En 2 Samuel 18 se relata el fin de la vida de Absalón y en los versículos 19 al 32 leemos de dos hombres que nos enseñan una lección provechosa.
Ahimaas era
joven, hijo del sacerdote Sadoc, pronto para ayudar, entusiasta, pero porfiado
y sin preparación para la misión que quería emprender. Casi nada sabemos de
Cusi (nombre traducido en la nueva versión como etíope, ya que quiere decir negro) pero él resultó ser el hombre
del momento porque había visto el triste fin de Absalom.
Ahimaas estaba
muy deseoso de llevar al rey las noticias de la muerte de su hijo, pero no era
apto para eso ni tenía mensaje claro. Le dijo Joab: “Hoy no llevarás las
nuevas: las llevarás otro día”. Pero fue, y cuando el rey le preguntó cómo fue
la cosa, él tuvo que confesar, “No sé qué era”.
El rey David le
puso a un lado.
Cada miembro del
cuerpo místico de Cristo tiene su ministerio correspondiente. Esta es la
enseñanza de 1 Corintios 12. Es para cada cual sujetarse a la dirección del
Espíritu Santo, no como Ahimaas que no quiso guiarse por la disposición de
General Joab, y desagradó al rey.
David había
tenido el gran deseo de edificar un templo para Dios, pero Él le indicó que no
era el hombre aparente para esto; 2 Samuel 7.12,13. No debemos meternos en un
servicio que corresponde a otro. En una buena carpintería hay toda clase de
herramientas, ordinarias y finas, grandes y pequeñas. El maestro sabe escoger
aquella que es propia para el trabajo que está realizando, mientras que un
neófito sería capaz de hacer un disparate y usar un hierro que echaría a perder
la obra.
El Señor no deja
a nuestro criterio lo que debemos hacer. Hay hermanos que aspiran ocupar la
plataforma para predicar el evangelio o ministrar la Palabra pero carecen de
don para hacerlo. Como Ahimaas, salen mal. En cambio, hay otros como Cusi,
humildes, que sin imponerse pueden dar un mensaje claro y eficaz. Hay quienes
desean cuidar la puerta y asentar la gente, pero les falta nitidez en su
apariencia y cortesía cristiana en su trato con los demás. Ellos rebajan la
dignidad del evangelio, y sin los requisitos para tal servicio, no deben
aspirar a ello.
Nos llama la
atención esa respuesta de Joab: “Hoy no ... otro día”. Hay peligro de querer
hacer una cosa fuera de tiempo; debemos actuar cuando el Espíritu está
guiándonos claramente, y no según nuestro capricho. Un hermano demasiado
precipitado en anunciar un himno en la cena del Señor, por ejemplo, es capaz de
echar a perder el resto del culto. Hay hermanos que tienen fama de alargar sus
oraciones. Al final de una reunión, cuando la hora se ha cumplido, es el que
ora en forma concisa y corta que se necesita.
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