“... lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”, 2 Corintios 2.11.
Ejemplos del Antiguo Testamento
En
1 Reyes 22.31 al 38 leemos cómo el rey de Siria derrotó a Israel. En la
historia inspirada de los reyes de Judá se encuentran muchas lecciones
espirituales para nosotros, el pueblo de Dios en el día de hoy. Entre ellas
tenemos el caso del rey impío Acab, quien rechazó el buen consejo del profeta
de Dios y siguió el consejo de los profetas idólatras, trayendo destrucción
sobre sí como también sobre su ejército.
La estrategia del rey de Siria sin duda
fue inspirada por Satanás, el espíritu que obra en los hijos de desobediencia,
y tuvo el éxito más completo. Todo el esfuerzo fue dirigido contra la persona
del rey Acab y no importaba el resto de la gente. Él era el hombre clave y al
acabar con él terminaría la batalla. Así sucedió; al morir Acab de la herida
infligida, todo su ejército abandonó el campo y huyó a las ciudades.
Tenemos otra ilustración en el caso de
Sansón. El descubrió que el gran teatro de los filisteos dependía de dos
pilares céntricos. Con su fuerza fenomenal pudo desalojarlos, haciéndolos caer
sobre sí con todo el edificio y una multitud de gente.
El león rugiente
Satanás todavía está maquinando contra
Dios y su pueblo. Nuestras asambleas han sufrido estragos serios por esta misma
estrategia. Su blanco es el hermano o hermana más útil y fiel en la
congregación, y le asecha en el momento de descuido, y con lo que más apela a
su naturaleza. ¿Cuántos hermanos han caído en las garras del león rugiente,
seducidos por las concupiscencias de la carne? Otros se han retirado a causa de
algún desagrado, y por su soberbia nunca han vuelto. Triste es decirlo, que
algunos han sido engañados por falsas doctrinas y nunca han podido recuperar el
gozo de la salvación.
Pero
no son solamente ellos los que han sufrido, sino que el nombre del Señor ha
sido vituperado, el testimonio manchado y el pueblo del Señor desanimado. Es un
mal ejemplo que puede tener su repercusión en otros creyentes. “Pero en cuanto
a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a
la salvación, aunque hablamos así”, Hebreos 6.9.
La
cosa más lamentable es que algunos ocultan su pecado con mentiras y engaño.
Llega el momento en que les sea imposible encubrirlo más, porque, “Sabed que
vuestro pecado os alcanzará”. ¡Cuánto más honrado es confesar voluntariamente y
con toda franqueza el mal que se ha hecho! “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, 1
Juan 1.9.
Hay una advertencia solemne en la carta
a la iglesia en Filadelfia en vista de la pronta venida del Señor: “Retén lo
que tienes, para que ninguno tome tu corona”, Apocalipsis 3.11. Es una
verdadera tragedia cuando un hermano útil, y que ha tenido la confianza del
pueblo del Señor por varios años, cae en el pecado y pierde la corona que le
hubiera correspondido. ¡Cómo será en el tribunal de Cristo ver aquella corona
adornando las sienes de otro!
Santiago Saword
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