I — EN SU IGLESIA
Todas
las iglesias de Cristo, es decir, todas las iglesias en determinados lugares,
pertenecen a él porque el Señor las compró con su sangre (Rom. 16:16; Hech.
20:28).
El
Señor está permanentemente —"anda en medio"— en cada una de sus
iglesias (Apoc. 2:1).
Desde
el día que creímos fuimos comprados con precio (1ª Cor. 7:23; I» Pedro
1:18-19), y sellados con el Espíritu Santo como su propiedad o pertenencia
(Efe. 1:13).
Él
es nuestro Salvador y Señor o Dueño y nosotros sus siervos o servidores,
formando parte como miembros de su iglesia, donde nos corresponde reconocer
su SEÑORIO y practicarlo con la obediencia.
Muchos
le reconocen solamente como Salvador de sus almas, pero no como SEÑOR de SUS
VIDAS, porque muy poco se los ve en sus congregaciones. Hacen su propia voluntad
independientemente de la de Cristo. No obedecen su Palabra y él tiene que
decirles: "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que
digo?" (Le. 6.46).
El
Señor ejerce su SEÑORIO por medio del Espíritu Santo que mora en el creyente
(1ª Corintios 3:16) y por el Espíritu le llamamos "Señor Jesús" (1ª
Corintios 12:3).
Llevar
el yugo del Señor (Mateo I 1:29), simboliza la sujeción y el reconocimiento de
su SEÑORIO. Cristo exige una sumisión incondicional, y ésta la profesamos en
el bautismo; morir para nosotros mismos y vivir para El (Rom. 6:1-18).
Cada
iglesia de Cristo debe considerarse como una unidad para cumplir los mandamientos
del Señor. Él es el Gran Legislador. Todos los mandamientos son suyos y están
contenidos en su Palabra. Él es "la cabeza sobre todas cosas para la
iglesia" (Efe. 1:22).
Puede
reconocerse el señorío de Cristo a partir de la conversión, pero se lo debe
practicar públicamente a partir del bautismo.
a) CUANDO
celebramos el verdadero culto dedicado a Él, enseñándonos y exhortándonos los
unos a los otros con Salmos e Himnos y canciones espirituales (Colosenses
3:16), guardando Su Palabra (Jn. 14: 24; Lucas 11:28 y Santiago 1:22) y
ministrándola a los santos (1 Corintios 16:15-16).
b) CUANDO cada
uno de los miembros OBEDECEMOS a los pastores, ancianos, o sobreveedores
(Hebreos 13:17; I* Pedro 5:5), a los cuales el Espíritu Santo ha puesto como
tales, estimándolos por su obra que realizan en la congregación (Hechos 20:28;
I* Tesalonicenses 5:12- 13). Se desprende por las Escrituras citadas que el
sobreveedor es un siervo del Señor llamado a cumplir un trabajo muy delicado y
no puede estar expuesto a la censura de los desobedientes, que no admiten el
consejo y la exhortación; que no acatan la disciplina escritural que ellos
aplican. Toda disciplina se hace con el propósito de mantener condiciones de
santidad, pureza de doctrina y relaciones espirituales en la asamblea. “Tus
testimonios son firmes: la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los
siglos y para siempre” (Salmo 93:5). Los ancianos deben ser "dechados de
la grey" (1 Pedro 5:1-3) y deben ser obedecidos por principio de autoridad
divina para que haya orden y reverencia en la casa de Dios. Si no son lo que deben
ser, habría que orar por ellos, para que el Señor los mejore o levante otros.
Desobedecer a los ancianos que procuran el bienestar de la iglesia, es
rechazar abiertamente el señorío de Cristo en su iglesia.
c)
CUANDO damos al Señor OFRENDA y no colecta; ¿cuál es la diferencia? Ofrenda es
lo mejor, colecta es lo que nos sobra. "Honra a Jehová de tu sustancia, y
de las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus trojes con abundancia
y tus lagares rebosarán de mosto" (Prov. 3:9-10)
El
señorío del Señor se manifiesta cuando Él ocupa el primer lugar EN TODO (Colosenses
1:18). Según las cartas apostólicas, debemos ofrendar regularmente, individualmente,
sinceramente, voluntariamente, generosamente y alegremente para el sostén de
las reuniones, de manera que nada falte en la casa de Dios y a sus siervos (1
Cor. 16:1-2; 2 Cor. 8:8 y 12; 9:5 y 7).
e)
CUANDO los sobreveedores cumplen fielmente con su ministerio, cuidándose a sí
mismos y apacentando la grey para que no entren "lobos rapaces" que
quieren introducir enseñanzas erróneas y prácticas no escritúrales. No
ministrar ni permitir que otros ministren quitando la primacía de la Palabra e
introduciendo arte musical, pictórico, cine, lenguas y sanidades, de las
cuales cosas algunos ya se han contaminado, creyéndose ser
espiritualistas" o más espirituales que otros. Los ancianos deberían
vigilar, guiar, proteger, alimentar, amar y cuidar al rebaño de Cristo.
De
todo esto, los pastores deberán rendir cuentas en "aquel día"
(Hebreos 13:17); asimismo, las "ovejas", en cuanto a su obediencia a
la Palabra. Todos tenemos por delante el Tribunal de Cristo (2 Corintios 5:
10). ¡El Señorío del Señor debe ser una realidad!
Rosendo Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario