domingo, 7 de julio de 2024

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (4)

 


La Mujer Samaritana

"Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto ha hecho. ¡No será éste el Cristo?". (Juan 4:29)

La historia está en Juan capítulo 4.


Era mediodía cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Sicar, caminando desde Judea a Galilea. Por lo regular los. judíos no iban por esta ruta, sino que cruzaban al río Jordán y viajaban por Perea, porque los judíos y los samaritanos se odiaban mutuamente

Pero leemos que era necesario para el Señor Jesucristo pasar por Samaria. Esto fue así porque su voluntad era tener un encuentro con una persona necesitada de la salvación.

Sus discípulos se fueron a buscar comida en el pueblo y dejaron al Señor solo. Cansado a causa del largo viaje, Él se sentó junto a un pozo. Miles de años antes Jacob le había dado aquel pozo a su hijo José, y allí está hasta el día de hoy. Nos conmueve pensar en que el Señor Jesucristo durante su vida terrenal muchas veces sintió cansancio y sed.

Una mujer con un cántaro sobre su hombro llegó al pozo a sacar agua. Por lo regular las mujeres buscan agua bien temprano en la mañana cuando está fresco. Tal vez por ser una mujer de mala reputación ella iba al mediodía cuando no tenía que encontrarse en otras personas.

Al ver a ese hombre sentado allí, ella sabía por su aspecto que era judío. Cuál sería su sorpresa cuando Él le dijo: "Dame de beber pedirle un favor, el Señor despertó en ella interés y le pareció raro que El, siendo judío, hablara con ella, una samaritana. Estaba prohibido que los judíos tuvieran trato con los samaritanos y los hombres judíos nunca hablaban con las mujeres en público. Además, contaminarse al tomar del vaso impuro que usaba una mujer impura era algo completamente inadecuado para un judío escrupuloso.

El Señor le dijo: "Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna". Jesucristo le ofreció a la mujer un regalo de valor inestimable, aunque Él sabía la clase de persona que ella era.

La mujer le pidió el agua viva de la cual Él hablaba, pero estaba pensando todavía en agua material. Cristo, para llegar a su conciencia, le dijo: "Ve, llama a tu marido, y ven acá". Sin desprecio ni acusación, sino con delicadeza y gracia, Él llegó a su conciencia. El Señor dijo la verdad acerca de ella, que había tenido cinco maridos y que el hombre con quien vivía no era su marido.

Para cambiar el tema ella empezó a hablar de religión, pensando que Él era profeta. Entonces Jesucristo le enseñó a esa mujer una de las más grandes revelaciones acerca de Dios Padre. "La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". En espíritu, cuando el corazón está en contacto con Dios, y en verdad, sin hipocresía.

Al oír las palabras del Señor, la mujer empezó a pensar en el Mesías. Ella tenía cierto conocimiento del Antiguo Testamento, y dijo que el Mesías iba a venir. Jesús le habló por séptima vez, diciendo: "Yo soy, el que habla contigo". YO SOY es uno de los títulos de la deidad. Él era más que un judío, más que un hombre singular, más que un profeta. Él era el Mesías, el Cristo, y sabía todo acerca de ella.

La mujer entendió que, aunque ella era una indigna pecadora, el Mesías estaba personalmente presente ante ella, dispuesto a perdonarla. Dejando su cántaro, y con nueva esperanza y fe, la mujer regresó rápidamente a su pueblo y llamó a la gente diciendo: "Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?"

Rhoda Cumming

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