domingo, 31 de marzo de 2024

LEYENDO DIA A DIA EFESIOS (11)

 

6.1 al 24: La buena pelea de la fe


El párrafo constituido por los primeros nueve versículos del capítulo es la conclusión de las exhortaciones en la carta a comportarnos de una manera acorde con nuestro alto llamamiento. En el hogar los hijos deben obedecer, y los padres deben ser considerados pero firmes. En el empleo diario tanto los patronos como los trabajadores deben reconocer que están a la vista del Amo celestial.

Es inmensa la riqueza de nuestra bendición espiritual. ¿Pero la disfrutamos? ¿Hemos perdido nuestro gozo en el Señor, la orientación del Espíritu Santo y el poder para vivir como deberíamos? Como los enemigos quitaron de Israel la herencia en Canaán que fue dada por Dios, así las fuerzas invisibles intentan despojarnos de la herencia nuestra. Y aquí se nos instruye cómo resistirlas.

Nuestra lucha no es contra enemigos humanos. Los hombres, empleados por Satanás, tal vez diluyan la verdad o sacudan nuestra fe en las Escrituras. Los maestros falsos quizá nos hagan sentir autosuficientes. Pero la lucha es en realidad contra opositores espirituales que son poderosos y sagaces; son “espíritus engañadores”, 1 Timoteo 4.1. Con todo, Dios nos ha provisto de una armadura completa, y debemos vestirla resueltamente.

Las armas también son espirituales; 2 Corintios 10.4,5. Cada día debemos ceñirnos con el cinturón de la verdad; tenemos que conocerla y aplicarla. “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, Juan 8.31,32.

Nos hace falta la coraza al enfrentarnos con el enemigo, encontrándonos en buena actitud ante Dios y el hombre. Debemos estar en condiciones de anunciar el evangelio de la paz, llevando así la guerra al territorio del enemigo. Les decimos a las gentes que la victoria fue ganada en el Calvario, de manera que ellos puedan disfrutar de paz. “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación!” Isaías 52.7.

Más de todo, la fe en Dios y en su palabra es una gran protección, como un escudo que cubría el soldado romano. Puesta la esperanza en la consumación de la salvación como un casco, tomamos la espada del Espíritu que es la Palabra que Cristo ha dado. Nos incumbe leer las Escrituras, aprenderlas de memoria y meditar en ellas “de día y de noche”, Josué 1.8. Una humilde confianza en ellas nos ayudará a desviar los ataques de Satanás, como hizo nuestro Señor cuando fue tentado en el desierto, Mateo 4.4,7,10. “Bienaventurado el varón que…en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”, Salmo 1.2.

Finalmente, en todo tiempo y en toda crisis, debemos acercarnos a Dios en oración sincera. No sólo a favor de nosotros mismos, porque “todos los santos” requieren apoyo, aun los hombres como Pablo. Así es como la doctrina del cuerpo único de Cristo se presenta de nuevo al final de la Epístola.

“La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable”, 6.24.

K.T.C. Morris 

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