V - Números simbólicos
Uno. El número uno es el de la unidad. Su idea fundamental es la exclusión de
las diferencias, porque no se puede dividir. Como número ordinal es el primero,
el principio. Primeramente, pues, este número habla de Dios, como se puede
apreciar en Deuteronomio 6.4: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Dos. Es el número de comunión, crecimiento y testimonio. “El testimonio de dos
hombres es verdadero”, Juan 8.17. “Mejores son dos que uno”, Eclesiastés 4.9.
“...donde están dos o tres congregados...”, Mateo 18.20.
La unión mal aplicada trae división, conflicto y enemistad; por tanto, dos simboliza también el poder de la
maldad entre enemigos de Dios. “... en el segundo carro caballos negros”,
Zacarías 6.2. La muerte segunda; Apocalipsis 20.14.
Tres. Es el número de la plenitud divina y del testimonio abundante. “En boca
de dos o tres testigos conste toda palabra”, Mateo 18.16. El hecho de que haya
tres personas en la Deidad testifica la abundancia del deseo divino de
bendecirnos. La plenitud del testimonio del Evangelio está expresado en tres
verdades en 1 Corintios 15: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y
resucitó al tercer día. Los tres días de viaje pedidos por Moisés para el
pueblo de Israel testificaban de su separación de Egipto.
Cuatro. Es el primer número que admite una división sencilla, dividiéndose entre
dos. Así que éste es el número de la criatura en su debilidad en contraste con
el Creador. Es el número que simboliza la universalidad terrenal, y por esto
tiene el sello de la debilidad en sí. Unos ejemplos son: “... los cuatro
ángulos de la tierra”, Apocalipsis 20.8; “vi a cuatro ángeles en pie sobre los
cuatro ángulos de la tierra que detenían los cuatro vientos de la tierra”,
Apocalipsis 7.1. Hay cuatro razas humanas. El altar cuadrado corresponde a los
cuatro puntos cardinales, dándonos a entender que el sacrificio de Cristo basta
para toda la humanidad.
Cinco. Representa la gracia divina junto con la debilidad humana. El altar del
tabernáculo tenía cinco codos de largo y cinco de ancho. Esto demuestra que,
aun cuando Cristo fue crucificado en debilidad - 2 Co-rintios 13.4 - es por
aquella muerte que la gracia divina se revela a nosotros.
Este número se puede separar en 4 y 1, o sea, la humanidad y la divinidad.
Cuando David salió contra Goliat, escogió cinco piedras lisas. Salió sin
armadura y en debilidad, pero contando con la gracia divina para destruir el
gigante.
Seis. Este es el número del hombre, indicando el alcance del logro humano. Es el
número de la imperfección en contraste con el siete, el número perfecto, porque
lo mejor del hombre nunca alcanza la perfección. “El número de la bestia es
número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”, Apocalipsis
13.18. La altura de Goliat era seis codos; otro gigante tenía seis dedos en las
manos y en los pies; la imagen de Nabucodonosor era de sesenta codos de altura
y seis de anchura. Durante las seis horas que Cristo estaba sobre la cruz los
hombres llegaron al colmo de su maldad en su ira contra Él.
Siete. Es el número de la perfección divina. El séptimo día marcó la perfección
de la obra creativa de Dios. “... los siete espíritus que están delante de su
trono”, Apocalipsis 1.4, simbolizan la perfección de Dios el Espíritu Santo. El
candelero del tabernáculo tenía siete lámparas, que se relacionan con los siete
espíritus de Apocalipsis 1.4.
Muchas veces el número siete indica
sólo una visión completa. Las siete cartas a las siete iglesias de Asia dan la
historia entera de la Iglesia. Los siete sellos aseguraron completamente el
libro. Las siete copas estaban “llenas de la ira de Dios”. Siete es la suma de
cuatro más tres. Esto se ve en la visión completa del reino de los cielos dada
en las siete parábolas de Mateo capítulo 13: las cuatro primeras tienen un
aspecto externo del mundo, y las tres últimas revelan la mente divina.
