miércoles, 1 de octubre de 2014

EL SEÑORÍO DEL SEÑOR (PARTE II)

I — EN SU IGLESIA
Todas las iglesias de Cristo, es decir, todas las iglesias en determi­nados lugares, pertenecen a él por­que el Señor las compró con su san­gre (Rom. 16:16; Hech. 20:28).
El Señor está permanentemente —"anda en medio"— en cada una de sus iglesias (Apoc. 2:1).
Desde el día que creímos fuimos comprados con precio (1ª Cor. 7:23; I» Pedro 1:18-19), y sellados con el Espíritu Santo como su propiedad o pertenencia (Efe. 1:13).
Él es nuestro Salvador y Señor o Dueño y nosotros sus siervos o ser­vidores, formando parte como miem­bros de su iglesia, donde nos corres­ponde reconocer su SEÑORIO y practicarlo con la obediencia.
Muchos le reconocen solamente como Salvador de sus almas, pero no como SEÑOR de SUS VIDAS, porque muy poco se los ve en sus congregaciones. Hacen su propia voluntad independientemente de la de Cristo. No obedecen su Palabra y él tiene que decirles: "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no ha­céis lo que digo?" (Le. 6.46).
El Señor ejerce su SEÑORIO por medio del Espíritu Santo que mora en el creyente (1ª Corintios 3:16) y por el Espíritu le llamamos "Señor Je­sús" (1ª Corintios 12:3).
Llevar el yugo del Señor (Mateo I 1:29), simboliza la sujeción y el re­conocimiento de su SEÑORIO. Cris­to exige una sumisión incondicional, y ésta la profesamos en el bautismo; morir para nosotros mismos y vivir para El (Rom. 6:1-18).
Cada iglesia de Cristo debe con­siderarse como una unidad para cumplir los mandamientos del Señor. Él es el Gran Legislador. Todos los mandamientos son suyos y están con­tenidos en su Palabra. Él es "la ca­beza sobre todas cosas para la iglesia" (Efe. 1:22).
Puede reconocerse el señorío de Cristo a partir de la conversión, pe­ro se lo debe practicar públicamen­te a partir del bautismo.
a)  CUANDO celebramos el ver­dadero culto dedicado a Él, enseñándonos y exhortándonos los unos a los otros con Salmos e Himnos y canciones espirituales (Colosenses 3:16), guardando Su Palabra (Jn. 14: 24; Lucas 11:28 y Santiago 1:22) y ministrándola a los santos (1 Co­rintios 16:15-16).
b)  CUANDO cada uno de los miembros OBEDECEMOS a los pas­tores, ancianos, o sobreveedores (Hebreos 13:17; I* Pedro 5:5), a los cuales el Espíritu Santo ha puesto como tales, estimándolos por su obra que realizan en la congregación (He­chos 20:28; I* Tesalonicenses 5:12- 13). Se desprende por las Escrituras citadas que el sobreveedor es un siervo del Señor llamado a cumplir un trabajo muy delicado y no puede estar expuesto a la censura de los desobedientes, que no admiten el consejo y la exhortación; que no acatan la disciplina escritural que ellos aplican. Toda disciplina se hace con el propósito de mantener condi­ciones de santidad, pureza de doc­trina y relaciones espirituales en la asamblea. Tus testimonios son fir­mes: la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre” (Salmo 93:5). Los ancianos deben ser "dechados de la grey" (1 Pedro 5:1-3) y deben ser obedecidos por principio de autoridad divina para que haya orden y reverencia en la casa de Dios. Si no son lo que de­ben ser, habría que orar por ellos, para que el Señor los mejore o le­vante otros. Desobedecer a los an­cianos que procuran el bienestar de la iglesia, es rechazar abiertamente el señorío de Cristo en su iglesia.
c) CUANDO damos al Señor OFRENDA y no colecta; ¿cuál es la diferencia? Ofrenda es lo mejor, co­lecta es lo que nos sobra. "Honra a Jehová de tu sustancia, y de las pri­micias de todos tus frutos; y serán llenos tus trojes con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto" (Prov. 3:9-10)
El señorío del Señor se manifiesta cuando Él ocupa el primer lugar EN TODO (Colosenses 1:18). Según las cartas apostólicas, debemos ofrendar regularmente, individualmente, sin­ceramente, voluntariamente, genero­samente y alegremente para el sos­tén de las reuniones, de manera que nada falte en la casa de Dios y a sus siervos (1 Cor. 16:1-2; 2 Cor. 8:8 y 12; 9:5 y 7).
e) CUANDO los sobreveedores cumplen fielmente con su ministerio, cuidándose a sí mismos y apacentan­do la grey para que no entren "lo­bos rapaces" que quieren introducir enseñanzas erróneas y prácticas no escritúrales. No ministrar ni permi­tir que otros ministren quitando la primacía de la Palabra e introdu­ciendo arte musical, pictórico, cine, lenguas y sanidades, de las cuales cosas algunos ya se han contamina­do, creyéndose ser espiritualistas" o más espirituales que otros. Los an­cianos deberían vigilar, guiar, prote­ger, alimentar, amar y cuidar al re­baño de Cristo.
De todo esto, los pastores debe­rán rendir cuentas en "aquel día" (Hebreos 13:17); asimismo, las "ove­jas", en cuanto a su obediencia a la Palabra. Todos tenemos por delante el Tribunal de Cristo (2 Corintios 5: 10). ¡El Señorío del Señor debe ser una realidad!
Rosendo Hernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario