lunes, 2 de mayo de 2016

Figuras simbólicas en la Biblia (Parte V)

V - Números simbólicos

Uno. El número uno es el de la unidad. Su idea fundamental es la exclusión de las diferencias, porque no se puede dividir. Como número ordinal es el primero, el principio. Primeramente, pues, este número habla de Dios, como se puede apreciar en Deuteronomio 6.4: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Dos. Es el número de comunión, crecimiento y testimonio. “El testimonio de dos hombres es verdadero”, Juan 8.17. “Mejores son dos que uno”, Eclesiastés 4.9. “...donde están dos o tres congregados...”, Mateo 18.20.
La unión mal aplicada trae división, conflicto y enemistad; por tanto, dos simboliza también el poder de la maldad entre enemigos de Dios. “... en el segundo carro caballos negros”, Zacarías 6.2. La muerte segunda; Apocalipsis 20.14.
Tres. Es el número de la plenitud divina y del testimonio abundante. “En boca de dos o tres testigos conste toda palabra”, Mateo 18.16. El hecho de que haya tres personas en la Deidad testifica la abundancia del deseo divino de bendecirnos. La plenitud del testimonio del Evangelio está expresado en tres verdades en 1 Corintios 15: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día. Los tres días de viaje pedidos por Moisés para el pueblo de Israel testificaban de su separación de Egipto.
Cuatro. Es el primer número que admite una división sencilla, dividiéndose entre dos. Así que éste es el número de la criatura en su debilidad en contraste con el Creador. Es el número que simboliza la universalidad terrenal, y por esto tiene el sello de la debilidad en sí. Unos ejemplos son: “... los cuatro ángulos de la tierra”, Apocalipsis 20.8; “vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra que detenían los cuatro vientos de la tierra”, Apocalipsis 7.1. Hay cuatro razas humanas. El altar cuadrado corresponde a los cuatro puntos cardinales, dándonos a entender que el sacrificio de Cristo basta para toda la humanidad.
Cinco. Representa la gracia divina junto con la debilidad humana. El altar del tabernáculo tenía cinco codos de largo y cinco de ancho. Esto demuestra que, aun cuando Cristo fue crucificado en debilidad - 2 Co-rintios 13.4 - es por aquella muerte que la gracia divina se revela a nosotros.
Este número se puede separar en 4 y 1, o sea, la humanidad y la divinidad. Cuando David salió contra Goliat, escogió cinco piedras lisas. Salió sin armadura y en debilidad, pero contando con la gracia divina para destruir el gigante.
Seis. Este es el número del hombre, indicando el alcance del logro humano. Es el número de la imperfección en contraste con el siete, el número perfecto, porque lo mejor del hombre nunca alcanza la perfección. “El número de la bestia es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”, Apocalipsis 13.18. La altura de Goliat era seis codos; otro gigante tenía seis dedos en las manos y en los pies; la imagen de Nabucodonosor era de sesenta codos de altura y seis de anchura. Durante las seis horas que Cristo estaba sobre la cruz los hombres llegaron al colmo de su maldad en su ira contra Él.
Siete. Es el número de la perfección divina. El séptimo día marcó la perfección de la obra creativa de Dios. “... los siete espíritus que están delante de su trono”, Apocalipsis 1.4, simbolizan la perfección de Dios el Espíritu Santo. El candelero del tabernáculo tenía siete lámparas, que se relacionan con los siete espíritus de Apocalipsis 1.4.
Muchas veces el número siete indica sólo una visión completa. Las siete cartas a las siete iglesias de Asia dan la historia entera de la Iglesia. Los siete sellos aseguraron completamente el libro. Las siete copas estaban “llenas de la ira de Dios”. Siete es la suma de cuatro más tres. Esto se ve en la visión completa del reino de los cielos dada en las siete parábolas de Mateo capítulo 13: las cuatro primeras tienen un aspecto externo del mundo, y las tres últimas revelan la mente divina.
Hay veces cuando el número siete representa la plenitud de la maldad, como por ejemplo los siete espíritus de Mateo 12.45 y las siete cabezas de la bestia en el Apocalipsis 13.
Ocho. Este número es introducido después del fin de un orden anterior. El octavo día es el primer día de una semana nueva, y así el ocho es el número de la resurrección. Nos habla de lo que es nuevo en contraste con lo viejo, sugiriendo un pacto nuevo o la creación nueva.
La circuncisión se practicaba el octavo día: “... al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”, Colosenses 2.11. Esto se relaciona con la nueva creación en Cristo Jesús para buenas obras, Efesios 2.10. La consagración de los sacerdotes duraba siete días, y el octavo día ellos empezaron sus ministerios. La transfiguración fue al octavo día, y representa la edad nueva cuando “se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder”, 2 Tesalonicenses 1.7. El octavo salmo anuncia el reino del Señor.
Nueve. El número del Espíritu; el fin de la época. El fruto del Espíritu, Gálatas 6.22,23 consta de nueve cualidades. Son nueve los dones del Espíritu, 1 Corintios 12.8 al 10. En relación con el jubileo, Israel comía del fruto añejo hasta el noveno año, Levítico 25.22. A la hora novena Jesús expiró, Marcos 15.33 al 37.
Diez. Este es el producto de cinco por dos. Los diez dedos de las manos y de los pies nos señalan respectivamente la capacidad del hombre para hacer y andar bien. La medida de la capacidad es la medida de la responsabilidad, y la medida de la responsabilidad determina el grado del juicio o de la recompensa. Hubo diez plagas en Egipto.