Hay veces cuando el número siete representa la plenitud de la maldad, como
por ejemplo los siete espíritus de Mateo 12.45 y las siete cabezas de la bestia
en el Apocalipsis 13.
Ocho. Este número es introducido después del fin de un orden anterior. El
octavo día es el primer día de una semana nueva, y así el ocho es el número de
la resurrección. Nos habla de lo que es nuevo en contraste con lo viejo,
sugiriendo un pacto nuevo o la creación nueva.
La circuncisión se practicaba el octavo día: “... al echar de vosotros el
cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”, Colosenses 2.11. Esto
se relaciona con la nueva creación en Cristo Jesús para buenas obras, Efesios
2.10. La consagración de los sacerdotes duraba siete días, y el octavo día
ellos empezaron sus ministerios. La transfiguración fue al octavo día, y
representa la edad nueva cuando “se manifieste el Señor Jesús desde el cielo
con los ángeles de su poder”, 2 Tesalonicenses 1.7. El octavo salmo anuncia el
reino del Señor.
Nueve. El número del Espíritu; el fin de la época. El fruto del Espíritu, Gálatas
6.22,23 consta de nueve cualidades. Son nueve los dones del Espíritu, 1
Corintios 12.8 al 10. En relación con el jubileo, Israel comía del fruto añejo
hasta el noveno año, Levítico 25.22. A la hora novena Jesús expiró, Marcos
15.33 al 37.
Diez. Este es el producto de cinco por dos. Los diez dedos de las manos y de los
pies nos señalan respectivamente la capacidad del hombre para hacer y andar
bien. La medida de la capacidad es la medida de la responsabilidad, y la medida
de la responsabilidad determina el grado del juicio o de la recompensa. Hubo
diez plagas en Egipto.
Los diez mandamientos estaban escritos en dos tablas, e indicaban la medida
de la responsabilidad del hombre. En las diez vírgenes de la parábola de Mateo
25, la responsabilidad está puesta en vigor. Los diezmos demandados por Dios a
Israel son indicación que su ganancia estaba compuesta de diez partes, de las
cuales Dios recibía una en reconocimiento de su soberanía.
Doce. Es el número de la administración o de la soberanía manifiesta. Los doce
meses indican la administración de Dios en la naturaleza; las doce tribus
igualmente demuestran su administración en el gobierno de Israel. Los doce
apóstoles tienen que ver con su administración en el cristianismo. Los doce
nombres sobre los hombros del pontífice de Israel son figura de la
administración del Señor en poder a favor de su pueblo, mientras que las doce
piedras preciosas sobre su pecho son símbolo de su administración en amor.
Veinte. Este número es el producto de cuatro por cinco, y tenemos que buscar su
significado en estos dos. Ya hemos visto que cuatro es el número universal y
que cinco significa la gracia divina frente a la debilidad humana. La puerta
del atrio del tabernáculo sirve de ejemplo para ilustrar lo que significa este
número; aquella puerta tenía veinte codos de ancho, un símbolo apto de aquella
gracia que ofrece entrada libre a la salvación a todo pecador. El perímetro del
altar de bronce era de la misma medida, o sea, de veinte codos. Fue por el
sacrificio de Cristo prefigurado por aquel altar, que Dios demostró su gracia
hacia los de los cuatro puntos cardinales del mundo.
Veinticuatro. Adoración a Dios y gobierno de Dios en los cielos. Juan vio veinticuatro
tronos y ancianos alrededor del trono, Apocalipsis 4.4. Primicia de esto se
encuentra en los veinticuatro turnos de los sacerdotes de Salomón con sus
divisiones de 2400 personas cada una. Este número es la realización eterna de
todos los atributos positivos en dos, tres, cuatro, seis, ocho y doce.
