III. La
naturaleza del Hombre.
1. Hecho a la imagen y
semejanza de Dios
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…”
(Génesis 1:26) “… porque a imagen
de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6).
¿Qué significan las palabras imagen y semejanza?
Imagen significa la sombra o bosquejo de una figura, al paso que semejanza
significa el parecido de la sombra con la figura. Prácticamente las dos son
sinónimas. En todo el trato de Dios con el hombre es un hecho fundamental que
éste fue hecho a imagen y semejanza de Dios (1 Corintios 11:7; Efesios 4:21.24;
Colosenses 3:10; Santiago 3:9). Este modo de hablar lo podemos expresar de la
siguiente manera: “Hagamos al hombre a nuestra imagen para tenga nuestra semejanza.”
Lo que no Significa
La descripción del hombre siendo creado a
la imagen y semejanza de Dios no se refiere a la apariencia física del hombre.
Aunque a algunos les gustaría que creamos que es así, la frase “imagen de Dios”
no hace referencia al hecho de que el ser físico del hombre tiene una formada
figura como de Dios. Esto no significa que Dios tiene dos ojos, orejas, manos,
y piernas, ya que Dios no es “como oro o plata o piedra” (por ejemplo, Él no es
físico; Hechos 17:29), sino es espíritu (Juan 4: 24). Y un espíritu “no tiene
carne y huesos” (Lucas 24:39; cf. Mateo 16:17). Entonces, claramente, el hombre
no lleva la imagen de Dios en una forma física.
A imagen de Dios, repetimos, no quiere
decir que Dios tiene semejanza física con el hombre. Dios no tiene piernas,
manos blancas ni una barba blanca. Cuando la Biblia habla del hombre a imagen
de Dios, se refiere al hecho de que el hombre tiene un alma espiritual. Está
por encima de los otros seres vivientes que habitan en la tierra. El hombre no
es una cosa, sino una persona. El Hombre, por tanto, puede pensar; puede amar a
otras personas; puede componer una sinfonía; puede escoger el bien; hacer cosas
que ni un perro, ni una lagartija ni ningún otro animal puede hacer. Pero,
aunque podamos hacer todas estas cosas, debemos preguntarnos ¿por qué Dios nos
hizo así?
Concluyendo, Dios es Espíritu; Él no tiene
partes ni pasiones como el hombre. En consecuencia, los conceptos de Dios como un gran ser humano que tienen los
mormones y los seguidores de Swedenborg[1], son
erróneos. Deuteronomio 4:15 contradice tal concepto físico de Dios.
Características
Espirituales
Algunas
de estas características y que tanto tenemos de Dios, las heredamos de sus
propios atributos comunicables, esto es
algo que sigue en debate hoy en día pero hay algunas en la que todos podemos
estar de acuerdo a lo que hemos visto en nosotros a la luz de la palabra de
Dios. Algunas de estas características son:
1.
Ser
justo, Santo y ser fiel a la verdad (Efesios 4:24)
2. Libertad (Gálatas 5:1) Esto
incluye la libertad de tomar nuestras propias decisiones aunque estas no sean
buenas.
3. Los frutos del Espíritu son
características del Espíritu de Dios que debemos tener todos si queremos tener
semejanza a Dios. (Gálatas 5:22-23)
4. Las piezas de la armadura de
Dios de Efesios 6 también son características que Dios quiere compartir con
nosotros (vestíos del Señor Jesucristo, Romanos 13:14)
5. Una mente moral y racional
(Job 32:8)
6. Autoridad para administrar
el resto de la creación (Génesis 1:28)
7. Precioso y de gran valor y
estima. (Génesis 9:6)
8. El poder de las palabras
que declaramos (Santiago 3:8-10) (compara 2 Tesalonicenses 2:8 con Proverbios
18:20-21 )
9. Y otras cualidades de las
cuales puede que no estemos consientes todavía.
La
Palabra de Dios no indica que Él ha creado al hombre en Su esencia, sino a Su imagen (Génesis 1:26). Y no debemos
olvidar nunca que solamente Dios es omnipotente, omnipresente, y omnisciente.
Otras Características.
·
Capaz de
hablar.
Esta
capacidad ha sido dada a los seres humanos por sobre todos los seres creados.
Esta cualidad es propia de Dios. “Y Dios dijo” aparece diez veces en Génesis 1.
Dios habló
para crear los
“cielos y la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos” (Éxodo 20:11; Salmos
33: 6-9), y Él habló
para comunicarse con el
hombre (Génesis 1:28). Luego, en el mismo día que Dios creó a Adán, Él contó
con el hombre para nombrar a las criaturas que fueron traídas delante de él
(Génesis 2:19).
