protección del testimonio, 1.27 al 30.

            Lo que parecía ser un revés en la divulgación del evangelio fue en realidad una ayuda, 1.12, de manera que el apóstol se alegra en saber que éste era proclamado, 1.18. En la predicación del evangelio se estaban promocionando los intereses de Cristo y esto le contentaba, ya que no le preocupaban las circunstancias. Por esto expresa confianza que sería guardado del desaliento o de avergonzarse, y esto se debía a la predicación, 1.18; a la oración del pueblo del Señor, y a la provisión del Espíritu, 1.19.

            Para él era importante que Cristo fuese magnificado en su cuerpo, y Pablo estaba dispuesto a vivir o morir con tal que su muerte cumpliera ese fin. Todo el propósito de su vida era Cristo. “Para mí el vivir es Cristo”, 1.21. La vida es la oportunidad para promover los intereses de Cristo, comunicar el evangelio, ayudar al pueblo de Dios e identificarse con Cristo en un mundo que le rechaza. Una sola pasión debe llenar el corazón, la de afecto por Cristo; un propósito debe llenar la vida, el de vivir por Cristo. La muerte era ganancia —algo mucho mejor— pero Pablo tenía el carácter de esclavo y por lo tanto estaba dispuesto a quedarse en beneficio de otros.

            Para Pablo la vida tenía valor tan sólo al tener por resultado la gloria de Cristo, y por esto no buscaba su propio bienestar sino el de los demás. Si esta resolución caracteriza la vida de cada uno en la congregación, se mantendrá el testimonio no obstante los ataques del enemigo. El comportamiento de cada cual sería gobernado de tal forma que se ajustará al evangelio en todo detalle; todos estarán firmes ante cualquier arremetida, con un solo propósito y meta. Habrá unanimidad de disposición y una sola energía de la fe, con el consecuente coraje que confía en un fin asegurado; 1.27 al 30.

            Que este propósito caracterice cada uno de nosotros para la gloria de Dios, la exaltación de Cristo en nuestras vidas y el bienestar espiritual de los creyentes con quienes nos congregamos.

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