PROLOGO
"Sepa
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús que vosotros
crucificasteis, Dios lo ha hecho SEÑOR y CRISTO" (Hechos 2:36).
Al presentar
una serie de artículos sobre el SEÑORIO DEL SEÑOR, deseamos decir lo
siguiente: En el día de Pentecostés, Dios quería hacer conocer la primerísima
cosa a toda la casa de Israel: que él ha hecho SEÑOR y CRISTO a aquel JESUS,
que ellos despreciaron, desecharon y crucificaron.
Esta
misma verdad, y con mucha más razón, la debe conocer todo renacido. El SEÑORIO
DEL SEÑOR debe ser una bendita realidad en la vida, en el hogar, en el negocio,
y en SU IGLESIA.
El
hombre, por naturaleza es rebelde y quiere ser su propio señor y dueño.
Su
presunción le empuja a la independencia, pues se cree capaz de gobernarse a sí
mismo y a lo que es suyo. Tal actitud nunca debería ser la de un hijo de Dios.
Un alma recibida a misericordia, favorecida con el conocimiento de la verdad y
guiada por el Espíritu Santo, no lo hace, y si llega a hacerlo se constituye
tan transgresor como aquél que no tiene al Señor.
El
creyente que no permite ejercer al Señor su SEÑORIO sobre su vida y sus
bienes, fracasa en su misión como testigo suyo (Hechos 1:8). Por el contrario,
todo aquél que voluntariamente entrega su vida al gobierno del Señor, le honra,
y llega a ser fructífero y no será "estéril en el conocimiento de nuestro
Señor Jesucristo" (2 P. 1:9).
Cristo
el Señor, tiene pleno derecho sobre los suyos, y sobre lo que ellos por pura
gracia han recibido de él, pues "lo que somos y tenemos, sólo es nuestro
en él" (Himno 383).
Cristo
el Señor, tiene pleno derecho sobre los suyos, porque son comprados... por precio"
(1ª Corintios 6:20), "con la sangre preciosa" suya (I* Pedro 1:19).
Tanto el creyente individualmente, como su iglesia, la cual, "ganó por su
sangre" (Hechos 20:28), son su exclusiva propiedad.
Donde
el SEÑOR SEÑOREA, los hombres no discuten las Escrituras, sino que las obedecen.
Y entonces, tanto hermanos como hermanas, están en su lugar (Nehemías 8:7).
Donde
el Señor es oído, respetado y obedecido, hay deseo de someterse a su PALABRA, y
hay anhelo de vivir una vida digna "de la soberana vocación de Dios…
vocación santa… vocación celestial" (Filipenses 3:14; 2? Tim. 1:9; Hab.
3:1).
Asimismo
donde el Señor no es obedecido, donde no le permiten ejercer su SEÑORIO, habrá
desorden y anarquía espiritual, pues cada uno hará "lo recto delante de
sus ojos" (Jueces 21:25).
El
Señor nos ayude a ser dóciles a SU SEÑORIO, de tal manera que para nosotros no
sea esta reconvención: "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo
que digo?" (Lucas 6:46).
Pablo Boichenko
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