Los
que viven una religión barata han hecho mucho daño al evangelio
¿Quién quiere sufrir? Millares de personas han
abrazado una causa que les ha ocasionado muchos sufrimientos, y miles han
perdido la vida por un ideal determinado, a pesar de saber que, aunque llegaran
a conquistar la meta de su preocupación, no pasaría de ser un logro temporal y
perecedero, y al fin todos terminan desengañados y perplejos. Ahí está el
ejemplo del “Che” Guevara; y el mismo Bolívar dejó traslucir algo de esto en su
histórica filosofía: “He arado en el mar”.
Pero, ¡cuán diferente es el sufrimiento por Cristo!
pues Él mismo nos da el ejemplo. “Puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. (Hebreos
12:2) Y encontramos que el apóstol Pedro, en su primera epístola, nos muestra
cinco formas o motivos específicos del sufrimiento por la causa del Señor, las
cuales revisaremos de inmediato.
Sufrir
por causa de la conciencia
“Esto merece aprobación, si alguno a causa de la
conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente”. (1 Pedro 2:18-20)
Este sufrimiento nos proporciona paz. No hay
inquietud, pues se ha hecho lo recto delante de un jefe brusco; no hay temor,
pues se ha contestado con educación a las palabras torpes, inmorales y
ofensivas de un iracundo; ni es miedo cuando se trata de calmar a un guapetón
que quiere pegarnos, sino que debemos actuar como dijo el salmista: “Antes he
libertado al que sin causa era mi enemigo”. (Salmo 7:4)
Y en esa forma siempre ha resultado que el juicio que
se hace el mundano es uno de ganar para perder, pero el juicio que se hace el
cristiano es uno de perder para ganar. Muchos creyentes en el principio han
sufrido desprecio y maltratos, y han sido considerados como tontos porque a
causa de su conciencia no se han defendido, no han reclamado, ni participan en
huelgas ni disturbios. Pero ha llegado el momento de su vindicación: José en
Egipto, Daniel en Babilonia, Mardoqueo en Susa. Procediendo de esta manera
tenemos paz porque nuestra conciencia no nos reprocha mala conducta.
Sufrir
por hacer bien
“Mejor es que
padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo
el mal”. (1 Pedro 3:17)
Este sufrimiento
nos proporciona gozo, con sólo observar la regla que el Señor puso por delante:
“Cómo queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros
con ellos”. (Lucas 6:31) Hacer bien no es solamente expresar nuestra
liberalidad de por una comunión generosa, o por dar una limosna, pues habiendo
nosotros recibido vida espiritual, es el deseo del Señor que abundemos en
buenas obras (Tito 3:1), aunque como patrimonio de nuestros primeros padres
hayamos recibido ese mal de la ingratitud.
Así que muchas
veces debemos esperar que nos devuelvan mal por bien, y nuca decir: “En pago de
mi amor me han sido adversarios; más yo oraba. Me vuelvan mal por bien, y odio
por amor”. (Salmo 109:4,5)
Unos creyentes fueron a un lugar nuevo a predicar el
evangelio; iban para hacer todo el bien a su alcance, pero les tiraron piedra,
casi para matarlos. Sin embargo, algún tiempo después se supo que un joven
había creído en el Señor por la influencia de aquella visita, y ese joven fue
el principio para la conversión de otros. Produce mucho gozo hacer bien, y no
debemos desanimarnos si somos mal recompensados, porque el bien que se hace
para el Señor, Él sabe diferenciarlo. (Malaquías 3:18)
Sufrir
por la separación
“Les parece cosa extraña que vosotros no corráis con
ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan”. (1 Pedro 4:3-5)
Este sufrimiento nos proporciona poder. Y digo sin
ambages que hay muchas vidas de hermanos en el evangelio que sufren anemia
espiritual crónica, y ese mal les ha venido por contagio, ya que nunca han
querido llegar a la entera separación; lo que alcanzan a recibir del Señor se
diluye por la mezcla con lo que reciben del mundo, y en su vida no hay poder
para detener ni para desbordar. Las grandes represas para abastecer de agua a
las ciudades tienen sus plantas generadoras para purificar el agua; los grandes
filtros van deteniendo las impurezas, y al otro lado un grueso chorro de agua
limpia desborda para saciar a una ciudad entera. (Juan 7:38,39)
Si el creyente marca su límite de separación “al
tiempo pasado de haber hecho lo que agrada a la carne”, va a sufrir ultrajes de
aquéllos con quienes antes corría, pero su fe en el Señor le va a dar poder
para resistir y para vencer. (Romanos 8:37)
Sufrir
por el nombre de Cristo
“Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois
bienaventurados”. (1 Pedro 4:14)
Este sufrimiento nos proporciona bienaventuranza. Es
una gran dicha asegurada para el que sufre por el nombre de su Salvador. “Quien
cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor,
tendrá honra”. (Proverbios 27:18) El Señor no escondió a los suyos los
sufrimientos que vendrían por su nombre. (mateo 10:16, Juan 16:1) Sus palabras
son de fuego: “Si alguno me sirve, sígame, y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”. (Juan 12:26)
Sufrir como cristiano
“Si alguno padece
como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”. (1 Pedro
4:16)
Este sufrimiento nos hace dar fruto. Son las
pruebas patentes de un verdadero cambio en el hombre o mujer que ha nacido de
nuevo. Los sufrimientos seguidos de los frutos le dan mucho pundonor a una
religión que cuesta. Por la evidencia de los hechos, aquel creyente muestra que
no lleva una religión de nombre solamente, pues, un cristiano verdadero le da
mérito a su confesión que propende el engrandecimiento del nombre del Señor.
Los que viven una religión barata han hecho mucho daño al evangelio. La gracia
del Señor llenará siempre aquel que procura vivir para su Señor. (Tito 2:11-14)
José Naranjo
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