domingo, 18 de septiembre de 2022

Caleb: el hombre que cumplió siguiendo a Jehová


 Lectura: Núm.  13:17-33; 14:6-10,30-38; Josué 14:5-15.

Texto Áureo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”  (Filip. 4:13.)

 


Enseñanza principal

La manera en que un príncipe de la tribu de Judá fue designado, junto con otros once, para informar al pueblo de Israel de lo que habían visto en Canaán.  Dominados por la incredulidad y el temor humano, diez exploradores informaron mal, y el pueblo creyó más a su testimonio que al de Josué y Caleb, quienes alentaban al pueblo a subir y poseer lo que Dios había prometido.  Como resultado, Dios castigó a los culpables, y el pueblo deambuló por el desierto cuarenta años, durante los cuales Caleb compartió la peregrinación, hasta el día que entró en la posesión del premio a su fe.  Viene al caso la exhortación de Hebreos 6:12: “que no os hagáis perezosos, más imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia, heredan las promesas”:

 

1) Un buen ejemplo: “imitadores”.

2) La fe salvadora: “por la fe”.

3) La herencia espiritual: “heredan las promesas”.

 

Indicaciones

Para las clases mayores la lección ofrece tópicos del mayor interés, de los cuales sugerimos los siguientes: En cuanto a los doce exploradores:

 

1) Su posición: “príncipes” (Núm. 13:3).

2) Su deber: “observar”, “traer fruto” (Cp. 13:19-25).

3) El tiempo empleado: “Cuarenta días” (Cp. 13:25).

4) El cumplimiento de su cometido: “y diéronles la respuesta”, “y les mostraron el fruto” (Cp. 13:26).

5) Diferencias entre los exploradores: “Entonces Caleb... más los varones que subieron con él” (Cp. 13:30-32).

6) La intervención y fallo divino: “no verán la tierra... empero mi siervo Caleb...” (Cp.14:23-24).

7) El cumplimiento de la promesa: (Cp. 14:37-38; Josué 14:6-14).

 

Para las clases menores son interesantes los siguientes puntos:

1) Un número sugestivo (40), para traer a la luz el bien o el mal.

2) Una descripción gráfica de Canaán, según Núm. 14:24-30 (tierra, frutos, habitantes, véase el Diccionario Bíblico).

 

Pueden también, en carácter general, destacarse:  El peligro de la incredulidad y el galardón de la fe.

 

Notas sobre la lección

1)   “Y volvieron de reconocer la tierra al cabo de cuarenta días”: (Núm. 13:25)

El número 40 es símbolo de un tiempo de prueba; véanse los siguientes ejemplos:

 

40 días:

1.    Duró el diluvio: Gén. 7:17.

2.    Ayunó Moisés en el monte: Éxodo 24:18; 34:28.

3.    Oró Moisés por Israel: Deut. 9:25.

4.    Duró el desafío de Goliat: 1 Samuel 17:16.

5.    Comunicó fortaleza la comida de Elías: 1 Reyes 19:8.

6.    De oportunidad para Nínive: Jonás 3:4.

7.    Duró la tentación del Señor: Luc. 4:2.

8.    Apareció el Señor después de resucitar: Hech. 1:3.

 

Fue durante ese mismo período de tiempo que los exploradores contemplaron la tierra prometida, fueron testigos oculares de la belleza del paisaje, respiraron el perfume de sus vegas, orillaron sus abismos, anduvieron por sus caminos, bebieron de sus fuentes, descansaron en la sombra frondosa, gustaron los deliciosos frutos.

2)   “Entonces Caleb...  más los varones que subieron con él...”  (Cp. 13:31,32).

