domingo, 18 de septiembre de 2022

La ruina del impío y la exaltación del justo

 

Salmo 75


Salmo 75 nos inicia sencillamente en el misterio de los juicios que Dios ejecutará con los impíos.

v 1, aunque parezca que el juicio se tarda, Dios ha señalado un día. (Hechos 17:31, Romanos 2:16)

v 3, aunque se arruine la tierra y sus moradores, Dios sostiene sus columnas. (Salmo 11:2-5, Isaías 45:12.18)

v 4, aunque los impíos se enorgullezcan, “como su estiércol perecerán”. (Job 20:5-7, Isaías 37:36-38)

v 5,6 aunque hablen con cerviz erguida, su escape no viene del oriente ni del occidente; no hallarán escondite. (Jeremías 9:23,24, Salmo 73:2-20)

vv 6,7, aunque el hombre se suba, y ocupe su lugar alto, Dios está más alto. Dios es el Juez. (Ezequiel 28:1-9, Eclesiastés 5:8)

v 8, aunque parezca que su impiedad quedara impune, “el cáliz está en la mano de Dios, y el vino está fermentado, lleno de mistura; y él derrama del mismo; hasta el fondo lo apurarán y lo beberán todos los impíos de la tierra”.

El apóstol Pedro nos habla de los “burladores de los postreros días”. (2 Pedro 3:3-7). Había también burladores en los primeros tiempos, y habrá, y hay piadosos como el de Salmo 75 que observan la ruina de la tierra por el incremento del pecado. Estos piadosos oran: “Sí, ven Señor Jesús”. (Apocalipsis 22:20) La apostasía está tomando su turno, estimulada por la falsa religión de quien va a salir el monstruo de “siete cabezas y diez cuernos”. (Apocalipsis 17:3-5) Habrá un ecumenismo mancomunado, “con apariencia de piedad”. (2 Timoteo 3:1-5)

La corrupción llegará a arruinar la tierra y sus moradores, pero no afectará sus columnas, “que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. Nada podemos contra la verdad, sino por la verdad”. (1 Timoteo 3:15, 2 Corintios 13:8) Esos impíos y burladores dicen: “Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros. ¿Quién es señor de nosotros? Hablan con altanería; ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra”. (Salmo 12:4, 73:8,9) Tan pronto que se olvidan los soberbios, una vez para siempre su lengua va a enmudecer, y será bocado principal de la carroña.

Dichoso aquel a quien Dios ensalza. Los impíos dijeron: Bienaventurados los soberbios. “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre”. También el Señor ensalzó al publicano, que humilde y desesperante pidió a Dios misericordia y el perdón de sus pecados. “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. (Malaquías 3:14-18, Lucas 18:9-14)

La mano de Dios no tiembla. Dios no es hombre que se inclina a las conveniencias, ni tiene respeto al grande, ni se parcializa, pues Él es Juez Supremo y perfecto; no se equivoca. Los mismos impíos tendrán que reconocer y confesar en aquel día que son culpables y que merecen el castigo. Ellos mismos apurarán la mezcla que está en el vaso hasta las heces.

El justo tendrá siempre un cántico en su boca, ensalzando el poder de la redención. Sabe que es piedra viva en el edificio, asegurado por el que sostiene sus columnas. Para el justo no hay juicio, ya que el cáliz que debía tomar en castigo y maldición por sus pecados lo apuró todo el inocente Hijo de Dios en el Getsemaní (Mateo 26:36-46), y salió para entregarse voluntariamente a la muerte en la cruz. “El que no hizo pecado fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él”. (2 Corintios 5:21) “El que murió, también resucitó para nuestra justificación”.

Entonces si Dios entregó por nosotros lo más hermoso, lo más maravilloso que tenían los cielos, al Señor Jesús, ¿quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. (Romanos 8:32,33)

José Naranjo

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