lunes, 2 de mayo de 2016

El yugo desigual (Parte V)

El yugo religioso



¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos?  2 Corintios 6.16
En las asambleas bíblicas podemos servir a Dios con conciencia limpia en cuanto a nuestra asociación con los hermanos en la fe. A pesar de las debilidades entre nosotros, se exige que solamente auténticos creyentes estén en la comunión. Si cabras se incorporan entre las ovejas, no es porque no se ha hecho un esfuerzo para examinarlas bien.
Pero entre muchas sectas de índole evangélica no hay el mismo cuidado; basta que uno diga que se ha entregado a Cristo. Por lo tanto, mucha gente activa en campañas interdenominacionales de evangelización no da evidencias bíblicas de ser de Cristo. “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”, 2 Timoteo 2.19.
Otros niegan las doctrinas fundamentales de la Biblia, aun en cuanto a la persona de Cristo, del Padre y del Espíritu Santo. Los tales no debemos recibir en nuestra casa, 2 Juan 9 al 11. Si traba­jamos con ellos en campañas mancomunadas, nos comprometemos en yugo desigual con los infieles.
Podemos citar muchos casos donde personas no renacidas han participado activamente en las campañas unidas de evangelización. Han declarado públicamente que no creen en la inspiración de la Biblia, el nacimiento virginal, la divinidad de Jesús, ni los milagros. Pero por conseguir mayor membresía en sus iglesias, ellos se han incorporado en las campañas. Por ser ministros o pastores, se les ha concedido el dirigir la oración. De nuevo, las personas realmente salvas que están activas en esas campañas se encuentran en un yugo desigual con los infieles.
En nuestros ejemplos ya hemos hecho mención de alianzas entre reyes de Judá y reyes impíos. El unirse en la batalla para salir contra los enemigos del Señor era un yugo desigual y correspondía al yugo hoy en día del creyente que se une con los inconversos en las batallas del Señor.
El rey Asa dijo a Ben-adad de Siria: “Haya alianza entre nosotros”, 1 Reyes 15.19. Hanani el profeta le reprendió: “Te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios… locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti. Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto”, 2 Crónicas 7.10.
Es triste cuando un creyente se molesta porque un hermano fiel le haya enseñado la Palabra de Dios para reprenderle.
El rey Josafat cometió el mismo error al salir a la guerra con Acab. Cuando buscó un mensaje del profeta, Dios permitió que un espíritu de mentira engañara a éste. El hecho nos enseña que la desobediencia a la Palabra de Dios en el yugo desigual solamente conduce a más errores. Él no guarda al tal en los caminos de la verdad. El profeta Jehú reprendió a Josafat: “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido ira de la presencia de Jehová contra ti por esto”, 2 Crónicas 19.2.
El yugo religioso también introduce innovaciones de las sectas. “Después fue el rey Acaz a encontrar a Tiglat-Pileser, rey de Asiria, en Damasco; y cuando vio el rey Acaz el altar que estaba en Damasco, envió al sacerdote Urías el diseño y la descripción del altar, conforme a toda su hechura. Y el sacerdote Urías edificó el altar”, 2 Reyes 16.10 al 14.
De modo que Acaz cambió la forma del templo, introduciendo este nuevo altar grande (sin duda el más lujoso y moderno) frente al templo y colocando el viejo, de bronce, al lado norte. Su yugo con Tiglat-Pileser resultó en una victoria militar pero una derrota espiritual, porque le condujo a modificar el templo que había sido hecho según el diseño que Dios mandó.
De igual modo hay hermanos en la fe que se unen en campañas fuera de las iglesias que se conforman al Nuevo Testamento y allí ven cosas que no son bíblicas que les apelan. Luego procuran introducirlas en su propia congregación.
El movimiento carismático es una trampa para llevar al pueblo del Señor al yugo desigual con los religiosos no renacidos. Se alega que une a todos los que “buscan a Dios”. Católicos, protestantes y evangélicos se reúnen para orar, leer la Biblia y buscar los dones espirituales. No se hace distinción de religión o sexo con tal que uno dice que quiere orar, expresar sus propios pensamientos sobre la Biblia y recibir dones.
La oración en supuestas lenguas es cosa corriente, haciendo caso omiso de que las auténticas lenguas de tiempos apostólicos eran solamente señales. Todas las lenguas del día de Pentecostés era idiomas conocidos y entendidos por los extranjeros presentes, a diferencia de las así llamadas lenguas modernas que son sílabas y palabras descoyuntadas que no se comprenden. El hecho de que personas inconversas en esas reuniones hablan estas “lenguas” al igual de quienes sí son, comprueba que no se trata de un don del Espíritu de Dios, sino de una gran falsificación de Satanás. Tampoco se trata de lenguas angelicales; todo ángel que habló en la Biblia lo hizo en lenguaje conocido al oyente, sin intérprete.

Esta mezcolanza de credos nos recuerda a Babilonia la Grande. El llamado de Dios a su pueblo en aquel día futuro será: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados”, Apocalipsis 18.4. Es yugo desigual.

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