miércoles, 1 de junio de 2016

LA VIDA FRUCTIFERA

JUAN 15: 1 al 8.
En este pasaje se encuentra al Señor Jesús en la compañía selecta de los Suyos, siguiendo su ministerio en el aposento alto. Judas ya había sido descubierto en su carácter verdadero de traidor.
La selección de la vid como una figura del fructificar para Dios es muy instructiva, porque hay rasgos de su cultivación y cuidado que son muy distintos. El Señor quiere dirigir nuestra atención a la vid, los pámpanos, al labrador y su trabajo, y por medio de ellos enseñarnos los principios de llevar mucho fruto para Su gloria,  "Yo soy la vid verdadera", “vosotros sois los pámpanos" (vs. 1,5).
En la esfera natural, la vid es perenne, y es bien sabido que algunas de ellas han alcanzado centenares de años de edad, lo cual aptamente representa al "Yo soy", "Jesucristo el mismo, ayer, hoy, y por siglos"; mientras los pámpanos son anua-les representando así a los creyentes que dan testimonio en su tiempo y generación.  
"Mi Padre es el labrador" (v.1). Él es Aquel a Quien pertenecen la vid y los pámpanos, y debajo dé cuyo cuidado paciente y diestro, el fruto será llevado a la madurez.
"Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará" (v.2a).  El ojo discerniente del labrador puede determinar si el pámpano va 'a llevar fruto o no cuando solo tiene unas pocas pulgadas de largo. Si no va a llevar fruto o lo quita inmediatamente, o lo deja un rato para que llene un vado, el cual de otra manera serla perjudicial al fruto del pámpano vecino. Así nuestro Padre Celestial retiene para Sí este derecho soberano para con los Suyos. (Véase 1 Corintios 11:30).
“Todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (v. 2b). Dejada así misma, la rama natural luego tendría vicio al costo del fruto que está en desarrollo. El labrador quita esta tendencia cuando aparezca, por medio del podar o purgar sistemático, para que se dirija la circulación de la savia, con tal que aumente la calidad y el peso del fruto (v. 3). Aquí el Señor les dice a los discípulos que ellos ya habían experimentado algo de este proceso por medio de la Palabra que Él, les había hablado. Seguramente tales escrituras como Gálatas 5:16-21, Efesios 4:17- 32, y Colosenses 3:13 serían los medios que nuestro labrador celestial usaría en nuestras vidas para podarlas de la carne con su exceso frondoso, y llevar a la madurez el fruto nónuplo del Espíritu que trae tanta delicia a su corazón, y contra el cual no hay ley alguna.
"Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mi... porque separados de mi nada podéis hacer" (vs. 4 y 5). Consideremos la imposibilidad entera que un pámpano continuará creciendo y llevando fruto si está cortado de la vid. ¿Cómo podemos nosotros entonces, crecer como cristianos, o andar al agrado de Él si no sacamos constantemente nuestra vitalidad de la Vid verdadera? En la primera epístola de Juan 2:27 se nos dice que mientras seguimos siendo enseñados por el Espíritu Santo que mora en nosotros, permaneceremos en El.
"El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará: y los recogen, y los echan en el fuego, y arden" (v. 6). El punto de la unión entre la vid y el pámpano es muy delicado y quebradizo, especialmente cuando está tierno. Si el pámpano va a poder llevar el peso de un racimo bien desarrollado, el labrador tendrá que sujetarlo por abajo con una pita para sostenerlo mientras éste esté tierno y manejable. A veces una precipitación repentina en el desarrollo de la vid, hace que el pámpano luche contra la supresión, forzando así que se rompa aquel punto de la unión tan delicado, con el resultado que el pámpano ya se queda colgado, marchitado, e inútil.
¿No nos hace recordar esto, del camino que nuestro Padre tiene para con los Suyos? "¿Qué hijo es aquel a quien el Padre no disciplina? ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” (Hebreos 12:7,9). “Y ahora hijitos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en Su venida no nos alejemos de Él avergonzados” (1 Juan 2:28). Sin embargo, si resistimos Su obra en nosotros y dejamos que la carne se haga valer, entonces nuestro testimonio se marchitará y llegará a ser infructífero. ¡Cómo le gusta al incrédulo o mundano recoger tales casos y hacerlos arder con las palabras semejantes a, "si él es un cristiano, entonces no quiero serlo yo!" Como necesitamos tener en cuenta el ejemplo del apóstol en 1 Corintios 9:27 donde dice, “no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado." No se nos olvide de aquellos que se quedaron postrados en el desierto (1 Corintios 10:5)
En el libro de Cantares 2:15 leemos: “Cazadnos las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas: porque nuestras viñas están en cierne”. La ilustración aquí no es la del perjuicio deliberado, sino más bien es la del descuido juguetón, es decir, las zorras cachorras estaban jugando en la viña, haciendo así los estragos entre los pámpanos bajos, que cargaban las uvas tiernas y delicadas. ¿No nos trae a la mente esto, “‘la pequeña locura" de Eclesiastés 10:1? Tal vez hay la necesidad de examinar de nuevo algunas de las "cosas pequeñitas y aparentemente inocentes" que permitimos en nuestras vidas: pueden ellas echar a perder el fruto precioso.
El Contendor por la Fe - Marzo-Abril-1970

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