Los
Animales no hablan. En contraste con lo anterior, en las Escrituras sólo dos
ocasiones se indica que los animales hablaron, y en ambas situaciones
fueron en circunstancias especiales.
Tenemos en la Escritura la serpiente en
el Jardín del Edén y la asna de Balaam (Números 22:28- 30).
·
Creativo.
En la escritura, especialmente en los capítulos 1 y 2
de Génesis se muestra toda la actividad creadora de Dios, manifestando su
atributo de Todopoderoso. Esta capacidad de crear (obviamente guardando las proporciones)
es dado al hombre, ya que puede crear
hermosas sinfonías, emotivas piezas de teatro,
emocionantes novelas. Ha creado naves espaciales que pueden circundar la
tierra o llegar a la luna; han creado corazones artificiales para reemplazar
los dañados, etc.
Desgraciadamente
el hombre no ha sabido utilizar este
atributo o don divino entregado gratuitamente. En muchas ocasiones utiliza esta
habilidad de crear para idear planes para dañar a otras personas; crear tecnología
para demostrar que su creador nunca ha existido.
·
Razonamiento.
La capacidad de pensar o razonar es otro de los
atributos que nos ha dado desde que creó a Adán. Esta capacidad está muy relacionada
con la anterior característica, de manera que el hombre piensa lo que quiere hacer,
idear o crear. Esta capacidad no fue dada a los animales, aunque ellos, a
fuerza de repetición, pueden aprender pero no piensan. Sus instintos, en
determinados momentos, pueden parecer
que razonan. Con esto no queremos decir que los animales no posean algún
tipo de inteligencia, la cual es distinta a la que el hombre posee.
“En un
análisis adicional de la capacidad intelectual de la creación de Dios, una de
las diferencias más obvias entre la humanidad y los animales es que los
animales no poseen la habilidad de conocer y amar a Dios. Ellos no miran los
cielos y lo entienden como la artesanía de Dios (cf. Salmos 19:1); ellos no
pueden percibir que existe un Dios basados en su entorno (cf. Romanos 1:20); ni
pueden entender la revelación escrita de Dios. Por esta razón, los animales ni
son rectos ni pecadores. Aunque es imprudente limitar la “imagen” a la razón
solamente, ésta con más seguridad juega un rol principal en el dominio del
hombre sobre su creación y su relación única con Dios—una relación en la que
los animales no pueden participar, en parte, porque les falta la inteligencia
para tal hecho.[2]”
·
Con Voluntad.
Es Volitivo. El hombre puede realizar
lo que surge de su capacidad de razonamiento y creatividad. Si pone su
voluntad puede lograr cosas que antes no se habían hecho. Entre ellas se puede
ver grandes puentes que cruzan brazos de mar, abismos, etc. Esta misma voluntad
le ha llevado a elegir mal, utilizando su libre albedrío en forma errónea. Sólo
basta recordar a Adán y Eva y la serpiente y el fruto prohibido; a los
Israelitas en el desierto, cuando sintieron deseo de volver a Egipto porque
tenían ganas de comer los productos que allí habían, porque estaban hastiados
de lo que Dios les daba por alimento. En ambos casos, la voluntad estuvo
presente, en ambos casos resultó para mal.
«El
hombre es capaz de escoger su propio destino. Es un hecho innegable que los
animales carecen de libre albedrío con el cual el hombre fue dotado “en el
principio”. Siempre que los animales reaccionan a su medio ambiente, son
guiados por un “sistema incorporado” conocido como “instinto”[3].»
En Dios
vemos esta característica de voluntad cuando inició el proceso de la creación, y por sobre todo, cuando creó al hombre. “Hagamos…” (Génesis 1:26),
fue la voluntad de Dios y lo creo a su imagen y semejanza.
En la actualidad cada persona
puede aceptar al Señor Jesucristo y su obra mediadora o no (Apocalipsis 22:17;
Mateo 11:28-30). Esta decisión, tanto positiva como negativa según sea la
elección, indica voluntad.
·
Espiritual.
Dado lo
que nos dice la Escritura, el hombre no es un ser que está formado por sólo carne, como son lo
plantas, y a la vez es distinto de los animales, que solo tienen un alma
rudimentaria. Dios particularmente creó el cuerpo de la tierra (Génesis 2:7) y además formó su espíritu en él (Zacarías
12:1) y le dotó de vida (alma). Y estas particularidades indican que el hombre
es diferente a los otros seres creados.
Esta
característica permite al hombre poder tener una cercanía y capacidad de fraternizar
con Dios. Esta característica le permite tener comunión con Dios. Y al finalizar sus días, cuando muere, el
espíritu dado al hombre regresa a Dios (Eclesiastés 12.7), pero un alma
pecadora se va a condenación si no tiene a Cristo, como resultado de la
desobediencia del primer hombre.
