En asuntos come éste, la primera pregunta que debemos hacernos es esta:
¿Qué nos dice la Escritura sobre el particular? La Palabra de Dios, clara y
distintamente enseña que todo creyente puede llegar a una plena certeza de
salvación. El cristiano verdadero, la persona realmente convertida, puede
alcanzar un grado tan consolador de fe en Cristo como para experimentar una
completa confianza de que sus pecados han sido perdonados y de que el estado de
su alma es seguro. Tal persona raramente se verá turbada por las dudas;
raramente se verá invadida de temores; raramente se verá afligida por
interrogantes ansiosos; y aunque habrá de soportar muchos conflictos interiores
contra el pecado, podrá mirar confiadamente a la muerte, y sin temor al juicio.
Esta es, repito, una doctrina bíblica.
Ahora bien, lo que hemos dicho, a menudo ha sido y es objeto de
controversia, e incluso ha sido negado por muchos. La Iglesia de Roma se
pronuncia fuertemente en contra de la seguridad de la salvación. El Concilio de
Trento claramente declara que la doctrina protestante de la seguridad y certeza
del perdón de los pecados es una “confianza vana e impía”; y el influyente y
conocidísimo teólogo Bellarmino llama a la doctrina de la seguridad de la
salvación “el primer error de los herejes”.
La mayoría de los que profesan un cristianismo mundano y ligero también
se oponen a esta doctrina; les ofende y molesta. Como sea que ellos mismos no
experimentan esta seguridad, les desagrada el que otros la gocen y den muestras
de la misma. Si se les pregunta si sus pecados han sido perdonados, no sabrán
que contestar. No nos extrañe, pues, si no pueden creer en la doctrina de la
seguridad de la salvación.
Pero hay también cristianos verdaderos que rechazan esta doctrina y se
encogen de temor por estimar que está llena de peligros y que bordea la
presunción. Piensan que es propio de la humildad cristiana el no hacer alardes
de seguridad y confianza de salvación; adoptan una actitud de duda incertidumbre. Esta postura es de lamentar,
pues ocasiona mucho daño espiritual.
¿Qué nos dice Pablo? Escribiendo a los romanos dice: “Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir; ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 8:38 39). Escribiendo
a los Corintios dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de
manos, eterna en los cielos”. “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo
que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor” (2
Corintios 5:1,6). Escribiendo a Timoteo, dice: “Yo sé a quién he creído, y
estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2
Timoteo 1:12). A los colosenses les habla de “las riquezas de pleno
entendimiento” (Colosenses 2:2); y a los hebreos de “la plena certeza de la
esperanza” y de “la plena certidumbre de fe” (Hebreos 6:11; 10:22).
¿Qué nos dice Pedro? “Procurad hacer firme vuestra vocación y elección”
(2 Pedro 1:10). ¿Y qué nos dice Juan? “Nosotros sabemos que hemos pasado de
muerte a vida”. “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre
del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. “Sabemos que somos
de Dios” (I Juan 3:14: 5:13; 5:19).
El
Contendor por la Fe - Marzo-Abril-1970
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