domingo, 31 de marzo de 2024

Viviendo por encima del promedio(9)

 

Muestras Heroicas de la semejanza a Cristo

William Macdonald

En la Salud y la Enfermedad


Robertson McQuilken era el presidente de la Universidad Bíblica y Seminario de Columbia. Una de las grandes alegrías de su vida era entrenar a jóvenes para que se convirtieran en siervos efectivos del Señor Jesucristo. Trabajó incansablemente hacia este objetivo. Bajo su liderazgo, la universidad tenía una reputación de excelencia académica y espiritual.

Luego todo pareció desmoronarse. Comenzó cuando su esposa Muriel empezó a contar la misma historia una y otra vez. Después perdió su habilidad para leer y sus habilidades para el arte. Ella tuvo que detener todo su ministerio público. Fue agonizante para Robertson verla "desvanecerse gradualmente." Finalmente, cuando un médico le pidió que nombrara los cuatro evangelios y ella no pudo, el diagnóstico se confirmó. Tenía la enfermedad de Alzheimer.

Ella había sido una acompañante dedicada por muchos años. Sin ella, él no habría podido llevar adelante el ministerio que había sido tan fructífero. ¿Qué haría él? ¿Contrataría a quienes la cuidaran y atendieran para poder continuar con su trabajo en el seminario y en la universidad? ¿O se resignaría a devolverle algo del cuidado que ella le había prodigado por tanto tiempo?

Para sus asociados la decisión era clara. Tenía muchas amistades que se pondrían en la brecha por él, bañando a Muriel con amor cristiano y ternura. Eso le daría libertad para continuar su liderazgo en Columbia.

Pero, ¿no había prometido estar con su esposa en salud y enfermedad hasta que la muerte los separara? Ahora ella taba con una enfermedad, la cual era irreversible. Por su. puesto, Dios podía hacer un milagro en Muriel, pero si no podía hacer uno en Robertson. Entonces, ¿qué haría? ¿Mantendría su promesa?

Sí, mantendría su promesa. Para la consternación de la comunidad cristiana, renunció como presidente de la universidad y del seminario para cuidar a Muriel a través de su deterioro mental y físico. "Cuando llegó el momento, la decisión fue firme. No implicó grandes cálculos. Era un tema de integridad. No era un deber triste, al cual me resigné estoicamente, sin embargo. Después de todo, ella se había preocupado por mí durante casi cuatro décadas con una maravillosa dedicación; ahora era mi tumo. i Y qué compas ñera fue! Si cuidara de ella durante 40 años nunca pagana mi deuda."

Por diecisiete años Robertson caminó con Muriel en su viaje al olvido. El escribió:

Ahora es medianoche, al menos para ella, y a veces me pregunto cuándo amanecerá. Incluso, no se supone que la terrible enferme dad de Alzheimer ataque tan tempranamente y atormente por tanto tiempo. Sin embargo, en su mundo silencioso, Muriel está tan contenta, es tan adorable. Si Jesús la llevara a su hogar, cuánto extrañaría su dulce y tierna presencia. Sí, hay momentos en que me irrito, pero no a menudo. No Una vez, sin embargo, lo perdí completamente. En los días en que Muriel todavía se podía levantar y caminar, y no habíamos reunido a los pañales, algunas veces ocurrieron "accidentes." Yo estaba de rodillas a su lado, intentando limpiar el lío, mientras ella estaba parada al lado del baño, confundida. Habría sido más fácil si ella no hubiera sido tan persistente en ayudar. Yo me frustraba más y más. De repente, para que se quedara quieta, le di una palmada en la pantorrilla, como si eso hiciera algún bien. No fue una palmada fuerte, pero ella quedó sorprendida. Yo también lo estuve. Nunca en nuestros cuarenta y cuatro años de casados la había ni siquiera tocado con enojo, o en reprimenda de algún tipo. Nunca; en realidad no fui ni siquiera tentado. Pero sí ahora, cuando ella más me necesitaba.

Llorando, le pedí que me perdonara sin importar que no entendiera las palabras más de lo que podía decirlas. Entonces, fui al Señor para decirle cuánto lo sentía. Me llevó días recuperarme de eso. Quizás Dios embotelló esas lágrimas para apagar los fuegos que pudieran encenderse algún día.

Entonces Robertson McQuilken renunció a la presidencia de una universidad bíblica y seminario que había mantenido durante veintidós años, para cuidar a su esposa, a medida que descendía hacia el olvido.

La historia apareció en "El Cristianismo Hoy" [Christianity Today], una revista cristiana. Los lectores luchaban para contener sus lágrimas. Guio a algunas parejas que conocían al Señor a renovar sus votos matrimoniales. Otros desarrollaron una nueva apreciación de la santidad en la relación matrimonial.

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