domingo, 18 de septiembre de 2022

¿Qué es el Evangelio?

 


3 ¾ El hombre


Hechura de Dios

Dios creó todas las cosas, Efesios 3.9, y la creación del ser humano se destaca como su obra maestra. En la creación Él manifestó que iba a hacer el hombre a su imagen. Que esto no puede referirse a su imagen física se ve por el hecho de que Dios es Espíritu, como ya aprendimos. Sabemos más bien que somos hechos en la imagen de Dios en cuanto a nuestra personalidad, siendo dotados de cualidades racionales y morales que nos distinguen de todos los animales. No hay duda de que el cuerpo humano en algunas cosas físicas es parecido al de algunos animales. Sin embargo, es evidente que no procedemos de bestia, porque Dios nos ha dado un gran don que negó a todo otro. Es la facultad de conocerle a Él.

Constitución tripartita

La Biblia enseña que el hombre y la mujer están formados por tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Véase 1 Tesalonicenses 5.23.

Por el espíritu el hombre tiene contacto con Dios. “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”, 1 Corintios 2.11. Es la iluminación divina en todo ser humano, como dice en el Antiguo Testamento: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón”, Proverbios 20.27. La virgen María dijo: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Esto prueba que el espíritu no es meramente la respiración del cuerpo.

Por el alma, que es el asiento principal de la personalidad, el hombre es consciente de sí mismo y de los demás. El alma no muere con el cuerpo; Jesús dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”, Mateo 10.28. En la muerte el alma sale del cuerpo y continúa su existencia eterna.

El cuerpo es la parte terrenal y mortal del hombre. Pedro habla de abandonar el cuerpo, 2 Pedro 1.14, y Pablo dice que si su morada terrestre —su cuerpo— se deshace, él tiene de Dios una casa en los cielos, 2 Corintios 5.1. 

Es evidente pues que la existencia del ser humano no se limita a esta tierra; él o ella ha de existir para siempre. No se acaba todo con la muerte. La muerte del cuerpo traslada el alma de su estado en el cuerpo a un lugar más allá, y veremos que puede ser un lugar de felicidad o de tristeza eterna.

Libre albedrío

Dios ha dado al hombre libertad para obrar según su propia voluntad. Esto se llama libre albedrío. Él dio este poder a los ángeles también, los cuales fueron creados para el servicio de Dios. Algunos desobede­cieron. El gran ángel Lucero, llamado ahora el Diablo o Satanás, se opuso a la voluntad de Dios y fue arrojado del cielo y otros ángeles con él.

Satanás está en el mundo; no está en el infierno como muchos se imaginan. 2 Corintios 4.4 nos da una idea de su poder sobre el hombre: “El dios de este siglo [mundo] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio”. Él no quiere que obedezcamos la voluntad de Dios, sino ganar para sí la voluntad humana.

El ser humano fue hecho libre, pero perdió su libertad porque doblegó su voluntad para obedecer al pecado. Él:

     se entregó a la idolatría y su corazón fue entenebrecido;

     se entregó a la inmoralidad y su cuerpo fue contaminado;

     se rebajó de sus nobles pensamientos hasta las prácticas bajas e indecorosas,
 y su mente fue embrutecida; Romanos 1.21 al 28.

El Diablo, el mundo y la carne se aprovechan de todo esto para cautivar al hombre y ejercer en él su despotismo.

Sin embargo, su destino depende de su propia elección. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento, 2 Pedro 3.9. No existe ningún desgraciado que esté predestinado a la desobediencia y al juicio contra su propia voluntad. Todo hombre y mujer puede escoger obedecer a Dios y recibir la vida eterna que Él da. “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”, Apocalipsis 22.17.

Responsabilidad

Esta libertad de cada persona le hace responsable por su alma. Por cuanto Dios nos hizo libres, tendremos que presentarnos ante Él y dar cuenta. “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”, Romanos 14.11,12.

Hay las dos influencias contra la voluntad nuestra: la influencia para bien de parte de Dios, y la influencia para mal de parte del Diablo. Cristo tiene poder para guardar el que le busque. Dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36. Usted es responsable de escoger a quién servirá.

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