Las
Escrituras, a través de la Genealogía del Señor Jesucristo, vemos que se refieren
a Adán, el primer hombre, como el hijo de Dios (Lucas 3:38), y, en la
predicación de Pablo a los atenieses, nos muestra que la humanidad en general como “la descendencia
de Dios” (Hechos 17:29). El hombre es el único ser viviente sobre esta Tierra
que posee un alma inmortal dada por Dios— el Padre de los Espíritus (Hebreos
12:9). Tal espíritu inmortal con más seguridad nos hace portadores de la
imagen-divina.
·
Con
Inclinación Religiosa
Esta
característica, la parte espiritual, lleva al hombre a buscar a Dios. Pero en
su condición pecadora, “depravada”, le impide hacerlo como conviene. El hombre
ha buscado llenar ese vacío, para ellos idean medios como los objetos animados, como son los animales, o
inanimados como son un árbol, una roca con forma de “algo”, el rayo, el sol,
etc. Como un escritor observó, la evidencia revela que “ninguna raza o tribu de
hombres, por degradada y aparentemente impía, carece de esa chispa de capacidad
religiosa que puede ser avivada y alimentada en un fuego imponente”.
Pero en
la actual condición perdida del hombre, la única forma de llegar a la verdadera
fe, es por medio de la misma revelación de Dios. El hombre en su condición ha perdido su camino, y Dios mismo dio la
forma de volver a Él.
Y en
relación con los animales, no se ha visto ninguno que tenga la inclinación de
algún tipo de religiosidad, ya sea está idólatra o de Dios mismo.
·
Conciencia
El
hombre tiene el concepto de moralidad, a pesar que somos pecadores, nos queda
remilgos de capacidad de arrepentirnos por los males que hacemos a otras
personas. Sabemos por naturaleza de los que es bueno o malo. Pablo, en su carta
a los romanos, argumentó que tenemos esta ley escrita en los corazones (romanos
2:14,15): la conciencia acusa o lo
excusa. Cuando esta regla es violada, la conciencia acusa. En cambio, el animal
actúa por instinto o movido por algún impulso, pero no tiene conciencia ni
moralidad de lo que hace.
·
Responsabilidad.
Es justo que creamos, sin embargo, que el primer hombre estaba
caracterizado por una postura erguida, un rostro inteligente y una mirada
penetrante y rápida. Esto coloca al hombre aparte del mundo animal, adecuándolo
para el “dominio” que Dios le designó (Génesis 1:28), y capacitándolo para
tener comunión con su Creador. Es una semejanza mental, moral y social. El ser humano está llamado a “regir” y
“gobernar” con responsabilidad a los seres materiales. No se puede
someter a ellos, porque el hombre ha sido puesto por encima de ellos. Tampoco
los puede tratar despóticamente, porque debe dar cuentas de ello a Dios que se
los confió. Más bien, debe hacer uso de ellos de forma ordenada y para el bien
común del ser humano (Génesis 1.29-30).
2. Facultades Intelectuales
Él tuvo suficiente inteligencia y razonamiento
para poner nombres a los animales, conforme
a las características de ellos, a medida que ellos iban desfilando
delante de él. Génesis 2:19,20 dice: “Jehová Dios formó,
pues, de la tierra toda bestia
del campo, y toda ave de los
cielos, y las trajo a Adán para que
viese cómo las había de llamar; y todo
lo que Adán llamó a los animales vivientes,
ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y
a todo ganado del campo; mas para Adán
no se halló ayuda idónea para él.”
Adán no sólo tuvo la facultad de hablar, sino
también la facultad de razonar y pensar en relación con lo que hablaba. El unía
las palabras a las ideas. Este no es el cuadro de un salvaje infantil que va
avanzado poco a poco hasta adquirir un lenguaje articulado por la imitación de
los sonidos de los animales, como pretende hacernos creer la teoría de la
evolución.
Mentalmente, el hombre fue creado como un ser racional con voluntad
propia – en otras palabras, el hombre puede razonar y elegir. Este es el reflejo
de la inteligencia y la libertad de Dios. En cualquier momento, alguien inventa
una máquina, escribe un libro, pinta un paisaje, disfruta una sinfonía, calcula
una suma, o nombra a una mascota, él o ella están proclamando el hecho de que
fueron hechos a la imagen de Dios. Esta “Imago
Dei” (Imagen de Dios) que es el hombre, no sólo lo coloca en una esfera
superior a la creación de los seres materiales, sino que le revela también su
vocación a la trascendencia. Por eso el hombre lleva en su interior el deseo
permanente de Dios, que es la felicidad plena y verdadera.
