domingo, 26 de marzo de 2023

Figuras de Cristo(15)

 La fuente de bronce (Éxodo 30:17-21)

El altar de bronce estaba dentro del patio del Tabernáculo. Allí la sangre de los sacrificios era vertida y el sacerdote quemaba los cuerpos de los animales.

El Vaso de Bronce estaba lleno de agua y estaba situado en el patio entre el altar de bronce y el Tabernáculo. Los sacer­dotes lo usaban para lavarse las manos y los pies antes de en­trar en el Tabernáculo. Éxodo 30:17-21.

Así, vemos que había solamente dos cosas en el patio del Tabernáculo. Ambas hechas de bronce, Éxodo 40:30-32. El altar era de bronce y madera de acacia. El bronce es una figura de la justicia de Dios y la madera de acacia nos recuer­ da que Cristo se hizo hombre.

Un sacerdote podía entrar al patio solamente a través de la puerta. Primero venía al altar de bronce en su camino hacia el Tabernáculo. Antes de entrar en el Tabernáculo tenía que lavar el polvo de sus pies y de sus manos.

Aarón y sus hijos empezaron su trabajo como sacerdotes de la misma manera. Moisés los trajo a la puerta del Tabernáculo lavó sus cuerpos en agua limpia. Después, ellos no tenían que bañarse de la misma manera. La ley exigía que esto se hiciera una sola vez. (Por supuesto, en sus tiendas, ellos se bañaban como las demás personas, pero esto nada tenía que ver con la ley.) Después de esto, ellos tenían que lavarse solamente las manos y los pies en el vaso de bronce antes de entrar al Tabernáculo.

Estas cosas son también verdaderas para aquellos que son sacerdotes hoy día. Todos los creyentes gozan del privilegio de ser sacerdotes, 1 Pedro 2:5,9 y pueden acercarse a Dios. Cuando hemos sido salvos a causa dpi sacrificio de Cristo por nosotros, estamos dedicados completamente a él. Hemos sido limpios del pecado por el ofrecimiento de su propio cuerpo una vez por todas, Hebreos 10:14. Hemos recibido el perdón y por eso no necesitamos otro sacrificio para borrar nuestros pecados, Hebreos 10:18.

Un día, el Señor Jesús estaba lavando los pies de sus discípulos y quería lavar los pies de Pedro, pero éste se opuso. El Señor le dijo que no sería más su discípulo si no se lavaba los pies, Juan 13:8. Cuando Pedro oyó esto, pidió al Señor que le lavara todo el cuerpo, pero el Señor le dijo que una persona limpia, necesita solamente lavar sus pies, Juan 13:10.

Una persona es hecha limpia ante Dios por la sangre de Cristo el día en que cree en Jesucristo. De ahí en adelante, es un sacerdote y debe ofrecer sacrificios espirituales y acep­tables a Dios a través de Cristo Jesús, 1 Pedro 2:5; Hebreos 13:15. Pero si peca, debe limpiarse de nuevo antes de que pueda acercarse a ofrecer sus sacrificios a Dios.

El sacerdote que servía a Dios en el Tabernáculo iba al Altar de Bronce para lavarse antes de entrar en el tabernáculo. El Vaso de Bronce es como Cristo. Nosotros, los sacerdotes de hoy debemos venir a Él cada día para con­fesar nuestros pecados y ser limpios de nuevo.

Cristo es el Verbo, Juan 1:1. Venimos a Él para que nos limpie con su palabra, las Sagradas Escrituras. El agua en el vaso de bronce es una figura de la Palabra de Dios. El Señor Jesús pidió a su Padre que les apartara a los creyentes para Él mismo por medio de la verdad, esto es, por medio de la Palabra, Juan 17:17. Necesitamos limpiarnos cada día a través de la Palabra de Dios. Lea Efesios 5:25 y 26.

Cada persona es limpia de sus pecados cuando cree en el Señor Jesucristo. Pablo escribió a los corintios que ellos habían sido limpios del pecado y apartados por Dios. Ellos habían sido puestos en paz con Dios por el nombre del Señor

 

Jesucristo y por el Espíritu Santo, 1 Corintios 6:11.

Más adelante, Pablo escribió a ellos acerca de la limpieza diaria. Él dijo que debemos purificarnos de todo lo que man­cha el cuerpo o el alma y que debemos buscar la santidad vi­viendo en el temor de Dios, 2 Corintios 7:1.

Un cristiano puede llegar a mancharse por el pecado. En­tonces, debe venir a Jesucristo para arrepentirse y confesar su pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él nos per­donará y nos limpiará de toda nuestra maldad, 1 Juan 1:8,9.

Un sacerdote podía ser castigado por Dios si se acercaba a adorar sin haberse limpiado de sus pecados. Recuerde lo que sucedió a los hijos de Aarón, Nadab y Abiú. Ellos eran sacer­dotes y vinieron ante Dios para ofrecer algo diferente de lo que Dios les había dicho que ofrecieran. Salió fuego de delante de Dios y los destruyó, Levítico 10:1,2.

Examinémonos a nosotros mismos porque si nos ex­aminamos a nosotros mismos primero, no vendremos bajo el juicio de Dios, 1 Corintios 11:28 y 30:32.

W.A. Deans

No hay comentarios:

Publicar un comentario