La Mujer Ideal
“La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada”.
(Proverbios 31.30)
La historia está en Proverbios 31.10-31.
Algunas
mujeres cristianas dicen que están cansadas al oír todo lo que la mujer
excepcional de Proverbios 31 lograba hacer. Esas amas de casa...
Se levantan
temprano, se acuestan tarde, y no descansan ni el domingo ni el día feriado
(porque comida hay que hacer todos los días). Son las que a veces no han
probado su plato de comida (ya frío por haber atendido a otros) cuando la
familia está pidiendo el postre.
Podemos ver
que en el libro de Proverbios hay muchas advertencias para los varones contra
la mujer mala - la rencillosa, la insensata, y la extraña (adúltera). Por el
contrario, la mujer de Proverbios 31 es juiciosa, diligente, benigna y amable.
Pero parece
que esta mujer que “hacía de todo” nunca existió, sino que es una descripción
de la esposa y madre ideal, no de una persona de carne y hueso que poseía todas
las cualidades mencionadas en el libro de los Proverbios. Estos veintidós
versículos acerca de “la mujer virtuosa” forman un poema acróstico en el idioma
hebreo, cada versículo empezando con una letra sucesiva de ese alfabeto. Tal
vez el propósito al ser escrito era darle honra y dignidad a las mujeres.
Vamos a
fijarnos en lo que podemos aprender de esta mujer. Es claro que no solamente la
casada, sino la soltera, la viuda y la mujer viuda. Las virtudes de la mujer
ideal deben ser la meta de todas las cristianas de este siglo. Muchos hombres
de Dios han sido ayudados por la buena influencia espiritual de una hermana,
madre, tía o maestra.
Cuando la mujer de Proverbios
31 habla, lo hace sabiamente; cuando enseña, es con amor. Toma tiempo para
pensar, aprender y crecer espiritualmente. Seguramente estudia la Palabra de
Dios y como resultado sus consejos son bíblicos. Hay advertencias en el libro
de Proverbios contra el chisme, la crítica y las falsas acusaciones. Pero lo
que habla esta mujer es “todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, y todo
lo amable” (Filipenses 4.8).
Su esposo confía en ella. Hay
referencias al esposo en los versículos 11, 23, y 28. A veces las madres están
tan ocupadas cuidando a sus hijos y a otras personas que no le dan al marido el
apoyo que merece. Dios hizo a la mujer para ser ayuda idónea para el hombre
(Génesis 2.18) y esto incluye el compañerismo de la esposa y la amistad que
necesita el varón en todas las facetas de su vida.
Además, ella piensa en el
bienestar de sus hijos, se levanta temprano, les prepara su desayuno y
seguramente ora a Dios con y por ellos.
Se preocupa por la salud de su
familia. No tiene miedo de trabajar, no es perezosa, ni malgasta su tiempo en
lo que no es provechoso. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo
según tus fuerzas” (Eclesiastés 9.10). Está atenta a la marcha de su hogar, y
su influencia trae bendición. Sus hijos están bien vestidos y eso ayuda a su
bienestar.
Como esta dama ejemplar
mantiene su hogar en orden y maneja bien su dinero, puede ocuparse en otros
asuntos. Su influencia se extiende más allá de su familia, alarga su mano al
pobre, y los dones que Dios le ha dado los utiliza para el bien de otras personas.
“Fuerza y honor son su vestidura” (31:25). En otras
palabras, la mujer ideal tiene sus prioridades en orden y establece metas que
son agradables al Señor. Como resultado recibe buenas recompensas, la gratitud
de su marido, sus hijos y muchos de sus conocidos. Es apreciada no solamente
por ser buena ama de casa y por su capacidad en asuntos de comercio, sino
también por su buen juicio, sus sabios consejos y sobre todo por su amor.
El secreto de su éxito lo hallamos en el versículo 30:
“La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada”. El libro de Proverbios empieza
con la declaración: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”.
Reverencia con confianza en el Señor debe ser nuestra actitud. “La comunión
íntima de Jehová es con los que le temen” (Salmo 25.14).
Ninguna de nosotras posee todas las cualidades de la
mujer ideal.
Pero si nuestro deseo es vivir una vida agradable a Dios, podremos contar con su ayuda. “Así que, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15.58).
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