domingo, 13 de noviembre de 2022

¿Qué es el Evangelio?

 

5 ¾ Jesucristo


Su existencia antes de nacer

La historia atestigua la vida de Jesús de Nazaret, que nació en Belén y murió cerca de Jerusalén más de treinta años después. Pero la Biblia declara que en realidad Él existía antes de su nacimiento terrenal. Él es la verdad, el Dios eterno y todopoderoso, que hace unos dos mil años se hizo hombre.

La deidad y divinidad de Jesucristo es un gran tema de la Biblia:

   Cristo habló de la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, Juan 17.5. Es eterno.

   Se ofreció a sí mismo como fuente de paz, vida, perdón y salvación, Juan 5.40, 7.37, 14.6. “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Marcos 2.7.

   Sus milagros evidencian su divinidad porque los hizo con autoridad propia. Él resucitó a Lázaro, por ejemplo, diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida”, Juan 11.25.

   Él no fue creado, sino creó todas las cosas y mantiene el universo, Juan 1.1 al 3. “En él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra… todo fue creado por medio de él y para él”, Colosenses 1.16.

   Dios el Padre se refiere al Hijo como Dios también; por ejemplo, Hebreos 1.8.

   Cristo recibió la adoración de los hombres como Dios mismo. Tomás le llamó, “¡Señor mío, y Dios mío!” y Jesús contestó, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Los ángeles rehúsan recibir esta adoración, como cuando Juan se postró ante uno de ellos en Apocalipsis 22.8,9.

Su vida terrenal

Formando parte de la Trinidad divina, el Hijo de Dios vino a este mundo en forma humana. Él nació de la virgen María, quien había concebido del Espíritu Santo, Mateo 1.18. Siendo Dios, se hizo (y es) verdadero hombre. Él poseía:

1.    espíritu   Lucas 23.46

2.    alma       Mateo 26.38

3.    cuerpo   Juan 19.38

Él sufrió lo que sufre todo ser humano: cansancio, sed, hambre, como en Juan 4.6 al 8. “Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, Hebreos 4.15. También fue tentado por Satanás como ningún otro, Lucas 4.1 al 13, pero nunca hizo pecado, ni se halló engaño en su boca, 1 Pedro 2.22. Fue el único ser humano que nunca conoció el pecado, y así era perfecto y puro, aun estando físicamente presente en este mundo vil.

Su muerte

La muerte del Señor Jesucristo fue única. Siendo sin pecado, Él no tenía por qué morir como es la suerte de otros. No fue por casualidad ni por desgracia. Los hombres se hicieron culpables de matar a un inocente, Hechos 2.23, 3.14,15. Sin embargo, Cristo sabía esto de antemano y dijo: “Nadie me quita la vida; tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar”, Juan 10.18. “Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado [en la cruz]”, había dicho en Juan 3.14. Su muerte fue a propósito, con el fin de redimir a la humanidad.

Los sacrificios de animales, narrados bajo la Ley de Moisés en el Antiguo Testamento, habían profetizado todo esto para el pueblo de Israel, y son una ilustración de estas verdades para nosotros. Con estas figuras en mente, Juan el Bautista exclamó, al ver a Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Juan 1.29.

“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos. Donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”, Hebreos 9.28, 10.18. Así la muerte de Cristo excluye la necesidad de todo otro sacrificio de parte nuestra.

Su resurrección y ascensión

Cristo entregó su espíritu una vez que había exclamado, “¡Consumado es!” Juan 19.30. Para asegurar su muerte, un soldado abrió su costado; salieron sangre y agua, comprobando que había muerto. Su cuerpo fue enterrado en sepulcro nuevo, y éste fue sellado y guardado por soldados romanos. Pero al tercer día el Señor resucitó; su cuerpo salió vivo de la tumba; Lucas 24.6.

La resurrección de Cristo comprueba que Dios aceptó su muerte para cancelar los pecados nuestros que Él expió. Después, apareció con muchas pruebas incuestionables durante cuarenta días, a veces a más de quinientos de sus seguidores, 1 Corintios 15.1 al 6.

Luego ascendió al cielo, donde permanece poderoso para salvar e interceder por los que por Él se acercan a Dios, Hebreos 7.25. Él es el único pontífice verdadero; es un sumo sacerdote que puede compadecerse de nosotros y socorrernos, Romanos 8.34. Pero los santos muertos, a quienes algunos hombres claman en su apuro, no han sido resucitados.

Su segunda venida

Cristo dijo antes de su partida: “Vendré otra vez”, Juan 14.3, Mateo 24.30. Los ángeles anunciaron: “Este mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros al cielo, así vendrá”, Hechos 1.11. Los apóstoles declararon: “He aquí viene con las nubes, y todo ojo le verá”, Apocalipsis 1.7, Santiago 5.8, 2 Tesalonicenses 1.7 al 9. Cristo regresará con poder y gloria para juzgar a los que no son salvos.


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