“Cuatro cosas son de
las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las
hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida; los conejos
(damanes), pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; las langostas,
que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas; la araña (la lagartija) que
atrapas con la mano, y está en palacios de rey”. Proverbios 30:24-28
En Job 12:7 se nos dice: “Pregunta
ahora a las bestias, y ellas te enseñarán”. Dios dice a su pueblo infiel: “El
buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende,
mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:3). “Aún la cigüeña en el cielo
conoce su tiempo y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de
su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio de Dios” (Jeremías 8:7). El
salmista nos advierte: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin
entendimiento” (Salmo 32:9), y el Señor dice a los suyos: “Sed, pues, prudentes
como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16). “Considerad los
cuervos, que ni siembran, ni siegan... y Dios los alimenta” (Lucas 12:24).
La Palabra nos presenta un gran
número de animales como ejemplo y nos invita a aprender lecciones prácticas de
su comportamiento. Entre ellos hay cuatro que califica de “más sabios que los
sabios” (Proverbios 30:24-28), a los que debemos prestar una atención especial
si deseamos ser merecedores de una calificación semejante.
Consideremos primeramente a las
hormigas. Proverbios 6:6 nos dice: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos,
y sé sabio; la cual, no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en
el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. En el
capítulo 30:25 leemos: “Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan
su comida”. Lo que caracteriza a las hormigas, según vemos, es su debilidad, su
previsión y sus ganas de trabajar; pensando en los días malos que se avecinan,
recogen el alimento para el invierno.
Queridos jóvenes, los preciosos años
de su juventud les ofrecen una ocasión única para ahondar en un más amplio conocimiento
del Señor y su Palabra. Gozan de una buena salud, tienen facultades intactas,
una memoria fiel, están llenos de entusiasmo, de vitalidad. La juventud está
dispuesta a consagrarse a lo que representa un ideal para ella. ¿No les
gustaría ejercitarse en la piedad, alimentarse abundantemente del maná (Cristo
hombre), del viejo trigo del país (Cristo resucitado y celestial), y hacer una
amplia provisión de estos tesoros, como las hormigas, antes de que vengan años
malos y penosos en los que no tengan más gusto en ello? Obedezcamos la
exhortación del apóstol Pablo al joven Timoteo: “Ocúpate en estas cosas; permanece
en ellas” (1 Timoteo 4:15). Este es el secreto de una vida consagrada.
¿Qué caracteriza la segunda
categoría de animales extremadamente sabios, los damanes? (versión Reina
Valera 1960: conejos). No tienen mucha fuerza, pero tienen sus casas en la
roca. Este pequeño animal, que se parece al conejo y al tejón, no cava en la
tierra, sino que habita en las grietas de las rocas (Salmo 104:18), donde se
refugia cuando aparece el enemigo, por ejemplo, un ave de rapiña. Para
nosotros, la sabiduría también consiste en darnos cuenta de nuestra pequeñez,
en desconfiar de nosotros mismos en todo tiempo, tanto en los días buenos como
en los malos, y buscar nuestra fuerza y refugio cerca de Aquel que es la Roca
fuerte. “Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú
has dado mandamiento para salvarme, porque tú
A continuación, se nos habla de las
langostas (o saltamontes chapulines), que no tienen rey, pero que salen por
cuadrillas. ¡Es un espectáculo impresionante ver estas bandas con innumerables
langostas que a veces forman una nube de 15 kilómetros de largo por 8 de ancho,
tan espesa que el mismo sol no puede atravesarlas! Se desplazan siguiendo un
orden, como un regimiento, después se arrojan sobre una región, destruyendo
toda la vegetación que está a su alcance. Nada puede pararlas, devoran todo.
Lo más maravilloso es que no tienen ningún jefe visible que coordine sus
movimientos; su fuerza está en su unión. Esto nos lleva a pensar de entrada en
esta maravilla que es la Iglesia de Dios sobre la tierra y en la acción
invisible del Espíritu Santo, independiente de toda organización humana. En la
reunión para la adoración, al dejar que el Espíritu sea nuestro director,
gozamos de la bendita presencia del Señor, sin ningún formalismo y en la paz.
¿Somos, pues, sabios como las langostas y apreciamos verdaderamente la bendición
de estar reunidos alrededor del Señor?
Finalmente, Agur nos habla de la
lagartija (versión Reina Valera 1960: araña), animal inofensivo, muy ligero y
espantadizo, que fácilmente se puede agarrar con la mano, pero que habita en
palacios de rey. La lagartija hace pensar en el creyente. Se da cuenta de su
pequeñez en este mundo, pero sabe que pronto gozará de las felicidades de la
casa del Padre. Pensemos en Jacob, cuyo oficio de pastor era una abominación
para los egipcios; sin embargo, pudo estar en la presencia del Faraón, el más
poderoso soberano de su tiempo, y bendecirle (Génesis 46:34; 47:7). Pensemos en
Pablo prisionero, que compareció ante Agripa y Festo para decirles: “¡Quisiera
Dios que... fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (Hechos
26:29). Es una prueba de sabiduría el comprender que no teniendo nada en
nosotros, lo tenemos todo en Él.
¡Ojalá
podamos crecer en sabiduría, aplicándonos las lecciones enseñadas por las
hormigas, los damanes, las langostas y la lagartija!
Tomado
del Folleto PARA TODOS 04/2014
J. Khm
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