Al regreso se puso de manifiesto la diferencia entre los espías de la tierra, que no es otra cosa que la diferencia entre la FE y la INCREDULIDAD.  Sus características, tan definidas en aquel entonces, son siempre de actualidad.  Caleb contempló Canaán con el ojo de la fe, se guió por la mente divina y se apoyó en el brazo invisible, y aquella fe le comunicó una audacia santa.  Los otros exploradores miraron las cosas desde el punto de vista natural, guiados por una mente carnal y sólo confiando en un brazo de carne (Jer. 17: 5-8).  La incredulidad del pueblo (Deut. 1:19-22).  El Espíritu Santo explica sus funestos resultados siglos después: Heb. 3:19; 4:2, dureza de corazón, incredulidad, desobediencia.  Los que no confían en la veracidad de la palabra de Dios para su bien, recibirán en el castigo de su extravío, el cumplimiento de su palabra inmutable.

3)   “Y vituperaron...  la tierra que habían reconocido”; “la tierra por donde pasamos, para reconocerla, es tierra en gran manera buena.  Si Jehová se agradare de nosotros, él nos meterá en esta tierra”.  (Núm. 13:32; 14:7-8.)

Se advierte que el informe de los incrédulos que se mencionan sólo las dificultades, y ni una vez el nombre de Dios.  Caleb, no sólo lo menciona al ponderar la tierra, sino que se apoya en Él.  La fe comienza por Dios; la incredulidad por las dificultades.  La fe coloca a Dios en su lugar y por encima de las dificultades.  Así fue en el caso de Eliseo; mientras los ojos del profeta veían a su alrededor, cual círculo invicto, los ejércitos celestiales, su criado sólo advertía más allá los ejércitos humanos en su contra.  Dios honra la fe comunicada al alma y depositada en Él.  La porción de unos y otros fue conforme a su deseo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho.” (Mat. 9:29).  El pueblo dijo: “¡Ojalá muriéramos en este desierto!”  (Núm. 14:2), y murieron en el desierto.  Josué y Caleb habían dicho: “Jehová nos introducirá en ella” (Núm. 14:8), y Dios les introdujo: “Tened fe en Dios.”  (Mar. 11:22).  Hay también diferencias en el lenguaje de los exploradores.  El lenguaje de la fe dice: “ni temáis al pueblo de aquella tierra, porque nuestro pan es” (Núm. 14:9).  El lenguaje de la incredulidad dice: “vimos allí gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; así les parecíamos a ellos” (Núm. 13:33).  La incredulidad hizo temblar al pueblo, mientras que, si hubieran tenido fe, ésta había hecho temblar a sus enemigos.  La fe sólo mira a Canaán; la incredulidad sólo mira, como alternativa, la muerte en el desierto o el retorno a Egipto.  Al comienzo del viaje en el desierto habían exclamado: “hagamos dioses que vayan delante de nosotros” (Éxodo 32:1), al finalizarlo, y ya a las puertas de Canaán, expresaron idéntico deseo: “hagamos un capitán y volvámonos a Egipto” (Núm. 14:4).  La fe considera a Dios más alto que los gigantes, más grande que la ciudades y más fuerte que sus murallas (Núm. 13:29-34; Josué 14:12).

4)   “Dame, pues, ahora este monte.”  (Josué 14:12)

Caleb hace aquí su petición; tenía a la sazón 85 años y estaba en posesión de pleno vigor.  Durante 40 años había compartido las peregrinaciones y disciplina de aquellos que no compartieron su fe; la fe es llamada a soportar con paciencia y es sostenida por la gracia.  Durante cinco años había tomado parte en el conflicto resultante de su llegada a la tierra, y en todo ese tiempo nunca dudó del resultado y ocupó una posición relativamente oscura y quieta en apariencia entre su pueblo, mientras que su amigo Josué había sido llamado a guiar al pueblo.  Caleb se presentó, pues cuando había aún mucho que hacer, y pidió posesión de la tierra que hollara su pie.  En aquel monte habían morado los Anaceos y existido grandes ciudades.  Todavía estaban allí, y él demandó el privilegio de demostrar su fe por sus obras.  El reconocimiento de Josué hacia su amigo y su derecho a esta elección, fue pronto y generoso; le concedió lo que pedía y le bendijo.  De esta manera Caleb poseyó Hebrón, cuyo nombre significa “comunión”, y es una figura ilustrativa de cómo el creyente fiel posee como su mayor riqueza lo que es secreto de riquezas y fuente de gozo.  Comunión con Dios en todo el vasto sentido de la palabra.  La historia de Caleb contiene tres puntos que ilustran la fe:

1.    La fe, ve y se arriesga, se muestra atrevida en el día de abrumadora dificultad.

2.    La fe, espera pacientemente a través de las demoras originadas en el fracaso de otros.

3.    La fe, actúa con valor en el día de la oportunidad.

Por otra parte, la fe de la creyente manifestada en su fidelidad al Señor, no es otra cosa que la fidelidad del Señor para con él.  Caleb no hace ostentación, aquel día, de su fidelidad, sino que resalta tres cosas de su experiencia victoriosa:

a.    La Fidelidad divina hacia su persona: “Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años” (Josué 14:10), viva aplicación de 1 Ped. 1:5.

b.    La bondad divina: “aún hoy estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió”.  Otro renombrado siervo de Dios dijo: “el gozo del Señor es vuestra fortaleza” (Neh. 8:10; ver Isa. 40:31)

c.    El poder divino: El secreto de la victoria reside en que el Señor manifiesta su presencia con nosotros: “quizá Jehová será conmigo y los echaré como Jehová ha dicho” (Josué 14:12).  “En Dios haremos proezas; y él hollará nuestros enemigos.”  (Salmos 60:12; 18:32-34.) “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe.” (1 Juan 5:4). “Confiad, yo he vencido al mundo.”  (Juan 16:33).  “Mas a Dios gracia, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.”

(1 Cor. 15:57).

Aplicación

Enseñemos que la fidelidad de corazón a la palabra de Dios, manifestada por la obediencia al Señor y ratificada por una vida consagrada y rendida a la voluntad divina, es lo que mejor capacita para el servicio de Dios (2 Tim. 2:2; 1 Tim. 1:12).

Recordemos a los alumnos que la fe, como la fidelidad, no consiste en palabras, promesas o proyectos, ni se vale de exteriorizaciones espectaculares.  Ambas se prueban a lo largo de los años y llegan al final de la jornada con el peso consistente de la aprobación divina.  Ejemplos: Caleb, 2 Tim. 1:5, 2 Tim. 4:7.

Establezcamos que la fidelidad brilla y se manifiesta en los tiempos de prueba y dificultad con un lustre y valor más preciosa que el oro (1Ped. 1:7).

 

Ilustración

Cuenta una antigua leyenda que un hombre edificó en la pendiente de una montaña su casita.  Lo hizo tras grandes penurias y vivió un tiempo allí, modestamente, del fruto de su trabajo.  Un día sobrevino una furiosa tormenta mientras que él estaba trabajando en el campo.  Descendió por la cuesta de la montaña tan furioso alud de piedras y agua que en pocos instantes el torrente arrasó la frágil morada.  Cuando él llegó quedó abismado en su dolor, estaba más pobre que nunca, y sin techo ni abrigo se sentó en el lugar donde había estado levantada su cabaña y hundió la cabeza entre las manos.  La tormenta se alejaba, las nubes comenzaron a disiparse, se clarificó la atmósfera y brilló el sol.  Al sentir sus rayos levantó la cabeza el pobre desamparado, y abrió los ojos asombrados; algo brillaba a sus pies.  La prueba terrible que parecía haber traído su desgracia, al arrasar los cimientos de la choza, había dejado al descubierto allí, a su alcance, como su posesión, un filón de oro.

Saquemos nosotros también la vista de las dificultades y pruebas, y veremos que, en medio de las nubes, el rayo del Sol de Justicia nos mostrará muchas y ricas bendiciones.

F.V.V

Revista el Mentor

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