3 ¾ El hombre
Hechura de Dios
Dios
creó todas las cosas, Efesios 3.9, y la creación del ser humano se destaca como
su obra maestra. En la creación Él manifestó que iba a hacer el hombre a su
imagen. Que esto no puede referirse a su imagen física se ve por el hecho de
que Dios es Espíritu, como ya aprendimos. Sabemos más bien que somos hechos en
la imagen de Dios en cuanto a nuestra personalidad, siendo dotados de
cualidades racionales y morales que nos distinguen de todos los animales. No
hay duda de que el cuerpo humano en algunas cosas físicas es parecido al de
algunos animales. Sin embargo, es evidente que no procedemos de bestia, porque
Dios nos ha dado un gran don que negó a todo otro. Es la facultad de conocerle
a Él.
Constitución
tripartita
Por
el espíritu el hombre tiene contacto con Dios. “¿Quién de los hombres sabe las
cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie
conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”, 1 Corintios 2.11. Es
la iluminación divina en todo ser humano, como dice en el Antiguo Testamento:
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo
del corazón”, Proverbios 20.27. La virgen María dijo: “Mi espíritu se regocija
en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Esto prueba que el espíritu no es meramente
la respiración del cuerpo.
Por
el alma, que es el asiento principal de la personalidad, el hombre es
consciente de sí mismo y de los demás. El alma no muere con el cuerpo; Jesús
dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed
más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”, Mateo
10.28. En la muerte el alma sale del cuerpo y continúa su existencia eterna.
El
cuerpo es la parte terrenal y mortal del hombre. Pedro habla de abandonar el
cuerpo, 2 Pedro 1.14, y Pablo dice que si su morada terrestre —su cuerpo—
se deshace, él tiene de Dios una casa en los cielos, 2 Corintios 5.1.
Es
evidente pues que la existencia del ser humano no se limita a esta tierra; él o
ella ha de existir para siempre. No se acaba todo con la muerte. La muerte del
cuerpo traslada el alma de su estado en el cuerpo a un lugar más allá, y
veremos que puede ser un lugar de felicidad o de tristeza eterna.
Libre albedrío
Dios
ha dado al hombre libertad para obrar según su propia voluntad. Esto se llama
libre albedrío. Él dio este poder a los ángeles también, los cuales fueron
creados para el servicio de Dios. Algunos desobedecieron. El gran ángel
Lucero, llamado ahora el Diablo o Satanás, se opuso a la voluntad de Dios y fue
arrojado del cielo y otros ángeles con él.
Satanás
está en el mundo; no está en el infierno como muchos se imaginan.
2 Corintios 4.4 nos da una idea de su poder sobre el hombre: “El dios de
este siglo [mundo] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio”. Él no quiere que obedezcamos la voluntad de
Dios, sino ganar para sí la voluntad humana.
El ser humano
fue hecho libre, pero perdió su libertad porque doblegó su voluntad para
obedecer al pecado. Él:
● se
entregó a la idolatría y su corazón fue entenebrecido;
● se
entregó a la inmoralidad y su cuerpo fue contaminado;
● se
rebajó de sus nobles pensamientos hasta las prácticas bajas e indecorosas,
y su mente fue embrutecida; Romanos 1.21 al 28.
El Diablo, el mundo y la carne se
aprovechan de todo esto para cautivar al hombre y ejercer en él su despotismo.
Sin embargo, su
destino depende de su propia elección. Dios no quiere que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento, 2 Pedro 3.9. No existe ningún
desgraciado que esté predestinado a la desobediencia y al juicio contra su
propia voluntad. Todo hombre y mujer puede escoger obedecer a Dios y recibir la
vida eterna que Él da. “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”,
Apocalipsis 22.17.
Responsabilidad
Esta libertad de cada persona le
hace responsable por su alma. Por cuanto Dios nos hizo libres, tendremos que
presentarnos ante Él y dar cuenta. “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se
doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de
nosotros dará a Dios cuenta de sí”, Romanos 14.11,12.
Hay las dos influencias contra la
voluntad nuestra: la influencia para bien de parte de Dios, y la influencia
para mal de parte del Diablo. Cristo tiene poder para guardar el que le busque.
Dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36. Usted
es responsable de escoger a quién servirá.
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