martes, 2 de diciembre de 2014

EL SIGNIFICADO DE UN CLERO

Vamos a ver ahora qué significa un clero. Es la palabra que señala a una clase especial de personas, distinguida de los «laicos» por haberse entregado a cosas espirituales y por tener un lugar de privilegio en relación con estas cosas sagradas que los laicos no tienen. Actualmente, esta clase especial está siendo atacada por dos razones, aunque está lejos de desaparecer. Primero, Dios está arrojando luz con respecto a este asunto. La segunda razón es puramente humana: la época es democrática, y los privilegios de clase están desapareciendo.
Pero, ¿qué significado tiene esta clase especial? Puesto que es distinta de los laicos, y goza de privilegios que éstos no tienen, significa un abierto y real nicolaitismo, a menos que la Escritura avale sus pretensiones, puesto que los laicos ¡han sido sometidos a ellos! Pero la Escritura no utiliza tales términos y distinciones de clase, ni los aplica a nuestros tiempos del Nuevo Testamento. Estos términos, «clérigo» y «laico», son pura invención humana, que han surgido después que el Nuevo Testamento fuera completado, aunque en realidad el concepto que está detrás de estos términos fue de hecho importado del judaísmo del Antiguo Testamento.
Debemos ver el importante principio que está en juego para entender por qué el Señor dice que aborrece las obras de los nicolaítas. Nosotros también, si estamos en comunión con nuestro Señor, debemos aborrecer lo que Él aborrece.
Yo no estoy hablando de personas (¡Dios no lo permita!), sino de una cosa. Hoy estamos al final de una larga serie de alejamientos de Dios. Como consecuencia, crecemos entre muchas cosas que han llegado hasta nosotros como “tradiciones de los ancianos”, vinculadas con hombres a quienes honramos y amamos, y, admitiendo su autoridad, hemos aceptado estas tradiciones sin siquiera jamás haber analizado la cuestión por nuestra propia cuenta a la luz de la Palabra de Dios.
Reconocemos sinceramente a muchos de estos hombres como verdaderos siervos de Dios, pero ocupando una posición errónea. Yo me refiero a la posición: a la cosa que el Señor aborrece. Dios no dice: «las personas que yo aborrezco». Aunque en aquellos días esta clase de mal no era hereditario como lo es ahora, y aquellos que esparcían el mal tenían su propia responsabilidad, nosotros, no obstante, no deberíamos avergonzarnos ni temer estar donde el Señor está. De hecho, no podemos estar con Él en este asunto, a menos que nosotros también aborrezcamos las obras de los nicolaítas.
Debemos aborrecer esta cosa porque significa una casta o clase espiritual —un grupo de personas que oficialmente tienen un derecho a la dirección en cosas espirituales, una cercanía a Dios derivada de una posición oficial, y no de poder espiritual—. Esto es realmente un resurgimiento, bajo otros nombres, y con modificaciones, del sacerdocio intermediario del judaísmo. Éste es el significado del clero. Por lo tanto, el resto de los cristianos son sólo los laicos, los seglares, relegados, en mayor o menor medida, a la antigua distancia de Dios, a la cual la cruz puso fin.

Ahora podemos ver la razón de por qué la Iglesia tenía que ser judaizada antes que las obras de los nicolaítas pudieran madurar en una doctrina. Bajo el judaísmo, el Señor hasta había autorizado la obediencia a escribas y fariseos que se sentaban en la cátedra de Moisés (Mateo 23:2-3); y para que este texto se aplique ahora, la cátedra de Moisés tenía que ser establecida en la Iglesia cristiana. Una vez que esto tuvo lugar, y que la masa de cristianos fuera degradada del sacerdocio del cual habló Pedro a meros «miembros laicos», la doctrina de los nicolaítas fue establecida.

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