SEGUIR AL SEÑOR
Sígueme.
(Juan 21:19)
En esta palabra
—sígueme— podemos trazar el camino del siervo de Cristo. Si queremos seguir a
Jesús, debemos tener siempre los ojos fijos en Él, no perder de vista las
huellas de Sus pasos y colocar nuestros pies en ellas. Y si, como Pedro, somos
tentados a «volvernos» para ver lo que hace este o el otro, y cómo lo hace,
entonces escucharemos estas correctivas palabras: “¿Qué a ti? Sígueme tú” (vv.
20-22). Tal debe ser nuestro continuo pensamiento, pase lo que pase.
Lo
que realmente necesitamos es una voluntad quebrantada. El espíritu del
verdadero siervo es hacer todo según el pensamiento de su Amo, sea lo que sea.
“¡Sígueme!”.
¡Qué preciosa palabra! ¡Que sea esculpida en nuestros corazones! Entonces
nuestro camino será firme y nuestro servicio efectivo. No nos distraeremos ni
confundiremos por los pensamientos y las opiniones de los hombres. Es posible
que pocas personas nos comprendan y estén de acuerdo con nosotros; pocos tal
vez aprueben o aprecien nuestro trabajo. Eso no importa. El Señor sabe todo al
respecto. Si un amo le dice a uno de sus siervos muy claramente que vaya y haga
determinada cosa, o que ocupe cierto puesto, no debe preocuparse por lo que los
demás siervos piensen de ello. Ellos le dirían que convendría que hiciera otra
cosa o que vaya a otra parte. Un verdadero siervo no los escuchará; él conoce
el pensamiento de su amo, y hará el trabajo que su amo le encargó.
¡Ojalá
que haya más de este espíritu de comunión y dependencia entre los siervos del
Señor, y que podamos distinguir y realizar mejor la voluntad del Maestro
respecto a nosotros!
C. H. Mackintosh
No hay comentarios:
Publicar un comentario