El relato
del Génesis 3:8: “…Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día…”, da a entender que era
habitual que Dios bajase a conversar con el hombre. Es muy probable que le
enseñase todo lo que Adán necesitase saber con referente a los animales y su
cuidado, lo mismo en relación a la plantas y, quizás, como cultivarlas.
Parte del haber sido hechos a la imagen de Dios, es que Adán tuvo la
capacidad de tomar decisiones libremente. Aunque le fue dada una naturaleza
justa, Adán hizo una mala decisión al rebelarse en contra de su Creador. Al
hacerlo, Adán dañó la imagen de Dios de su interior, y pasó esa semejanza dañada
a todos sus descendientes, incluyéndonos (Romanos 5:12). Hoy, todavía llevamos
esa semejanza de Dios (Santiago 3:9), pero también llevamos las cicatrices del
pecado. Y mostramos los efectos mentalmente, moralmente, social y físicamente.
3. Naturaleza Moral del Hombre
El
relato de Génisis 3 es la prueba moral que Adán no pudo pasar. Adán tenía poder para resistir y para ceder al mal
moral. El pecado era una cosa voluntaria. Cristo, el segundo Adán, resistió
una prueba semejante (Mateo 4:1-10, Lucas 4:1-14), pero salió triunfante
de esta batalla.
La Biblia muestra que el hombre (Adán) no
era un ser degradado, sino que estaba en
estado muy superior, estaba sin pecado. Dado su carácter sin pecado, su santidad
era tal que lo capacitaba para disfrutar de una perfecta comunión con Dios.
Desde el momento que pecó, la moralidad del hombre se fue degradando hasta
llegar a perversidades innombrables.
El Reconocimiento del bien y del mal
pertenece sólo al hombre. A un animal se le puede enseñar que no haga ciertas cosas, pero no las hará
porque sepa distinguir lo bueno y lo malo, sino simplemente porque sabe que tal
cosa no agrada a su amo. En otras palabras, los animales no poseen naturaleza
religiosa o moral; no son capaces de absorber verdades relativas a Dios y la moral.
De cualquier manera, Adán fue creado en un estado de santidad (sea esta pasiva o no) y no
estaba sujeto a la ley de la muerte, estaba sin pecado. Su santidad era tal que
lo capacitaba para disfrutar de perfecta comunión con Dios. Pero todavía no poseía los más altos
privilegios reservados para el ser humano, aún no había sido elevado por encima
de la posibilidad de errar, pecar y morir. Él aún no poseía el mayor grado de
santidad, ni participaba de la vida en toda su plenitud. Lo anterior se puede
resumir del siguiente modo: “Adán poseyó santidad (porque era más que
“inocente”) de criatura (porque su santidad no era igual a la de su Creador) no
confirmada (porque aún no había sido probado)[4]”.
4. El Libre albedrio del
Hombre.
El libre
albedrío es la libertad que Dios dejó a la voluntad del hombre para elegir. El
hombre no es una máquina manejada por Dios, es un ser libre para hacer lo que
quiere. Algunos echan la responsabilidad del pecado a la "mala
suerte" o al "destino"
pero ninguno es culpable sino el hombre mismo, pues cada individuo tiene la
facultad de elegir (libre albedrío) entre el bien y el mal. Precisamente, por
ese libre albedrío que Dios nos ha dado es que somos responsables de nuestros
hechos. (Romanos 14:12) Dios, reconociendo esa libertad, no nos obliga a hacer
Su voluntad sino que nos invita y nos ruega (Isaías 55:1, Romanos 12:1).
Hay otros seres
en el universo que Dios ha creado, éstos son ángeles o también llamados
espíritus. Ellos no tienen cuerpos humanos ni almas y son más poderosos que los
seres humanos. También ellos han sido creados para servir a Dios, pero así como
el hombre, tienen una libre voluntad. Algunos de ellos cayeron en el pecado de
desobediencia (Isaías 14:12-15).
Dios podría
haber hecho cierto número de máquinas para hacer su voluntad mecánicamente, no
obstante Él eligió crear seres que podían, si lo desearan, servirle voluntariamente
y amarlo libremente. No podemos comprender por qué Él deseó hacerlo de este
modo, pero la evidencia claramente abunda a través de la historia mostrando que
el hombre elige sus decisiones y Dios elige las consecuencias.
Emmanuel
Swedenborg: (1688, 1772) Teósofo sueco;
doctor en filosofía; fundó la revista científica.
En 1743 tuvo sus primeras visiones. Publicó luego varios
libros, y predicó en Alemania, Francia y Gran Bretaña su doctrina,
A la Imagen y Semejanza de
Dios”, Curso Intermedio por Correspondencia de Evidencias Cristianas de Apologetics
Press Bert Thompson, Ph.D. y Eric Lyons, M.Min., Pág 7