domingo, 15 de mayo de 2022

Más sabios que los sabios

 

“Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida; los conejos (damanes), pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas; la araña (la lagartija) que atra­pas con la mano, y está en palacios de rey”. Proverbios 30:24-28

            En Job 12:7 se nos dice: “Pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán”. Dios dice a su pueblo infiel: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Isra­el no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:3). “Aún la cigüeña en el cielo conoce su tiempo y la tór­tola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su veni­da; pero mi pueblo no conoce el juicio de Dios” (Jeremías 8:7). El salmista nos advierte: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento” (Salmo 32:9), y el Señor dice a los suyos: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16). “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan... y Dios los alimenta” (Lucas 12:24).

            La Palabra nos presenta un gran número de animales como ejemplo y nos invita a aprender lecciones prácticas de su comportamiento. Entre ellos hay cuatro que califica de “más sabios que los sabios” (Proverbios 30:24-28), a los que debemos prestar una atención especial si desea­mos ser merecedores de una calificación semejante.

            Consideremos primeramente a las hormigas. Proverbios 6:6 nos dice: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus cami­nos, y sé sabio; la cual, no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. En el capítulo 30:25 leemos: “Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida”. Lo que caracteriza a las hormigas, según vemos, es su debilidad, su previsión y sus ganas de trabajar; pensando en los días malos que se avecinan, recogen el alimento para el invierno.

            Queridos jóvenes, los preciosos años de su juventud les ofrecen una ocasión única para ahondar en un más amplio conocimiento del Señor y su Palabra. Gozan de una bue­na salud, tienen facultades intactas, una memoria fiel, están llenos de entusiasmo, de vitalidad. La juventud está dispuesta a consagrarse a lo que representa un ideal para ella. ¿No les gustaría ejercitarse en la piedad, alimentarse abundantemente del maná (Cristo hombre), del viejo trigo del país (Cristo resucitado y celestial), y hacer una amplia provisión de estos tesoros, como las hormigas, antes de que vengan años malos y penosos en los que no tengan más gusto en ello? Obedezcamos la exhortación del após­tol Pablo al joven Timoteo: “Ocúpate en estas cosas; per­manece en ellas” (1 Timoteo 4:15). Este es el secreto de una vida consagrada.

 

            ¿Qué caracteriza la segunda categoría de animales extre­madamente sabios, los damanes? (versión Reina Valera 1960: conejos). No tienen mucha fuerza, pero tienen sus casas en la roca. Este pequeño animal, que se parece al conejo y al tejón, no cava en la tierra, sino que habita en las grietas de las rocas (Salmo 104:18), donde se refugia cuando aparece el enemigo, por ejemplo, un ave de rapi­ña. Para nosotros, la sabiduría también consiste en darnos cuenta de nuestra pequeñez, en desconfiar de nosotros mismos en todo tiempo, tanto en los días buenos como en los malos, y buscar nuestra fuerza y refugio cerca de Aquel que es la Roca fuerte. “Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado manda­miento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortale­za” (Salmo 71:3).

           

            A continuación, se nos habla de las langostas (o salta­montes chapulines), que no tienen rey, pero que salen por cuadrillas. ¡Es un espectáculo impresionante ver estas bandas con innumerables langostas que a veces forman una nube de 15 kilómetros de largo por 8 de ancho, tan espesa que el mismo sol no puede atravesarlas! Se des­plazan siguiendo un orden, como un regimiento, después se arrojan sobre una región, destruyendo toda la vegeta­ción que está a su alcance. Nada puede pararlas, devoran todo. Lo más maravilloso es que no tienen ningún jefe visi­ble que coordine sus movimientos; su fuerza está en su unión. Esto nos lleva a pensar de entrada en esta maravi­lla que es la Iglesia de Dios sobre la tierra y en la acción invisible del Espíritu Santo, independiente de toda organi­zación humana. En la reunión para la adoración, al dejar que el Espíritu sea nuestro director, gozamos de la bendi­ta presencia del Señor, sin ningún formalismo y en la paz. ¿Somos, pues, sabios como las langostas y apreciamos verdaderamente la bendición de estar reunidos alrededor del Señor?

            Finalmente, Agur nos habla de la lagartija (versión Reina Valera 1960: araña), animal inofensivo, muy ligero y espantadizo, que fácilmente se puede agarrar con la mano, pero que habita en palacios de rey. La lagartija hace pensar en el creyente. Se da cuenta de su pequeñez en este mundo, pero sabe que pronto gozará de las felicida­des de la casa del Padre. Pensemos en Jacob, cuyo oficio de pastor era una abominación para los egipcios; sin embargo, pudo estar en la presencia del Faraón, el más poderoso soberano de su tiempo, y bendecirle (Génesis 46:34; 47:7). Pensemos en Pablo prisionero, que compa­reció ante Agripa y Festo para decirles: “¡Quisiera Dios que... fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (Hechos 26:29). Es una prueba de sabiduría el comprender que no teniendo nada en nosotros, lo tene­mos todo en Él.

            ¡Ojalá podamos crecer en sabiduría, aplicándonos las lec­ciones enseñadas por las hormigas, los damanes, las lan­gostas y la lagartija!

Tomado del Folleto PARA TODOS 04/2014

J. Khm

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