Salmo
75
Salmo
75 nos inicia sencillamente en el misterio de los juicios que Dios ejecutará
con los impíos.
v 1, aunque
parezca que el juicio se tarda, Dios ha señalado un día. (Hechos 17:31, Romanos
2:16)
v 3, aunque
se arruine la tierra y sus moradores, Dios sostiene sus columnas. (Salmo
11:2-5, Isaías 45:12.18)
v 4, aunque
los impíos se enorgullezcan, “como su estiércol perecerán”. (Job 20:5-7, Isaías
37:36-38)
v 5,6
aunque hablen con cerviz erguida, su escape no viene del oriente ni del
occidente; no hallarán escondite. (Jeremías 9:23,24, Salmo 73:2-20)
vv 6,7,
aunque el hombre se suba, y ocupe su lugar alto, Dios está más alto. Dios es el
Juez. (Ezequiel 28:1-9, Eclesiastés 5:8)
v 8, aunque
parezca que su impiedad quedara impune, “el cáliz está en la mano de Dios, y el
vino está fermentado, lleno de mistura; y él derrama del mismo; hasta el fondo
lo apurarán y lo beberán todos los impíos de la tierra”.
El apóstol Pedro nos habla de los “burladores de los
postreros días”. (2 Pedro 3:3-7). Había también burladores en los primeros
tiempos, y habrá, y hay piadosos como el de Salmo 75 que observan la ruina de
la tierra por el incremento del pecado. Estos piadosos oran: “Sí, ven Señor
Jesús”. (Apocalipsis 22:20) La apostasía está tomando su turno, estimulada por la
falsa religión de quien va a salir el monstruo de “siete cabezas y diez
cuernos”. (Apocalipsis 17:3-5) Habrá un ecumenismo mancomunado, “con apariencia
de piedad”. (2 Timoteo 3:1-5)
La corrupción llegará a arruinar la tierra y sus
moradores, pero no afectará sus columnas, “que es la iglesia del Dios viviente,
columna y baluarte de la verdad. Nada podemos contra la verdad, sino por la
verdad”. (1 Timoteo 3:15, 2 Corintios 13:8) Esos impíos y burladores dicen:
“Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros. ¿Quién es
señor de nosotros? Hablan con altanería; ponen su boca contra el cielo, y su
lengua pasea la tierra”. (Salmo 12:4, 73:8,9) Tan pronto que se olvidan los
soberbios, una vez para siempre su lengua va a enmudecer, y será bocado principal
de la carroña.
Dichoso aquel a quien Dios ensalza. Los impíos
dijeron: Bienaventurados los soberbios. “Entonces los que temían a Jehová
hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro
de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en
su nombre”. También el Señor ensalzó al publicano, que humilde y desesperante
pidió a Dios misericordia y el perdón de sus pecados. “Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro. Porque cualquiera que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. (Malaquías
3:14-18, Lucas 18:9-14)
La mano de Dios no tiembla. Dios no es hombre que se
inclina a las conveniencias, ni tiene respeto al grande, ni se parcializa, pues
Él es Juez Supremo y perfecto; no se equivoca. Los mismos impíos tendrán que
reconocer y confesar en aquel día que son culpables y que merecen el castigo.
Ellos mismos apurarán la mezcla que está en el vaso hasta las heces.
El justo tendrá siempre un cántico en su boca,
ensalzando el poder de la redención. Sabe que es piedra viva en el edificio,
asegurado por el que sostiene sus columnas. Para el justo no hay juicio, ya que
el cáliz que debía tomar en castigo y maldición por sus pecados lo apuró todo
el inocente Hijo de Dios en el Getsemaní (Mateo 26:36-46), y salió para
entregarse voluntariamente a la muerte en la cruz. “El que no hizo pecado fue
hecho pecado por nosotros, para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en
él”. (2 Corintios 5:21) “El que murió, también resucitó para nuestra
justificación”.
Entonces si Dios entregó por nosotros lo más hermoso,
lo más maravilloso que tenían los cielos, al Señor Jesús, ¿quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. (Romanos 8:32,33)
José Naranjo
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