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La vida eterna
¿Qué es la vida
eterna?
La vida natural procede de Dios, pero
a causa del pecado humano esta vida no es eterna; es mortal. El cuerpo muere y
el alma se separa de la vida física. Además de la muerte corporal, Dios habla
de la muerte espiritual. Esta es la condición actual del hombre o mujer en sus
pecados, apartado de la vida eterna. Pablo dijo a los convertidos de la ciudad
de Éfeso: “El [Cristo] os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados”, Efesios 2.1. Así, no es una prolongación de la
vida natural sino una nueva y espiritual. En ella podemos gozar de la comunión
o amistad con Dios.
Como el hombre
inconverso —el que no ha nacido de nuevo, que no es salvo— está muerto
espiritualmente aun en su vida terrenal, asimismo el hombre salvado posee ya la
vida espiritual. Esta vida eterna es el resultado de la salvación que tratamos
en Los dos caminos; es la experiencia
de pasar del camino ancho al angosto.
Además, queremos
ver ahora que la vida nueva viene por un nacimiento nuevo. Dijo Jesús a
Nicodemo, hombre culto y religioso: “El que no naciere de nuevo, no puede ver
el reino de Dios”. Él relato interesante está en Juan 3.1 al 21. Nicodemo había
mejorado su vida terrenal, pero le faltaba la eternal. Jesús indicó que ésta no
se relaciona con un nacimiento físico, sino que es una experiencia espiritual;
es el comienzo de la vida eterna.
¿Quién
la imparte?
Es
sólo el Espíritu Santo quien imparte la vida eterna. Ninguno es hijo de Dios
por nacimiento natural, aun si fueran sus padres los más santos. “No los que
son hijos según la carne son los hijos de Dios”, Romanos 9.8. En Juan 1.12,13
leemos que “…hijos de Dios… no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Esto comprueba que ninguno puede
hacer a otro hijo de Dios por ritos y bautismos. Las tales cosas son de afuera
y no renuevan el corazón.
El
Espíritu Santo usa
1. “…siendo renacidos, no
de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive
y permanece para siempre”, 1 Pedro 1.23.
2. “El, de su voluntad, nos
hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus
criaturas”, Santiago 1.18.
3. “Cuando se manifestó la
bondad de Dios nuestro Salvador… nos salvó, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”, Tito 3.4,5.
Un gran principio bíblico
es que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”, Romanos 10.17.
Uno puede salvarse sin ayuda humana, sin predicador, sin sacerdote y sin entrar
en capilla. El Espíritu de Dios hace la obra en uno. Oír su voz y aceptarla son
los requisitos de Juan 5.24: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna…”
¿Qué se hace para recibirla?
Como
ejemplo, Jesús habló a Nicodemo en Juan 3.14 acerca de la historia de Israel
escrita en Números 21, en el Antiguo Testamento. En cierta ocasión Dios castigó
a esa gente por medio de serpientes venenosas que mordían al pueblo en el
desierto. No había remedio que valiera, y ningún hombre sabía curarlos. Moisés
clamó a Dios, quien mandó que hiciera una serpiente de bronce, y que la
levantase sobre una asta en el campamento. Cualquiera que la mirara viviría.
Aplicando
este ejemplo de la antigüedad a nuestros tiempos, Jesús dijo: “Como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre
sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida
eterna”.
De
esta manera Cristo indicó que la humanidad está bajo la condenación de muerte y
no encuentra remedio en sí. Él vino para salvarnos y darnos la vida eterna. Él
no murió por pecados propios; Cristo no hizo pecado, no conoció pecado, y no
hay pecado en Él, 1 Pedro 2.22, 2 Corintios 5.21, 1 Juan 3.5.
Jesucristo es el gran, único sustituto; “El que tiene al Hijo, tiene la vida;
el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”, 1 Juan 5.12. Testificó
Pedro a ciertos creyentes: “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, … no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre
preciosa de Cristo”, 1 Pedro 1.18.
¿Qué es la evidencia de poseerla?
“La
fe sin obras está muerta”, Santiago 2.26, pero la fe verdadera produce su buen
fruto en la vida diaria. Cristo efectúa una conversión en la persona que le
acepta. Muchos hablen mal del evangelio, pero nadie puede negar que ha cambiado
radicalmente a millones.
● “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”, 2 Corintios 5.17.
● “Si fuéremos infieles, El permanece fiel; Él no puede negarse a
sí mismo”, 2 Timoteo 2.13.
Nadie
puede decir que no podría permanecer, porque Cristo puede salvar y guardar: “…
salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos”, Hebreos 7.25.
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