domingo, 7 de julio de 2024

UNA FAMILIA VALIENTE PARA DIOS

 En 2 Crónicas leemos de Joiada, un fiel sacerdote de Dios, su esposa Josabet y el hijo de ese matrimonio, Zacarías. Ellos están en 22.10 al 12 y 24.15 al 25.


La mujer

Era una época en la historia de la nación como una noche tenebrosa, pero vemos a tres valientes testigos del Señor como estrellas alumbrando una escena lúgubre. Cuando la mujer pagana Atalía vio su oportunidad de apoderarse del trono mediante el asesinato de toda la descendencia real, hubo en cambio una mujer santa que tuvo el valor de entrar y rescatar al más pequeño de los príncipes, Joás, y esconderlo con su ama en la casa de Dios. Lo hizo en perfecto acuerdo con su marido. Ella era el vaso escogido por Dios para salvar la nación de la ruina.

Nos hace pensar en otras mujeres santas que Dios pudo usar en tiempos críticos para la nación, como la madre de Moisés y la de Samuel; y en el Nuevo Testamento hay María, madre de nuestro Señor. El apóstol Juan dirige su segunda carta “a la señora elegida”, y le felicita por sus hijos que estaban andando en la verdad. Seguramente, como en el caso de Timoteo, esos hijos debían mucho a su madre por su fidelidad con ellos en enseñarles el camino en el cual debían andar.

El sacerdote

Cuando el niño Joás andaba en siete años, el sacerdote Joiada organizó a los levitas, jefes del ejército y príncipes, e hicieron los preparativos para coronar al heredero legítimo del trono. En todo esto fueron apoyados por Dios y llevaron a cabo el propósito. Fue un momento dramático cuando la reina usurpadora Atalía entró y, rasgando sus vestidos, gritó: “¡Traición! ¡Traición!” El juicio de Dios le alcanzó y fue muerta a filo de espada.

En su edad tierna el rey joven mostró mucha devoción a las cosas de Dios. El país fue limpiado de todo culto a los baales y un gran trabajo se empezó para reparar el templo de Dios y establecer el culto verdadero. Todo iba marchando bien mientras Joás estaba bajo la buena influencia del sacerdote Joiada. Dios prolongó maravillosamente la vida de éste hasta los 130 años, sin duda para que el rey pudiera estar más y más afirmado en los caminos del Señor.

La nación

Pero ¡qué desenlace fatal tiene la historia de Joás! No tenía convicción propia ese hombre, ni agradecimiento por las bondades de Josabet y Joiada. Después de la muerte de éste, él se dejó llevar por completo de los príncipes impíos, abandonando la casa de Dios y volviendo a la idolatría pagana.

Ellos no quisieron escuchar a los profetas que Dios les envió, y por fin el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo de Joiada. Con mucho valor él denunció el gran pecado de Joás y sus compañeros, alertándoles que si no se arrepentían Dios los abandonaría. En lugar de humillarse delante de la palabra de Dios, se ensoberbecieron, haciendo conspiración contra Zacarías, “y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová”. La última palabra de aquel fiel mártir fue: “Jehová lo vea y lo demande”.

Dios no perdió tiempo en cobrar la cuenta. Ya su paciencia estaba agotada, y “a la vuelta del año” los sirios con un ejército pequeño vinieron a Jerusalén. Dios entregó en sus manos las tropas más numerosas de Judá, quienes destruyeron a todos los principales cómplices de Joás, y enviaron el botín al rey de Siria. Dejaron a Joás agobiado por sus dolencias y sus mismos siervos le mataron en la cama.

Nosotros

Hay el peligro en estos postreros días que una generación nueva se levante con la intención de apartar al pueblo del Señor de las sendas antiguas, como hicieron aquellos príncipes de Joás. Leemos en Jueces 2.10 de una situación de esta índole: “Se levantó después de ellos [aquellos ancianos que sobrevivieron a Josué] otra generación que no conocía a Jehová”. El resultado lamentable fue la apostasía, cuando Dios los entregó a ladrones que los despojaron, y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor.

Gracias a Dios por las hermanas fieles, al estilo de Josabet, que hay entre nosotros, quienes no se dejan llevar por las cosas del mundo y son consagradas en sus asambleas como madres en Israel, asistiendo a las reuniones y cuidando de sus hijos. Las bendiciones del Señor sean para las tales.

También gracias al Señor por los ancianos fieles como Joiada que se empeñan en guiar a los jóvenes (como Joás) por caminos de justicia, aunque su obra no sea agradecida. Finalmente, gracias al Señor por los que como Zacarías testifican noblemente por el Señor en tiempos cuando hay defección espiritual, con el anhelo de devolver su pueblo a él.

Santiago Saword

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