Ante todo, esto y en sorprendente contraste, nos encontramos con el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En Su reino, la prioridad y el énfasis está en lo espiritual, no en la carne; el valor de lo eterno sobrepasa con creces al de lo temporal. No es tanto que se desprecie el placer, sino que se busca en su forma y manifestación más pura, y tan sólo en su verdadera fuente.
Tengo sed, pero es distinta a cuando ayer
Deseaba las vanas delicias terrenas sorber;
Tus heridas me imponen y requieren, oh Emanuel,
Que no busque aquí en la tierra mi placer.
Tan sólo la entrañable cruz al contemplar
Logró de las cosas terrenas mi alma alejar,
Enseñándome a tener por basura lo demás,
La risa de necios y la pompa real.
—William Cowper
En el reino de Cristo, el verdadero deseo
no está en la riqueza; la prosperidad espiritual es lo que realmente vale y
cuenta. La preocupación del reino del cielo es la justicia, la paz y el gozo.
Cristo, y no uno mismo, es el centro. Todo se valora según es a Sus ojos.
Mientras que los del mundo aman al dinero y estiman ligeramente a Dios, los
súbditos del reino de Cristo estiman ligeramente al dinero y aman a Dios.
William Macdonald, Mundos Opuestos, Capítulo 2
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