En 2 Crónicas leemos de Joiada, un fiel sacerdote de Dios, su esposa Josabet y el hijo de ese matrimonio, Zacarías. Ellos están en 22.10 al 12 y 24.15 al 25.
La
mujer
Era una época en la
historia de la nación como una noche tenebrosa, pero vemos a tres valientes
testigos del Señor como estrellas alumbrando una escena lúgubre. Cuando la
mujer pagana Atalía vio su oportunidad de apoderarse del trono mediante el
asesinato de toda la descendencia real, hubo en cambio una mujer santa que tuvo
el valor de entrar y rescatar al más pequeño de los príncipes, Joás, y
esconderlo con su ama en la casa de Dios. Lo hizo en perfecto acuerdo con su
marido. Ella era el vaso escogido por Dios para salvar la nación de la ruina.
Nos hace pensar en otras mujeres santas
que Dios pudo usar en tiempos críticos para la nación, como la madre de Moisés
y la de Samuel; y en el Nuevo Testamento hay María, madre de nuestro Señor. El
apóstol Juan dirige su segunda carta “a la señora elegida”, y le felicita por
sus hijos que estaban andando en la verdad. Seguramente, como en el caso de
Timoteo, esos hijos debían mucho a su madre por su fidelidad con ellos en
enseñarles el camino en el cual debían andar.
El sacerdote
Cuando el niño Joás andaba en siete
años, el sacerdote Joiada organizó a los levitas, jefes del ejército y
príncipes, e hicieron los preparativos para coronar al heredero legítimo del
trono. En todo esto fueron apoyados por Dios y llevaron a cabo el propósito.
Fue un momento dramático cuando la reina usurpadora Atalía entró y, rasgando
sus vestidos, gritó: “¡Traición! ¡Traición!” El juicio de Dios le alcanzó y fue
muerta a filo de espada.
En su edad tierna el
rey joven mostró mucha devoción a las cosas de Dios. El país fue limpiado de
todo culto a los baales y un gran trabajo se empezó para reparar el templo de
Dios y establecer el culto verdadero. Todo iba marchando bien mientras Joás estaba
bajo la buena influencia del sacerdote Joiada. Dios prolongó maravillosamente
la vida de éste hasta los 130 años, sin duda para que el rey pudiera estar más
y más afirmado en los caminos del Señor.
La
nación
Pero ¡qué desenlace
fatal tiene la historia de Joás! No tenía convicción propia ese hombre, ni
agradecimiento por las bondades de Josabet y Joiada. Después de la muerte de
éste, él se dejó llevar por completo de los príncipes impíos, abandonando la
casa de Dios y volviendo a la idolatría pagana.
Ellos no quisieron
escuchar a los profetas que Dios les envió, y por fin el Espíritu de Dios vino
sobre Zacarías, hijo de Joiada. Con mucho valor él denunció el gran pecado de
Joás y sus compañeros, alertándoles que si no se arrepentían Dios los abandonaría.
En lugar de humillarse delante de la palabra de Dios, se ensoberbecieron,
haciendo conspiración contra Zacarías, “y por mandato del rey lo apedrearon
hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová”. La última palabra de aquel
fiel mártir fue: “Jehová lo vea y lo demande”.
Dios no perdió tiempo
en cobrar la cuenta. Ya su paciencia estaba agotada, y “a la vuelta del año”
los sirios con un ejército pequeño vinieron a Jerusalén. Dios entregó en sus
manos las tropas más numerosas de Judá, quienes destruyeron a todos los principales
cómplices de Joás, y enviaron el botín al rey de Siria. Dejaron a Joás agobiado
por sus dolencias y sus mismos siervos le mataron en la cama.
Nosotros
Hay el peligro en
estos postreros días que una generación nueva se levante con la intención de
apartar al pueblo del Señor de las sendas antiguas, como hicieron aquellos
príncipes de Joás. Leemos en Jueces 2.10 de una situación de esta índole: “Se
levantó después de ellos [aquellos ancianos que sobrevivieron a Josué] otra
generación que no conocía a Jehová”. El resultado lamentable fue la apostasía,
cuando Dios los entregó a ladrones que los despojaron, y los vendió en manos de
sus enemigos de alrededor.
Gracias a Dios por las
hermanas fieles, al estilo de Josabet, que hay entre nosotros, quienes no se
dejan llevar por las cosas del mundo y son consagradas en sus asambleas como
madres en Israel, asistiendo a las reuniones y cuidando de sus hijos. Las bendiciones
del Señor sean para las tales.
También gracias al
Señor por los ancianos fieles como Joiada que se empeñan en guiar a los jóvenes
(como Joás) por caminos de justicia, aunque su obra no sea agradecida.
Finalmente, gracias al Señor por los que como Zacarías testifican noblemente
por el Señor en tiempos cuando hay defección espiritual, con el anhelo de
devolver su pueblo a él.
Santiago Saword
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