lunes, 2 de mayo de 2016

LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN (Parte V)

Capítulo 3: Crecimiento en la Vida Divina (1 Juan 2: 12-27) (continuación)


 (Versículo 15). Los jóvenes pueden entrar en conflicto con el diablo y en contacto con el mundo. Como la carne aún está en nosotros, el mundo es un peligro muy real. Somos enviados al mundo como testigos de Cristo, pero no somos del mundo. Por consiguiente, somos advertidos a no amar al mundo. Más aún, se nos recuerda que "Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él." Nosotros podemos, lamentablemente, ser tentados por él, o, en un momento en que hemos bajado la guardia, ser vencidos por él, pero la pregunta que nos prueba es, ¿Amamos al mundo? Una palabra solemne para todo quien profesa ser de la familia de Dios y sin embargo parece estar más a gusto en compañía del mundo que entre el pueblo de Dios.

(Versículo 16). El apóstol no nos deja en ninguna duda en cuanto al carácter del mundo del que habla. Él no se refiere al mundo físico de la naturaleza, sino a ese gran sistema construido por el hombre caído, que se caracteriza por los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida.
Se ha notado que estos tres principios entraron con la caída del hombre. El diablo tentó a Eva con la pregunta,  "¿Conque Dios os ha dicho...?" Si la palabra de Dios hubiese estado morando en su corazón, ella la podría haber usado para vencer al diablo. ¡Lamentable! esta palabra no gobernaba sus pensamientos, así que, cuando la cita (o más bien, la cita mal), ella no solamente carecía de poder para vencer, sino que cayó en la trampa de principios mundiales. Ella "vio...que el árbol era bueno para comer", y así fue arrastrada por los deseos de la carne. Además, ella vio que "era agradable a los ojos", y fue atraída así por los deseos de los ojos. Por último, ella vio que este era un "árbol codiciable para alcanzar la sabiduría", y la vanagloria de la vida que ansía el conocimiento fue despertada. Siendo arrastrado por los principios del mundo, Adán desobedeció a Dios y fue expulsado del jardín. El mundo, entonces, es un vasto sistema organizado por el hombre caído para complacer los diferentes deseos de la carne, para gratificar el ojo, y para atender las varias formas de vanagloria.
En este mundo no hay nada que sea del Padre, y no hay amor por el Padre. Para el creyente, el Padre ha abierto otro mundo que está caracterizado, no por el deseo que busca su propia satisfacción, sino por el amor que busca el bien de su objeto. No es un mundo que busca gratificar la vista, sino donde Cristo es el Objeto que todo lo satisface — “Vemos a Jesús" (Hebreos 2:9 - Versión Moderna). No es un mundo caracterizado por la vanagloria que se jacta en su propia sabiduría, sino que es uno que se caracteriza por la humildad que se deleita por sentarse,  como un principiante, a los pies de Jesús.

(Versículo 17). Además, el mundo del hombre va pasando. No obstante lo bella que puede ser en ocasiones su exhibición exterior, está dominado por el pecado, y la sombra de la muerte está sobre todo. Ya hemos oído que las tinieblas, o la ignorancia de Dios, van pasando; ahora aprendemos que el mundo que mora en tinieblas también va pasando. En contraste con el mundo que pasa, los que hacen la voluntad de Dios permanecen para siempre; ellos pertenecen a un mundo sobre el cual ninguna sombra de muerte alguna vez caerá.
Los Hijitos. Hemos aprendido del versículo 13 que la primera característica de los hijitos es que ellos han "conocido al Padre." Mientras ellos progresan espiritualmente, se les hará entrar en conflicto espiritual. Llegarán a ser  jóvenes y pelearán la buena batalla de la fe. Ellos saldrán a luchar por el Señor, pero comienzan en el círculo hogareño. En ese bendito círculo de amor, ellos pueden saber poco del poder del enemigo y del conflicto que se encuentra ante ellos, pero aprenden el amor del corazón del Padre y el sostén de la mano del Padre. No es solamente que saben que son niños, y que Dios es su Padre, sino que ellos conocen al Padre con Quien están en relación. Poco pueden saber de las profundidades de Satanás, o de las trampas del mundo, o del mal en sus propios corazones, pero conocen el corazón del Padre. Una vez ellos no conocían nada del corazón del Padre y nada les importaba la voluntad del Salvador, pero como pecadores fueron traídos al Salvador y, por la fe en Cristo Jesús, pasaron a formar parte de la familia de Dios, como leemos, "pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo" (Gálatas 3:26). Les fue dado el Espíritu Santo, el amor de Dios fue derramado en sus corazones, y ahora pueden levantar su mirada y decir, "¡Abba, Padre!". Ellos saben que el Padre los ama con un amor que nunca se cansa y con un cuidado que nunca cesa.

(Versículo 18). Los hijitos, por su inexperiencia, están más particularmente en peligro de ser engañados. Así el apóstol les advierte contra seductores anticristianos. Se nos dice que este es "el último tiempo". Como ya han pasado diecinueve siglos desde que estas palabras fueron escritas (N. del T. : el autor vivió entre los años 1862/63? - 1943), podemos concluir que el apóstol no se refiere al último tiempo en cuanto al tiempo cronológico, sino más bien último tiempo en cuanto al carácter. Sabemos que el último tiempo antes que el juicio caiga sobre la Cristiandad apóstata estará caracterizado por la aparición del Anticristo. Pero maestros anticristianos ya habían aparecido en los días del apóstol, "por esto conocemos que es el último tiempo."

