La fuente de bronce (Éxodo 30:17-21)
El altar de bronce estaba dentro
del patio del Tabernáculo. Allí la sangre de los sacrificios era vertida y el
sacerdote quemaba los cuerpos de los animales.
El Vaso de Bronce estaba lleno de
agua y estaba situado en el patio entre el altar de bronce y el Tabernáculo.
Los sacerdotes lo usaban para lavarse las manos y los pies antes de entrar en
el Tabernáculo. Éxodo 30:17-21.
Así, vemos que
había solamente dos cosas en el patio del Tabernáculo. Ambas hechas de bronce,
Éxodo 40:30-32. El altar era de bronce y madera de acacia. El bronce es una
figura de la justicia de Dios y la madera de acacia nos recuer
Un sacerdote
podía entrar al patio solamente a través de la puerta. Primero venía al altar
de bronce en su camino hacia el Tabernáculo. Antes de entrar en el Tabernáculo
tenía que lavar el polvo de sus pies y de sus manos.
Aarón y sus
hijos empezaron su trabajo como sacerdotes de la misma manera. Moisés los trajo
a la puerta del Tabernáculo lavó sus cuerpos en agua limpia. Después, ellos no
tenían que bañarse de la misma manera. La ley exigía que esto se hiciera una
sola vez. (Por supuesto, en sus tiendas, ellos se bañaban como las demás
personas, pero esto nada tenía que ver con la ley.) Después de esto, ellos
tenían que lavarse solamente las manos y los pies en el vaso de bronce antes de
entrar al Tabernáculo.
Estas cosas son
también verdaderas para aquellos que son sacerdotes hoy día. Todos los
creyentes gozan del privilegio de ser sacerdotes, 1 Pedro 2:5,9 y pueden
acercarse a Dios. Cuando hemos sido salvos a causa dpi sacrificio de Cristo por
nosotros, estamos dedicados completamente a él. Hemos sido limpios del pecado
por el ofrecimiento de su propio cuerpo una vez por todas, Hebreos 10:14. Hemos
recibido el perdón y por eso no necesitamos otro sacrificio para borrar
nuestros pecados, Hebreos 10:18.
Un día, el Señor
Jesús estaba lavando los pies de sus discípulos y quería lavar los pies de
Pedro, pero éste se opuso. El Señor le dijo que no sería más su discípulo si no
se lavaba los pies, Juan 13:8. Cuando Pedro oyó esto, pidió al Señor que le
lavara todo el cuerpo, pero el Señor le dijo que una persona limpia, necesita
solamente lavar sus pies, Juan 13:10.
Una persona es
hecha limpia ante Dios por la sangre de Cristo el día en que cree en
Jesucristo. De ahí en adelante, es un sacerdote y debe ofrecer sacrificios
espirituales y aceptables a Dios a través de Cristo Jesús, 1 Pedro 2:5;
Hebreos 13:15. Pero si peca, debe limpiarse de nuevo antes de que pueda
acercarse a ofrecer sus sacrificios a Dios.
El sacerdote que
servía a Dios en el Tabernáculo iba al Altar de Bronce para lavarse antes de
entrar en el tabernáculo. El Vaso de Bronce es como Cristo. Nosotros, los
sacerdotes de hoy debemos venir a Él cada día para confesar nuestros pecados y
ser limpios de nuevo.
Cristo es el
Verbo, Juan 1:1. Venimos a Él para que nos limpie con su palabra, las Sagradas
Escrituras. El agua en el vaso de bronce es una figura de la Palabra de Dios.
El Señor Jesús pidió a su Padre que les apartara a los creyentes para Él mismo
por medio de la verdad, esto es, por medio de la Palabra, Juan 17:17. Necesitamos
limpiarnos cada día a través de la Palabra de Dios. Lea Efesios 5:25 y 26.
Cada persona es limpia de sus
pecados cuando cree en el Señor Jesucristo. Pablo escribió a los corintios que
ellos habían sido limpios del pecado y apartados por Dios. Ellos habían sido
puestos en paz con Dios por el nombre del Señor
Jesucristo y por el Espíritu Santo, 1
Corintios 6:11.
Más adelante, Pablo escribió a
ellos acerca de la limpieza diaria. Él dijo que debemos purificarnos de todo lo
que mancha el cuerpo o el alma y que debemos buscar la santidad viviendo en
el temor de Dios, 2 Corintios 7:1.
Un cristiano puede llegar a
mancharse por el pecado. Entonces, debe venir a Jesucristo para arrepentirse y
confesar su pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos y no hay verdad en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados a Dios,
él nos perdonará y nos limpiará de toda nuestra maldad, 1 Juan 1:8,9.
Un sacerdote podía ser castigado
por Dios si se acercaba a adorar sin haberse limpiado de sus pecados. Recuerde
lo que sucedió a los hijos de Aarón, Nadab y Abiú. Ellos eran sacerdotes y
vinieron ante Dios para ofrecer algo diferente de lo que Dios les había dicho
que ofrecieran. Salió fuego de delante de Dios y los destruyó, Levítico 10:1,2.
Examinémonos a nosotros mismos
porque si nos examinamos a nosotros mismos primero, no vendremos bajo el
juicio de Dios, 1 Corintios 11:28 y 30:32.
W.A. Deans
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