miércoles, 1 de octubre de 2014

EL SEÑORÍO DEL SEÑOR (PARTE III)

II—EN EL HOGAR
Todo creyente en Cristo, desde el momento de su conversión pasa a ser posesión del Señor (I® Corintios 6: 19). Él nos compró y se constituyó en Señor de todos los que invocan su nombre (I® Corintios 1:2). Ahora bien, el hogar cristiano, por estar compuesto por creyentes, debe ser una morada de la autoridad del Se­ñor.
De acuerdo a lo que leemos en Apocalipsis 5:12, llegará el momen­to cuando en el hogar por excelen­cia se aclamará "El cordero que fue inmolado es digno de tomar el po­der, las riquezas, la sabiduría, la for­taleza, la honra, la gloria y la ala­banza.
EN PRIMER LUGAR TENEMOS: "El cordero que fue inmolado es digno. Es Señor.
EN SEGUNDO LUGAR: Es digno de tomar, etc.

ES SEÑOR:
            En Efesios, capítulo 5, y Colosenses 3 y 4 encontramos bien claro que estas relaciones deben estar siempre saturadas del ejemplo y dirección del Señor: Dichas relaciones son siempre enfocadas por el Espíritu Santo, dando a cada parte su deber correspondiente; consideremos:

1) Los maridos
2) Las esposas
3) Los padres
4) Los hijos

1)     A los maridos les corresponde amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (Efe. 5:25).
2)     Las esposas sujetas a sus mari­dos "Como al Señor" (Efesios 5:22), o como se expresa en Cor. 3:18: "Como conviene al Señor". En el primer pasaje la sujeción es al ma­rido como si fuera el Señor y en el segundo, es una conveniencia para su causa.
3)      Los padres deben criar a sus hijos con esmero y dedicación, pe­ro como lo haría el mismo Señor; es el representante del cielo en su ho­gar. "Criadlos con amonestación del Señor" (Efesios 6:4).
4)     Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres (Efe. 6:1). Es un mandamiento del Señor y para la buena armonía no hay cosa más pre­ciosa que la obediencia de los hijos a sus padres (Colosenses 3:20) y so­bre todo, dice la Escritura, que esto es justo (Efesios 6:1) y en Colosen­ses 3:20, donde añade: "Obedien­tes en todo"; sigue expresando "por­que esto agrada al Señor".
b) En las provisiones para el hogar.
En todo hogar cristiano se debe pensar que los ingresos deben ser el resultado del trabajo honrado, y sabemos que el Señor no acepta se­ñorío sobre lo que corresponde a Satanás; acordémonos de las pala­bras "Todo esto te daré", a lo que contestó: "Vete de mí, Satanás".
Pero estamos seguros que se sen­tirá muy satisfecho de ser Señor de todo bien que esté acorde con su Palabra. ¿Hemos puesto esto en sus manos? ¿Le dimos la llave de nues­tra casa? ¿De nuestro dinero? ¿Có­mo gastamos éste ¿Le consultamos cuando lo invertimos?
Él es Digno de Tomar:

a)  El poder
b)  Las riquezas
c)  La sabiduría
d)  La fortaleza
e)  La honra
f)  La Gloria
g)  La Alabanza

a) Digno es nuestro Señor de to­mar el poder —si cabe la expre­sión— de conducir el hogar de cada uno de nosotros y, ¡qué bien lo con­ducirá!
b)  Digno es de tomar las riquezas. ¿Acaso no son suyas? Es digno, no sólo de tomar una parte, sino de ordenar el destino que llevará cada centavo.
c)  Digno de tomar la sabiduría. El conocimiento se adquiere, la sabidu­ría se recibe (Stg. 3:17; 1:5). El que gana almas es sabio (Proverbios 11: 30). Todo creyente está en Cristo Jesús "El cual fue hecho por noso­tros sabiduría"; el propósito de Él es tener hogares sabios de los cuales él pueda tomar esa sabiduría y sus resultados (Stg. 3:17).
d)  Es digno de tomar la fortaleza. En todo hogar, en algún momento dado, todos o parte de los que lo componen son jóvenes: "La gloria del ¡oven es su fuerza" (Proverbios 20:29). Él es digno de tomar el tiem­po de nuestra fortaleza para sus usos; ¡que en cada hogar donde ha­ya jóvenes, y aún mayores, él pueda tomarlos para cumplir sus planes!
e)  Es digno de tomar honra. Se cuenta de un niño de diez años que, habiendo ganado un premio, el pri­mero en su vida, antes de habérselo mostrado a nadie, se arrodilló en su habitación y dijo al Señor: "Esta es mi primera ganancia y a ti te la entrego". No sabemos si esto fue cierto, pero es verdad que a C. H. Spurgeon, de quien se trata, lo ani­mó este sentir de honrar al Señor sobre todas las cosas. ¡Oh, que El pudiera honrarse en cada uno de nuestros hogares!
f)   Digno de tomar la gloría. El Se­ñor dijo a su Padre: "Yo te he glori­ficado en la tierra". Glorifiquemos nosotros así al Señor; hagámosle dig­no entre los nuestros por la partici­pación de su herencia y la gloria que deriva de la vida que él quiere vivir en cada hogar.
g) Es digno de tomar alabanza. Esta es la última palabra, que en el original quiere decir: "Hablar bien de Él". Es digno de que hablemos bien de Él; cuando alguien entra en nuestra casa, debe saber que Él es el primer morador y, por la forma en el arreglo, por los textos bíblicos y otras cosas, debernos alabarle (ha­blar bien de Él).
Quiera cada uno de nosotros con toda sabiduría de lo alto entregarle al Señor las llaves completas del ho­gar, para que él sea el Señor abso­luto.

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