(Versículo 19). Estos maestros anticristianos serían una trampa especial para los creyentes, en vista de que ellos surgirían en el círculo Cristiano y luego abandonarían la profesión Cristiana.

(Versículo 20). Para capacitar a los creyentes a escapar de toda enseñanza anticristiana, se nos recuerda, primeramente, que tenemos el Espíritu Santo —la Unción— y así somos capaces de juzgar todas las cosas. No  conocemos nada por nosotros mismos, pero teniendo el Espíritu tenemos la capacidad de conocer todas las cosas.

(Versículo 21). En segundo lugar, tenemos "la verdad". El Espíritu no nos ilumina el entendimiento por medio de alguna imaginación interior; Él usa "la verdad", y nos capacita así para detectar el error. Nosotros no detectamos la mentira ocupándonos con el mal sino conociendo la verdad. Lo que nos corresponde es ser simples en lo que concierne al mal y sabios en cuanto al bien.

(Versículos 22, 23). En tercer lugar, teniendo el Espíritu y la verdad, aprendemos de inmediato que la Persona de Cristo es la gran prueba de todo sistema anticristiano. Podemos ser engañados si los juzgamos por los términos Cristianos que ellos pueden usar y las prácticas que pueden seguir. La prueba real es, ¿qué posición tienen ellos con relación a la verdad en cuanto a la Persona de Cristo? Se encontrará que todo sistema falso niega en alguna forma la verdad de Su Persona. Hay, sin embargo, dos formas principales de error y oposición a la verdad. Una forma de error, principalmente hallada entre los Judíos, niega que Jesús es el Cristo - el Mesías que ha de venir. La otra forma de error, que surge en la profesión Cristiana, niega la verdad del Padre y del Hijo. Cuando el Anticristo aparezca, él unirá la mentira de los Judíos con la mentira que surge en la profesión Cristiana, negando al mismo tiempo que Jesús es el Mesías y que Él es una Persona divina. Hoy, cada sistema falso que ha surgido en la Cristiandad se yergue condenado por la negación de la verdad de la Persona de Cristo como el Hijo, y la negación de la verdad del Hijo llevará a la negación de la verdad en cuanto al Padre.

(Versículo 24). Nuestra salvaguardia contra todo error en cuanto a la Persona de Cristo se encuentra en permanecer en lo que hemos oído desde el principio. Los Judíos pudieron decir a Jesús, "Tú, ¿quién eres?" El Señor respondió, "Ese mismo que os he dicho desde el principio." (Juan 8:25 - Versión Moderna). Una traducción más exacta de estas palabras es, "Absolutamente lo que yo también les digo." (N. del T.: traducido de la Versión Inglesa de la Santa Biblia de J. N. Darby). Sus palabras eran la perfecta expresión de Él mismo. ¡Cuidado! nosotros podemos usar palabras para esconder lo que somos: Él usó palabras para expresar perfectamente lo que Él era. Nosotros hemos oído Su voz y conocemos la verdad en cuanto a Él. Podemos tener mucho que aprender de las glorias de Su Persona, pero sabemos Quién es Él. Cualquier pretensión de modernismo, o cualquier otro sistema falso, que nos dé verdad adicional en cuanto a Su Persona, es una negación de que la plena verdad salió a la luz en el principio. Si lo que hemos oído desde el principio permanece en nosotros - si ello gobierna nuestros afectos - permaneceremos en la verdad del Hijo y del Padre. Las ovejas oyen Su voz y así son capaces de detectar las muchas falsas voces de los extraños, como leemos, "Mas al extraño no seguirán... porque no conocen la voz de los extraños" (Juan 10:25).

(Versículo 25). En cuarto lugar, tenemos vida eterna según la promesa. Esta vida nos pone en relación con Personas divinas. Las palabras del Señor son, "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).
Es evidente, entonces, que estos maestros anticristianos quedan expuestos como no siendo de nosotros - la compañía Cristiana (versículo 19); ellos no tienen el Espíritu (versículo 20); no conocen la verdad (versículo 21); niegan al Padre y al Hijo (versículo 22); ellos no continuaron en lo que era desde el principio (versículo 24); y ellos no poseen vida eterna (versículo 25).
Los niños en Cristo ("hijitos") pueden escapar de su enseñanza de maldad por tener el Espíritu, la verdad, el conocimiento del Padre y del Hijo, permaneciendo en lo que ellos han oído desde el principio en Cristo, y viviendo la vida eterna por medio de la cual ellos pueden gozar la comunión con Personas divinas.


(Versículos 26, 27). Estas, entonces, son las cosas que el apóstol escribe para exponer a aquellos que desearían  descarriarnos, y para advertirnos contra ellos. Además, no sólo tenemos la palabra escrita, sino también el Espíritu Santo para capacitarnos a entender la palabra y probar las enseñanzas de los hombres. Los maestros pueden pasar, pero el Espíritu permanece. La enseñanza del mejor de los maestros puede ser parcial, pero el Espíritu Santo nos puede enseñar "todas las cosas". La enseñanza del mejor de los maestros a veces puede estar mezclada con imperfección, pero la enseñanza del Espíritu Santo "es verdadera" y ella "no es mentira". El propósito de todo falso maestro es seducir a los santos para que abandonen la verdad; el efecto de la enseñanza del Espíritu Santo es conducir a los santos a permanecer en la verdad tal como Cristo la presentó desde el principio.

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