"Venid,
ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto ha hecho. ¡No será éste el Cristo?".
(Juan 4:29)
La historia está en
Juan capítulo 4.
Era mediodía cuando Jesús y sus
discípulos llegaron al pueblo de Sicar, caminando desde Judea a Galilea. Por lo
regular los. judíos no iban por esta ruta, sino que cruzaban al río Jordán y
viajaban por Perea, porque los judíos y los samaritanos se odiaban mutuamente
Pero leemos que era necesario para el
Señor Jesucristo pasar por Samaria. Esto fue así porque su voluntad era tener
un encuentro con una persona necesitada de la salvación.
Sus discípulos se fueron a buscar
comida en el pueblo y dejaron al Señor solo. Cansado a causa del largo viaje,
Él se sentó junto a un pozo. Miles de años antes Jacob le había dado aquel pozo
a su hijo José, y allí está hasta el día de hoy. Nos conmueve pensar en que el
Señor Jesucristo durante su vida terrenal muchas veces sintió cansancio y sed.
Una mujer con un
cántaro sobre su hombro llegó al pozo a sacar agua. Por lo regular las mujeres
buscan agua bien temprano en la mañana cuando está fresco. Tal vez por ser una
mujer de mala reputación ella iba al mediodía cuando no tenía que encontrarse en
otras personas.
Al ver a ese hombre
sentado allí, ella sabía por su aspecto que era judío. Cuál sería su sorpresa
cuando Él le dijo: "Dame de beber pedirle un favor, el Señor despertó en
ella interés y le pareció raro que El, siendo judío, hablara con ella, una samaritana.
Estaba prohibido que los judíos tuvieran trato con los samaritanos y los hombres
judíos nunca hablaban con las mujeres en público. Además, contaminarse al tomar
del vaso impuro que usaba una mujer impura era algo completamente inadecuado
para un judío escrupuloso.
El Señor le dijo:
"Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que
bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo
le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna".
Jesucristo le ofreció a la mujer un regalo de valor inestimable, aunque Él
sabía la clase de persona que ella era.
La mujer le pidió el
agua viva de la cual Él hablaba, pero estaba pensando todavía en agua material.
Cristo, para llegar a su conciencia, le dijo: "Ve, llama a tu marido, y
ven acá". Sin desprecio ni acusación, sino con delicadeza y gracia, Él llegó
a su conciencia. El Señor dijo la verdad acerca de ella, que había tenido cinco
maridos y que el hombre con quien vivía no era su marido.
Al oír las palabras
del Señor, la mujer empezó a pensar en el Mesías. Ella tenía cierto
conocimiento del Antiguo Testamento, y dijo que el Mesías iba a venir. Jesús le
habló por séptima vez, diciendo: "Yo soy, el que habla contigo". YO
SOY es uno de los títulos de la deidad. Él era más que un judío, más que un
hombre singular, más que un profeta. Él era el Mesías, el Cristo, y sabía todo
acerca de ella.
La mujer entendió que,
aunque ella era una indigna pecadora, el Mesías estaba personalmente presente
ante ella, dispuesto a perdonarla. Dejando su cántaro, y con nueva esperanza y
fe, la mujer regresó rápidamente a su pueblo y llamó a la gente diciendo: "Venid,
ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el
Cristo?"
Rhoda Cumming
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