Treinta. Está asociado con el comienzo de la productividad después de un período de
preparación. Véase sesenta para el fin de este ciclo. “Era José de treinta años...”, Génesis 41. “Era
David de treinta años”, 2 Samuel 5.4. “Jesús mismo al comenzar su ministerio
era de como treinta años”, Lucas 3.23. A Daniel le fue dado un lapso de treinta
días para ver a quién servía, 6.7. Treinta figura en el arca de Noé, el
tabernáculo de Moisés y los templos de Salomón y Ezequiel, mayormente en
relación con recintos provistos para comunión con Dios.
Cuarenta. Es otro múltiple de cuatro, pero esta vez con diez. Hemos visto que el
diez es la medida de la plenitud de la responsabilidad del hombre hacia Dios y
hacia su prójimo; así el cuarenta es el número de la prueba. En el diluvio
llovió cuarenta días y cuarenta noches sobre la tierra: una catástrofe
universal. Noé esperó cuarenta días después del decrecimiento de las aguas
antes de abrir la ventana del arca. La vida de Moisés fue dividida en tres
períodos de cuarenta años. El pueblo de Israel pasó cuarenta años en el
desierto.
Los reinados de Saúl, David y Salomón duraron cuarenta años cada uno. A los
hombres de Nínive les fueron dados cuarenta días para arrepentirse. El Señor
estuvo en el desierto cuarenta días, donde fue tentado por Satanás. El ascendió
al cielo cuarenta días después de su resurrección.
Cincuenta. Es típico de la libertad y la redención. “Santificaréis el año cincuenta,
y pregonaréis libertad en la tierra”, Levítico 25.10. “¿No perdonarás al lugar
por amor a los cincuenta justos?” Génesis 18.24. “Tome tu cuenta... y escribe
cincuenta”, Lucas 16.6. Como complemento a la libertad, cincuenta habla de la
bendición impartida en el poder del Espíritu. Hubo cincuenta días entre las
primicias de una cosecha y otra, Levítico 23.16; compárese Hechos 2.1:
“pentecostés” o cincuenta. El Señor dio los panes a grupos de cincuenta.
Sesenta. Este número es usado para significar el alcance de cierto límite, pero no
la plenitud. Los únicos hijos de Isaac nacieron cuando él era de edad de
sesenta años, Génesis 25.26. La semilla produjo a treinta, a sesenta y a ciento
por uno, Marcos 4.8. La viuda no menor de sesenta años recibe una atención
especial, 1 Timoteo 5.9.
Setenta. Este número es el producto de diez por siete, y significa la perfección
divina unida a la responsabilidad humana. Así, Dios mandó a Moisés a escoger
setenta ancianos para que gobernasen a Israel, en contraste a la organización
que le había aconsejado Jetro. La ofrenda de cada príncipe fue de setenta
siclos de plata; Números 7.13. El pueblo de Judá estuvo cautivo en Babilonia
por setenta años. Cuando Pedro preguntó a Cristo cuántas veces debía perdonar a
su hermano, el Señor le contestó que debía hacerlo setenta veces, Mateo 18.22.
El Señor envió a setenta discípulos a predicar el evangelio, Lucas 10.1.
Cien. Sugiere la plenitud. “... aunque un hombre engendrare cien hijos; aunque
el pecador haga mal cien veces”, Eclesiastés 6.3, 8.12. “... recibirá cien
veces más, y heredará la vida eterna”, Mateo 19.29.
Mil. Encierra la idea de una gran cantidad pero en contraste con otra cantidad
todavía mayor. “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”, 1 Samuel
18.7. “Midió mil codos, y me hizo pasar ... Midió otros mil, y era un río que
yo no podía pasar”, Ezequiel 47.3,5. Los mil años del glorioso reino terrenal
son a su vez representativos de la eternidad mucho más glorioso y sin fin.
Diez
mil. Una
cantidad innumerable. “¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a
diez mil, si su Roca no los hubiese vendido?” Deut. 32.30. “Aunque tengáis diez
mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres”, 1 Corintios 4.15.