5.22
al 33: La sagrada hermosura del matrimonio
Este pasaje tan
llamativo es una exhortación a la sumisión mutua y al afecto. Es primeramente
un llamado a la sumisión de las esposas a sus maridos y después (en el capítulo
6) de los hijos a sus padres, de los trabajadores a sus patronos. Es a la vez
una exposición del deber de los esposos, los padres y los patronos.
Para el hombre
natural es irritante someterse a quien sea. Pero, cuando niño, el Señor del
universo se sometió a sus padres imperfectos, y posteriormente a gobernadores
injustos. Reconoció que toda autoridad procede de Dios; Lucas 2.51, Juan 19.11.
Por cierto, aprendemos de 1 Corintios 15.28 que Él se sujetará de nuevo a
Dios, estando aún en una humanidad perfecta y glorificada, una vez que todos
sus enemigos hayan sido puestos como estrado de sus pies.
Por lo tanto, no se da a entender en esta sumisión en
Efesios alguna idea de inferioridad. Tal como el varón es cabeza de la mujer,
la sumisión de ésta debe ser como al Señor propiamente. Además, será una
sumisión como la que
Es igualmente exigente la responsabilidad que tienen los
maridos, a saber, la de amar a la esposa como Cristo ama a su Iglesia. Esto
encierra una consideración espontánea y una renuncia deliberada en bien de la
esposa. Sin duda las exhortaciones como ésta deben gobernar los pensamientos
antes de que uno entre en una relación matrimonial de por vida. Estamos en la
obligación de cultivar nuestras relaciones con nuestros semejantes; casados o
no, el espíritu de Cristo debe ser el nuestro. Es más: esposo y esposa son uno,
de manera que el marido debe cuidar a su esposa como a su propio cuerpo. Al
considerar los intereses de su prójimo, él está considerando los suyos propios.
Se nos resalta en esta lectura la dignidad del concepto
de lo precioso y santo de la unión conyugal. Se asemeja a la que existe entre
Cristo y su Iglesia, una relación única por la cual Él se dio a sí mismo. ¡Es
un gran privilegio ser miembro de esta comunidad! El propósito de su sacrificio
fue de santificar a
“Amad … como Cristo amó … y se entregó a sí mismo”, 5.25.
K.T.C. Morris
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