Los diez mandamientos estaban escritos en dos tablas, e indicaban la medida de la responsabilidad del hombre. En las diez vírgenes de la parábola de Mateo 25, la responsabilidad está puesta en vigor. Los diezmos demandados por Dios a Israel son indicación que su ganancia estaba compuesta de diez partes, de las cuales Dios recibía una en reconocimiento de su soberanía.
Doce. Es el número de la administración o de la soberanía manifiesta. Los doce meses indican la administración de Dios en la naturaleza; las doce tribus igualmente demuestran su administración en el gobierno de Israel. Los doce apóstoles tienen que ver con su administración en el cristianismo. Los doce nombres sobre los hombros del pontífice de Israel son figura de la administración del Señor en poder a favor de su pueblo, mientras que las doce piedras preciosas sobre su pecho son símbolo de su administración en amor.
Veinte. Este número es el producto de cuatro por cinco, y tenemos que buscar su significado en estos dos. Ya hemos visto que cuatro es el número universal y que cinco significa la gracia divina frente a la debilidad humana. La puerta del atrio del tabernáculo sirve de ejemplo para ilustrar lo que significa este número; aquella puerta tenía veinte codos de ancho, un símbolo apto de aquella gracia que ofrece entrada libre a la salvación a todo pecador. El perímetro del altar de bronce era de la misma medida, o sea, de veinte codos. Fue por el sacrificio de Cristo prefigurado por aquel altar, que Dios demostró su gracia hacia los de los cuatro puntos cardinales del mundo.
Veinticuatro. Adoración a Dios y gobierno de Dios en los cielos. Juan vio veinticuatro tronos y ancianos alrededor del trono, Apocalipsis 4.4. Primicia de esto se encuentra en los veinticuatro turnos de los sacerdotes de Salomón con sus divisiones de 2400 personas cada una. Este número es la realización eterna de todos los atributos positivos en dos, tres, cuatro, seis, ocho y doce.
Treinta. Está asociado con el comienzo de la productividad después de un período de preparación. Véase sesenta para el fin de este ciclo. “Era José de treinta años...”, Génesis 41. “Era David de treinta años”, 2 Samuel 5.4. “Jesús mismo al comenzar su ministerio era de como treinta años”, Lucas 3.23. A Daniel le fue dado un lapso de treinta días para ver a quién servía, 6.7. Treinta figura en el arca de Noé, el tabernáculo de Moisés y los templos de Salomón y Ezequiel, mayormente en relación con recintos provistos para comunión con Dios.
Cuarenta. Es otro múltiple de cuatro, pero esta vez con diez. Hemos visto que el diez es la medida de la plenitud de la responsabilidad del hombre hacia Dios y hacia su prójimo; así el cuarenta es el número de la prueba. En el diluvio llovió cuarenta días y cuarenta noches sobre la tierra: una catástrofe universal. Noé esperó cuarenta días después del decrecimiento de las aguas antes de abrir la ventana del arca. La vida de Moisés fue dividida en tres períodos de cuarenta años. El pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto.
Los reinados de Saúl, David y Salomón duraron cuarenta años cada uno. A los hombres de Nínive les fueron dados cuarenta días para arrepentirse. El Señor estuvo en el desierto cuarenta días, donde fue tentado por Satanás. El ascendió al cielo cuarenta días después de su resurrección.
Cincuenta. Es típico de la libertad y la redención. “Santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra”, Levítico 25.10. “¿No perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos?” Génesis 18.24. “Tome tu cuenta... y escribe cincuenta”, Lucas 16.6. Como complemento a la libertad, cincuenta habla de la bendición impartida en el poder del Espíritu. Hubo cincuenta días entre las primicias de una cosecha y otra, Levítico 23.16; compárese Hechos 2.1: “pentecostés” o cincuenta. El Señor dio los panes a grupos de cincuenta.
Sesenta. Este número es usado para significar el alcance de cierto límite, pero no la plenitud. Los únicos hijos de Isaac nacieron cuando él era de edad de sesenta años, Génesis 25.26. La semilla produjo a treinta, a sesenta y a ciento por uno, Marcos 4.8. La viuda no menor de sesenta años recibe una atención especial, 1 Timoteo 5.9.
Setenta. Este número es el producto de diez por siete, y significa la perfección divina unida a la responsabilidad humana. Así, Dios mandó a Moisés a escoger setenta ancianos para que gobernasen a Israel, en contraste a la organización que le había aconsejado Jetro. La ofrenda de cada príncipe fue de setenta siclos de plata; Números 7.13. El pueblo de Judá estuvo cautivo en Babilonia por setenta años. Cuando Pedro preguntó a Cristo cuántas veces debía perdonar a su hermano, el Señor le contestó que debía hacerlo setenta veces, Mateo 18.22. El Señor envió a setenta discípulos a predicar el evangelio, Lucas 10.1.
Cien. Sugiere la plenitud. “... aunque un hombre engendrare cien hijos; aunque el pecador haga mal cien veces”, Eclesiastés 6.3, 8.12. “... recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”, Mateo 19.29.
Mil. Encierra la idea de una gran cantidad pero en contraste con otra cantidad todavía mayor. “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”, 1 Samuel 18.7. “Midió mil codos, y me hizo pasar ... Midió otros mil, y era un río que yo no podía pasar”, Ezequiel 47.3,5. Los mil años del glorioso reino terrenal son a su vez representativos de la eternidad mucho más glorioso y sin fin.
Diez mil. Una cantidad innumerable. “¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiese vendido?” Deut. 32.30. “Aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres”, 1 Corintios 4.15.

No hay comentarios:

Publicar un comentario